martes, 21 de septiembre de 2010

Presentación

EL NIMBO DE VALENTINA OSSES
por Felipe Moncada Mijic

   Hay curiosos casos en la historia, o acaso historieta del arte, en que ciertos movimientos han sido bautizados con un término despectivo, el que sin embargo ha perdurado a pesar de su mala intención. Un ejemplo muy conocido de aquello es el Impresionismo, en que aquella designación, de origen burlesca, fue concebida por parte del crítico Louis Leroy, como un alarde de ingenio ante lo que consideraba una obra inacabada de Monet, un boceto, una liebre que pasa por conejo.

          Algo similar ocurre con el caso del Hermetismo, palabra que remite a las doctrinas religiosas de Hermes Trimegisto en el Egipto tardío, y que revive en la Italia de los años 30 del siglo XX, designando así a un grupo de poetas fascinados por las imágenes oscuras, difíciles de penetrar, una escritura destinada para lectores iniciados y quizás pensando que de su experiencia podía advenir alguna revelación, en el sentido de que antiguos conocimientos pudieran aclarar un confuso presente. Lo que no sabía el crítico que bautizó de herméticos a esos poetas, es que en su tejido habían hebras antifascistas, que convenía que no quedaran al descubierto debido al espíritu de la época.

          En una interpretación más común de aquella palabra, lo hermético se refiere al conjunto textual que contiene un significado, pero está cifrado por una sintaxis intuitiva, yuxtapuesta, muchas veces en clave, lo que posibilita la cualidad alquímica de la palabra poética en que pone al reverso los significados y relativiza las sentencias. Pienso por ejemplo en el Vallejo de Trilce y en La Masmédula de Girondo, en que el lenguaje se contorsiona de tal manera, que finalmente uno rescata restos de sentido y de ritmo, ya que el ritmo es el que gobierna sin duda la navegación en que se convierte la lectura.

          Menciono lo anterior, pues ya he oído hablar en varias oportunidades, del hermetismo en la poética que desarrolla Valentina Osses en su poemario Nimbo, y claro, no se trata de un texto de fácil lectura, pues en fragmentos utiliza palabras e ideas de las ciencias sociales, pero en una desarticulación del discurso, para obtener un contenido nuevo, en donde habla de: respirar retóricamente la mercancía, asignándole ese epíteto de producto a la escritura, en una actitud de sospecha ante el discurso, cualquier discurso, y de la que sobreviven certezas fragmentadas que son los versos de su exploración.

          Sin duda Ismael entrará con mayor pericia en el uso del lenguaje con que Valentina construye su itinerario, su poética de la desarticulación del discurso social, pero me gustaría apuntar el interés de nuestra editorial en entregar a la circulación una poética que quizás no está pensada en agradar sensorialmente, ni por la felicidad de sus anécdotas, ni por una pretendida reivindicación de alguna debilidad, si no más bien para poner en evidencia la relatividad de la mercancía poética, en un plano de reflexión muy poco visitado en las escrituras de la actualidad chilena.

          También me gustaría mencionar un curioso fragmento que me envió Jorge Polanco, referente tanto a la manera de producir libros de nuestra pequeña editorial, y que también hace alusión al título de la plaquett de Valentina, el texto pertenece a “El Fetichismo de las mercancías”, en El Capital, de Marx y dice:

          Todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y la fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de mercancías, se esfuma de inmediato cuando emprendemos camino hacia otras formas de producción.

          Y es que el nimbo es esa aura con que se representan los iluminados o personas de gran poder político en algunas pinturas religiosas, y de donde nimbar significaría, rodear de misticismo una personalidad, o un objeto en el caso planteado por Marx. En ese sentido, quizás el elaborar los libros mediante procesos manuales, producir pequeñas tiradas y borrar al máximo el culto por el autor en el objeto final, corresponda a la intención de limpiar el aura fetichista que rodea los libros pensados para el mercado, proponiendo una aparición de la poesía desnuda, sin distractores y sin orientación, de manera que el lector no vea interrumpida su experiencia de lectura, con los pergaminos que tan fácil se pueden comprar o fabricar según la intención de la camarilla.

          Para culminar, creo que esta primera entrega de Valentina Osses es un aporte en la medida que desarrolla una poética coherente en sí, que no se conforma con volver a los lugares comunes reacomodando las palabras, y que en cambio genera un espacio propio en que siembra dudas sobre la articulación del “discurso” y la representación de los objetos, y bajo ese terreno de duda inicia su aventura en que (cito fragmentos): Hay estrellas que silban el código de la noche, pues ella tensiona a los objetos para así esclavizarnos/ en notas inmóviles, superficiales, como si entre la frondosidad de las palabras, en la tensión de aquellos conceptos que la desvelan, desde el fondo de los libros y los análisis, una lejana luz silbara para no perdernos en el desconcierto del ruido formal.


Valparaíso 09 de abril 2010

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