La retórica de Patricio Serey[1]
Gladys González, 12 de octubre 2011, Valparaíso
Los libros ofrecen múltiples niveles de lectura y reflexión, por lo tanto, diversas perspectivas de análisis, interpretación y exposición de las obras. Por lo que me centraré en algunos elementos notables de la retórica clásica que se encuentran presentes a lo largo del libro, si concurren de forma inconsciente o deliberada es cuestión que debe dilucidar el lector, aunque ambas singularidades, se podría conjeturar, se encuentran en el mismo orden del pensamiento o bagaje sociocultural, ya que la hipertextualidad cumple un papel fundamental en la forma o estilo en la cual un escritor desarrolla su oficio y visión de mundo.
Patricio Serey, apela directamente -no sin humor- a las influencias y conexiones literarias en su epígrafe para el poema Influencias, cito:
Todos los epígrafes(Influencias, pp. 75).
O como postula en Cantinela del Ocio (pp. 89):
Para decir lo que se quiere decirhabría que romper con todos los poemascomenzar a descifrar las palabrasque caen hilvanadas en la fragilidad de la memoria.
Italo Calvino[2] (1992) a raíz de la lectura de los clásicos y los influjos de éstos en la labor escritural propone:
Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o, más sencillamente, en el lenguaje y las costumbres).
En Seis propuestas para el próximo milenio[3] (1998, pp.263) concluye:
Cada nuevo libro que leo entra a formar parte de ese libro total y unitario que es la suma de mis lecturas. Esto no ocurre sin esfuerzo: para componer ese libro general, cada libro particular debe transformarse, entrar en relación con los libros que he leído anteriormente, convertirse en su corolario o su desarrollo o refutación o glosa o texto de referencia.
Entonces, los libros se determinan unos a otros: se exhortan, se rebaten, se estimulan, se amplían. En este constante cortejo de material bibliográfico encontramos procedimientos estilísticos que se repiten a lo largo de la historia de la literatura, uno de ellos son los tópicos, fórmulas literarias que se reiteran a través del tiempo y que encierran toda una tradición cultural.
En Precavidamente hablando reflota y actualiza un tópico literario importantísimo en el frondoso arte de la retórica: la antigua introductio de cartas, relaciones, y crónicas de la literatura medieval y colonial dirigida tanto al lector como a los reyes, aristócratas o mecenas que amparaban económica y políticamente al literato. Estos tópicos literarios son: falsa modestia, captatio benevolentiae, carpe diem y efectos del amor.
Los presentaré en orden decreciente según la frecuencia que gozan en el discurso textual:
I) Falsa modestia
En este tópico el autor debe ganar la benevolencia, atención y la docilidad de sus oyentes en la introducción. Cicerón, recomendaba que el prosista debía demostrarse en una actitud humilde y suplicante para lograrlo necesita una presentación sumisa (en lo referido a lo intelectual) que resulte conmovedora y afectada. La alusión del intelectual a su débil y escasa preparación, proviene del discurso forense, donde tiene por objeto “captar” la benevolencia del juez.
En el libro de Patricio Serey se devela desde el primer epígrafe invocando a Emil Cioran: La ventaja de ocuparse de la vida y de la muerte, es que se puede decir cualquier cosa.
Aquí ya se apela a la (supuesta) inseguridad del hablante poético frente a su propia obra, ya que un epígrafe es la primera investidura de un libro, lo que podría analogizarse a un resguardo a priori similar al de los antiguos cronistas. Al leer la publicación se devela el conjunto como un manifiesto o sintetizado concepto sobre la dialéctica y temáticas centrales del libro: la despersonalización tan propia de lo contemporáneo y la ironía fina, humor que no necesita estar a la defensiva sino que se sostiene a través de juegos léxicos elaborados y restringidos con los que realiza un giro desde lo barroco, lo coloquial, lo popular a través del refranero tradicional y quiebres emparentados con el registro quevediano.
A propósito de este tópico ejemplifico:
No pienso en mí cuando escribode corto o largo alientomás bien ahogado.[…]Tampoco pienso en poetas o escritoresen alguna obra concretasoy más bien un tipo eclécticome acomodotomo lo que me conviene(que puede ser todo lo anterior)no crean que adolezco de opiniónla tengopero la mayor de las veces me la guardono sé quién soy en realidad(…) mi mente está generalmente ocupadaen ideas que dan vueltacomo un montón de calzoncillos en una lavadora.[…]A veces pienso en mis órganossi estarán sanos o necesitanun buen aseo, una pasadita de plumero.en el fondo, no sé por qué de qué[…]Quizás muy joven para saber por quéquizá muy viejo para cuestionármeloel tema es que yo también, cuando se puedey cando no, tal vez ahí, de repente,a lo bestia.
(Tal vez, ahí, de repente, a lo bestia, pp. 32)
II) Captatio benevolentiae
Pedir o conseguir la benevolencia (atención, respeto, expectativa o interés) del lector. El autor evidencia al receptor del título que sea benevolente con él y con su obra, pues a pesar de sus imperfecciones lo ha hecho con buena voluntad. Cito:
Y comer hasta por los codos, invitando a los bardospara pretender escribir y comer como ellospero como todo se sufre, repito,tal vez con el esfuerzo continuo de erguirse entre la malezase logre al menos superar alguna pequeña ignorancia.
(Como los espejos de Colón, pp. 84)
III) Carpe diem
Aprovechar el día, vivir intensamente la vida, hacer notar la fugacidad de ella. Cito:
Aprovechemos el sol y hablemos en calienteQue surjan idiomas que hagan palidecer a esa Babel rebeldeNo más cautivas, las idas sugieren un escape de rodillas a lo más hondo del cuerpo[…]lo arriesgo todo, corroPorque estuve, ya no estoy.
(La nada a medias, pp.51)
IV) Efectos del amor
El amor y sus efectos se conciben como una enfermedad, que son pruebas de que el poeta sufre la enfermedad del amor. En Francisco de Quevedo, de quién es el epígrafe que inicia el texto que da nombre al libro, se despliega este tópico en varios poemas uno de ellos se llama Es hielo abrasador, es fuego helado, lo que nos remite nuevamente a la intertextualidad que el escritor ejecuta a través de elementos como la paradoja. Cito:
Me hago la idea de mantener los pies suspendidosvolados, inyectados de imágenesen el patio de tu casa, por ejemplo,me encontrarás colgado(metafóricamente hablando)con el estómago revuelto de tanta prisaaunque no veas mis zapatos convirtiéndose en el pasto que mastico para rumiar mi desequilibrio,mirando de soslayo, me cuelo con pie de gato.[…]Tal vez adquiera un perro lazarillome tatúe con alfiler caliente tu nombre en lugar íntimoo llore sobre la inexistencia de una piedra.[…]para que leas los petroglifos de mis cálculos renalesel origen de toda esta poesía(…) o morirme, precavidamente hablandosin ese miedo que todo lo fea.
(Precavidamente hablando, pp. 67-68)
Finalmente, en Precavidamente hablando, la autobiografía se ejerce y acciona desde la máxima “de ipse, silemus” o de uno mismo, mejor no hablar. Existe un constante desencanto, un mundo idealizado y erotizado que se fracciona infatigablemente en lo que pareciera un racconto circular, que se evidencia patente en el romanticismo fracasado y el encierro. El texto en prosa No es para matarse (pp.56-57) condensa ambos temas, lo que recuerda levemente a registros contrariados quiebres del yo en el periodismo gonzo. Cito:
Ella ha salido de tu vida, completamente. Fueron años hermosos, sin duda, pero la palabra perenne solo se debiera usar metafóricamente para nombrar lo que dura una vida, quién sabe. Luego viene lo de costumbre. No solo se desarma un departamento, un hogar, se desarma también la rutina, se descompensa el día, el que habitualmente terminaba en el mismo paradero, después de haber tomado la misma micro, para besar esa única boca.[…]No recompensa la vida, pero tampoco la muerte, y la rutina se convierte en una enfermedad de la cual quieres salir a toda costa.[…]Ya no tomas micro, eres un hombre nuevo, te compras una bicicleta de segunda mano de dudosa procedencia (para el ejercicio, dices) frecuentas lugares que antes no frecuentabas, por temor al ridículo, recuerdas que tienes más de treinta, pero lo disimulas muy bien, ¿dónde voy?[…]Te das cuenta que en realidad no quieres nada, ni casa, familia, ni hijos, sólo que pase el tiempo, que la vida sea como un día intenso que termina boca arriba en la cama de una habitación sin cortinas, disfrutando ese rápido cambio en los matices del cielo cuando amanece.
[1] El escritor Patricio Serey (1974), San Felipe, ha publicado anteriormente Con la razón que me da el ser vivo (Ediciones Centro Almendral, 2002) y la plaquette De profesión ahogado (Ediciones Casa de Barro, 2007).
[2] Calvino, Ítalo (1992). Por qué leer a los clásicos, Barcelona: Tusquets.
[3] —(1998). Seis propuestas para el próximo milenio, Madrid: Siruela.
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