La representación de la mujer y la prostitución en Anarquía en Baviera
como una proyección de la historia y el consumismo
por Gladys González
(…) los reformadores religiosos consideran al individuo como instrumento de la divinidad,
los legalistas como función de la ley y los socialistas como máquina de producir y consumir.
Ninguno le da valor personal por sí mismo, sino como responsable ante las abstracciones
que cada uno sostiene, pretendiendo hacer de él el fin de sus designios.
los legalistas como función de la ley y los socialistas como máquina de producir y consumir.
Ninguno le da valor personal por sí mismo, sino como responsable ante las abstracciones
que cada uno sostiene, pretendiendo hacer de él el fin de sus designios.
E. Armand
Rainer Werner Fassbinder (Alemania,
1945-1982) en tan solo catorce años dirigió, escribió y adaptó una
treintena de obras de teatro, realizó cuatro producciones radiofónicas,
rodó dos cortometrajes, veinticuatro películas para cine y diecisiete
para televisión, incluyendo cuatro series que suman un total de
veintitrés episodios, abarcando el cine de gánsteres, adaptaciones
literarias y melodramas ante todo, sin olvidar una particular incursión
en el western y la ciencia-ficción. Fue productor, co-productor y
guionista de la gran mayoría de sus películas y de tres obras ajenas.
Fotografió y se ocupó de la escenografía de algunos de sus films.
Participó en el montaje de casi todas sus obras bajo el seudónimo de
Franz Walsch, además de actuar como actor protagonista, secundario o
figurante en sus propios films y en los de otros autores. Polémico,
multifacético, anarquista e inconformista, con él nació y murió el cine
alemán de posguerra. La angustia y la transgresión fueron parte de su
proceso creativo y de sus demonios: “No veo motivos para sentirme feliz
cuando compruebo cómo vive la gente. Cuando me cruzo con ellos en las
calles y veo sus rostros y sus vidas, me siento embargado por la
desesperación. A veces tengo ganas de gritar”[1].
El contexto histórico de los años 1961-62 fueron intensos para Alemania: el levantamiento del Muro de Berlín y los horrores del nazismo volvían a ser tema de debate en la opinión pública, despertó así preguntas que habían quedado enterradas en la sociedad y que los nuevos directores aprovecharon para llevar a cabo una fuerte crítica a la sociedad contemporánea. Los nuevos realizadores veían como fundamental confrontarse y confrontar a la sociedad con el pasado nazi. Y el cine parecía ser un elemento privilegiado para consumar este objetivo ya que había sido primordial para la propaganda nazi. El pasado fragmentado que todavía no encontraba un lugar en la historia de Alemania, necesitaba una unidad, una identidad y la manera de lograrlo era a través de imágenes y sonidos. Había que buscar una nueva interpretación de lo sucedido y romper con el vínculo de negación que la República Federal Alemana ofrecía[2] y Fassbinder lo hace primero con el teatro y luego con el cine.
Fassbinder y su Anfiteatro se ven
fuertemente influenciados por el Teatro de la Crueldad de Artaud, que
citando Derrida en el prólogo de Chanchán Olivos (pp.17): “buscaba
la destrucción efectiva, y no teórica de la civilización occidental,
de sus religiones, de todo lo que proporciona, en la filosofía, sus
cimientos y su decorado al teatro tradicional”. Rechaza la filosofía
desde Kant y Hegel, la fe en el lenguaje y la civilización de la razón,
con resultados de guerra, opresión y devastación. Es sobre un teatro
que busca transformar la sociedad,a través de una enseñanza horizontal,
educando a la juventud en la insumisión y el cuestionamiento de lo
establecido. Por esto se declara feminista y (…) busca un camino en los
destinos de mujeres fuertes, homosexuales e insurrectos
demostrando que la jerarquización de los discursos disfraza de forma
efectiva las elecciones y decisiones en la vida de las personas.
Una de las principales influencias para
Fassbinder en el cine y, por ende, en la posterior narración dramática
fue el melodrama teatral y social de Douglas Sirk[3], un emigrante europeo exiliado en Estados Unidos quien decía sobre su propio trabajo: El cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, muerte y amor. (…) No
se pueden hacer películas sobre las cosas, sólo se pueden hacer
películas con cosas, con luz, flores, espejos, sangre y con todas las
cosas fantásticas que hacen que la vida valga la pena ser vivida. Sobre Sirk, su cine y el tratamiento de la figura de la mujer Werner Fassbinder dice lo siguiente: Las
mujeres de las películas de Sirk piensan y nunca he observado eso en
las películas de otros directores. Normalmente las mujeres simplemente
reaccionan o hacen lo que hacen todas las mujeres en las películas. Es
maravilloso ver a una mujer pensando. Eso da una esperanza real[4].
El amor, absolutamente tanático, es
representado en sí mismo como un antihéroe, como una fría esclavitud
-tal como lo señala el título de una de sus películas El amor es más frío que la muerte
(1969)- que invisibiliza, manipula, oprime y trastoca la realidad
transformando y proyectando la prostitución femenina como un fenómeno
estandarizado y politizado que establece relaciones de compromiso,
sometimiento y pertenencia con la sociedad a través de ingenuas
relaciones de poder con los hombres y dinámicas que perpetúan el estado
de cosas, el status quo. La figura de la mujer es la de una
dadora de bienes y servicios de consumo con los que se siente
representada y viva, obligándola a asumir un estilo de vida, un símbolo
de la necesaria especialización de oficios que requiere el
neoliberalismo para controlar los espacios culturales. Se reduce el
propio discurso para armonizar con el entorno, para unificar modelos de
conducta, así con un rápido sondeo o adaptación estética del carácter y
las emociones se pueden establecer patrones, tal como en la
publicidad, quedando la mujer en un lugar subrepticio atrapada por ese
amor esclavo, por la entrega, por la mala educación sentimental
occidental. Porque una mujer que no es esclava de sí se convierte en un
factor de subversión, de dudas, de aislamiento. Lo femenino,
convenientemente, debiera ser la calma, el aguante, la falta de
decisión, algo que Fassbinder reprueba y satiriza en sus personajes.
El personaje NIÑA PUTA declara: Podíamos
comprarnos ropa y éramos felices cada vez que podíamos ahorrar algo. A
mi Luis, le daba dinero para vivir, y se quedaba conmigo y todo tenía
sentido. Él podía vivir sin hacer nada y yo podía amarlo. Le regalaba
ropa, así se veía guapo. Más guapo que todos los demás[5].
Son las carencias de una infancia corroída,
de una historiografía nacional sucia y decaída por la megalomanía, las
carencias por la ausencia de la figura paterna, de una figura de
estado, que se observa no sólo en lo afectivo sino en la falta de
entronización social con el sufrimiento y soluciones que aseguren el
bienestar y la igualdad hombre-mujer en el ámbito valórico. Todo se
transa, todo se compra, se vende, se alquila, se usa, se bota, se
desecha, se olvida, se renueva, no hay memoria histórica ni política
que sirva de referente para analizar el entorno, todo es rápido, todo
es a pérdida, todo es melancólicamente aquí y ahora.
Las prostitutas del libro Anarquía en Baviera
tienen asegurado su rol como actores sociales, como ciudadanas, como
seres vivos, a través del intercambio de dinero, de la transacción que
se realiza ya no a través de las relaciones sexuales con sus clientes
sino con el intercambio que se realiza en su interior, dinero por
libertad, dinero por exitismo, dinero a cambio de todo. El personaje MADRE DE TODAS LAS PUTAS lo expresa de la siguiente forma: Antes
éramos felices porque teníamos un objetivo. No sabíamos nada y no
podíamos nada tampoco. Y nos palpábamos y éramos desgraciadas. Y después
nos volvimos putas. Concientemente, saben. Con total conciencia. Por
primera vez, éramos realmente responsables de algo. Imagínense, yo
tenía tanto amor en mí, que no quería solamente un hombre, estar
casada, ser la puta legítima. Yo quería ser libre con mi amor. (…) El
dinero nos liberó de todo. Y este dinero, ¡lo ganamos con nosotras
mismas! [6]
Una forma de darse al amor mediante la
explotación de sí mismas como mercancía, como inmuebles o activos de
una sociedad centrada en el orden, inclusive en el orden de las
relaciones sexuales, la liberación en la cama no es con la mujer
legítima sino con las prostitutas, a escondidas, entonces no hay tal
liberación, no es real, se compra, se hace propia, se adquiere,
nuevamente esta esclavitud enfermiza y llena de neurosis que pretende
hegemonizar el ente institucional masculino. Fassbinder respecto a esto
expresaba lo siguiente: Las mujeres, como los demás miembros
oprimidos de la sociedad, tienen que realizar acciones bajas e inmorales
para sobrevivir, lo que explica el tipo de opresión a que están
sometidas[7].
Así estas mujeres exhiben su cuerpo, como cuerpo social, como
portadoras de un falso e inestable status, vulnerables, carentes e
ignorantes, excepto del concepto de mercado, son una metáfora de una
sociedad estereotipada y anquilosada por el capitalismo con su promesa
del lucro, de la compra y la venta como fuente de felicidad, como un
substituto a la reflexión y el encuentro. Fassbinder señala: No soy
misógino. Solo me tomo a las mujeres mucho más en serio que otros.
Cuando me pongo a pensar sobre mí mismo y sobre mi vida, Alemania
estaba sufriendo una fase de extrema politización. Así que desde el
principio no veía a las mujeres como mujeres sino como seres humanos.
En el texto se revela el concepto de anarquía
como un movimiento en contra de la jerarquía, es decir, contra la
estructura organizante que da cuerpo a la autoridad[8]: El
vocablo anarquía viene de dos palabras griegas que significan
negación o ausencia de gobierno; de autoridad, de mando. En el sentido
de desorden no nos interesa, pero debemos reconocer que la
significación de reglamentación le es completamente exótica. Según su
fisonomía verbal el término anarquía es esencialmente negativo o
crítico, y nunca positivo o constructor. Sin embargo, por extensión se
le ha hecho designar una concepción filosófica de la sociedad, sin
obligación ni sanciones autoritarias. El anarquista es el protagonista o
realizador de las ideas y de los hechos consiguientes a la anarquía, y
el anarquismo no es más que el procedimiento, la descripción ideal, el
punto esencial especulativo y práctico para llegar al más allá. (…)
prácticamente puede considerarse como anarquista a todo el que después
de una reflexión seria y consciente, rechaza toda coerción
gubernamental, intelectual y económica, o sea toda dominación, cuyo
corolario económico es la explotación del hombre por el hombre, del
hombre por el medio o del medio por el hombre[9].
En los postulados de Armand podemos ver que
los elementos enunciados por la sociedad de Baviera se condicen con
los tratados anarquistas, transformándose el texto de Fassbinder en
denuncia: Si se trata de las relaciones sexuales o afectivas, no
hay nada más absurdo que los prejuicios en que reposan y las
consecuencias que producen. Es una infamia general que se tolere una
moral femenina distinta a la masculina. En esta cuestión la mujer está
doblemente sometida a la esclavitud y a la ignorancia y sufre además la
anormalidad de la castidad o pureza sexual forzosa. Al amor esclavo,
único que conoce la sociedad actual, debe oponerse el amor libre; a la
dependencia sexual de la mujer, considerada generalmente como carne de
placer, la libertad sexual o sea la facultad para ambos sexos de
disponer a su antojo de los deseos y aspiraciones de su temperamento
sensual o sentimental. (… ) La mujer que por deber anarquista se
creyese en la obligación de entregarse a cualquier camarada sin atender
a sus inclinaciones, sería un verdadero contrasentido de la misma idea[10].
El libro también trata el tema de la familia y
el consumo, la familia como sostén de la sociedad, dado que el estado
es la "más alta" forma de jerarquía se traduce en queja social, sobre
lo que Armanden el capítulo X, del libro El anarquismo individualista,
lo que es, vale y puede[11], llamado El anarquista individualista como refractario escribe: Respecto
a la familia, el anarquista se halla en profundo desacuerdo con las
ideas dominantes, las cuales basan aquella sobre bienes con gran
frecuencia puramente circunstanciales y que conceden al padre una
autoridad tiránica, como la de dirigir la educación del niño,
inclinándole a una carrera dada, falseando las más de las veces su
porvenir intelectual y moral. Casi todos los padres tienden a hacer de
sus hijos, considerados como otra forma de propiedad, no seres capaces
de pensar por sí mismos y reaccionar contra las influencias
hereditarias, no focos de iniciativa, sino fotografías y reproducciones
reflejando las ideas y los gestos progenitores. (…) Creerse en el
derecho de dirigir la vida ulterior de un vástago, porque durante algún
tiempo se le ha asegurado la subsistencia, es para el anarquista tan
tiránico como la pretensión de algunos patronos que, por el hecho de
proporcionar el trabajo, quisieran imponer a sus asalariados la
obligación de asistir a misa. La verdadera familia es la que se une por
afinidad de ideas, caracteres y temperamentos y aunque tal pueda
suceder también por la única base del lazo genital, lo cierto es que
toda presunción autoritaria perjudica al buen acuerdo entre sus
miembros. Dicho esto, se comprenderá que el anarquista es adversario
únicamente del concepto estrecho que hoy se aplica a la familia.
Como cierre citaré a la escritora Lucy Oporto quien sobre la obra realiza el siguiente análisis: Analizada en retrospectiva, Anarquía en Baviera
presenta una revolución basada sólo en la inmediatez de la supresión
reactiva del orden establecido, sin un trabajo reflexivo profundo, cuyo
horizonte es una liberación sexual y de los cuerpos, y una libertad
sin contenido. Pero dicho horizonte es una farsa. Su potencial como
instrumento de dominación y control social no tardó en ser asimilado y
procesado por el capitalismo, para la consolidación de su industria del
envilecimiento y la destrucción de la conciencia. Convirtió el sexo,
el cuerpo, la transgresión y la provocación en objetos de consumo y
fines en sí mismos, bajo la promesa de emociones sin compromiso y
simulacros de una libertad sin límites, cuya única finalidad es la
reproducción de sus mercados e ideología[12].
* * *
Notas
[1] En prólogo de Anarquía en Baviera por Chanchán Olivos, pp.20-21.
[2] http://www.berlinamateurs.com
[3]
Para más información sobre la relación entre el cine de Fassbinder y
Sirk, así como un análisis sobre Anarquía en Baviera, véase texto de
Lucy Oporto:
http://edicionesinubicalistas.blogspot.com/2013/05/anarquia-en-baviera.html
y http://letras.s5.com/lopo150513.html
http://edicionesinubicalistas.blogspot.com/2013/05/anarquia-en-baviera.html
y http://letras.s5.com/lopo150513.html
[4] Véase en: http://www.rafamorata.com
[5] Anarquía en Baviera, pp. 109.
[6] Anarquía en Baviera, pp. 106-107.
[7] Véase en: http://www.rafamorata.com
[8] Véase en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/utopia/html/anarca02.htm
[9] Véase en: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/armand/11.html
[10] Véase en: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/armand/11.html
[11] Véase en: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/armand/11.html
[12] Véase en:
http://edicionesinubicalistas.blogspot.com/2013/05/anarquia-en-baviera.html
y http://letras.s5.com/lopo150513.html
http://edicionesinubicalistas.blogspot.com/2013/05/anarquia-en-baviera.html
y http://letras.s5.com/lopo150513.html
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