por Felipe Moncada
La idea de generar esta instancia de encuentro entre poetas y artesanos, nace desde el quehacer de la Editorial Inubicalista, que tiene como uno de sus propósitos la elaboración de libros artesanales. En el desarrollo de esa práctica van surgiendo reflexiones sobre las maneras de producir objetos y sobre la forma condicionada que el mercado cultural propone como la correcta, que sería integrarse a la industria cultural y a la idea institucionalizada de hacer de cada creador un microempresario.
El hecho de crear un objeto manualmente, establece una relación táctil con él y reduce su condición seriada, de distribución masiva, para eso están las grandes editoriales y los mecanismos de la cultura de masas. En relación a esto me gustaría recordar la pregunta que hace Gabriela Mistral en su texto El alma de la Artesanía, allí pregunta: ¿fue siempre el obrero una máquina desgraciada de cortar suelas de zapatos? Al ver el trabajo de los artesanos de este encuentro y de los cientos que iluminan el territorio, se puede comprobar que esa época del trabajo guiado por el espíritu no es una arcadia y en nosotros está conectarnos a su médula. La relación con los materiales, en este caso el papel, y todos los procesos de transformación al que es sometido, hacen consciente -a quien lo manipula- del fenómeno de metamorfosis que es producir un libro. Procesos alquímicos que se podrían extender a la madera, el metal, el cuero, la arcilla. De ahí nace su parentesco con otras disciplinas artesanales que comparten una filosofía de manufacturación [ii], tomando distancia de la producción en serie.
¿Y qué relación podrían tener artesanía y poesía?, ¿no será una arbitrariedad temática? Quizás el hecho de intentar su escritura y trabajar en su corrección y edición, facilita asimilar las inevitables metáforas que emparentan sus procesos: el modelado, pulido, tallado, en fin, la similitud de procesos para formar un objeto único, con la tensión a que se somete el lenguaje para crear esa unidad atemporal que es el poema. La otra coincidencia, más cotidiana, tiene que ver con la existencia de poetas artesanos. Todo aquello parece un interesante punto de partida para proponer reflexiones sobre el oficio y su pérdida de sentido en medio de un neoliberalismo feroz.
¿Y cuál sería la relación de la artesanía con la poesía popular?, pues la invitación a un cultor y una investigadora en ese ámbito, amplía la temática del encuentro. Creo que, a parte de ser ambas, expresiones de creadores del mundo trabajador, las dos requieren de una disciplina rigurosa pero también permiten desplegar la creatividad, pues sin imaginación no hay poesía ni artesanía, en ambas lo expresivo está condicionado a la forma: la métrica en el caso de la poesía popular; las asperezas de la materia en el caso de la artesanía. El tema queda abierto para seguir buscando similitudes o diferencias. Finalmente es necesario hacer notar el carácter experimental de este encuentro y agradecer a la Fundación Neruda por acoger la iniciativa, proponer instancias de diálogo y facilitar las locaciones para hacerla posible.
Presentaciones
Los dos poetas que me corresponde presentar, tienen puntos cardinales similares, pero desarrollan de manera muy distinta su escritura, o, para ser más precisos, su oralitura. Ambos provienen de un origen campesino y desarrollan la tradición de distinta manera, uno desde la métrica y el otro al ocuparse de estilo de vida que parecieran sepultadas por la postmodernidad, pero que siguen existiendo en un sustrato profundo de la sociedad. Ambos han hecho auto-publicaciones de sus libros a lo largo del tiempo, las que lamentablemente parecieran haber sido ignoradas por las antologías de turno, un gesto que sería bueno revisar por quienes tienen acceso a la difusión y producción de obras literarias, de manera de no eternizar la división imaginaria entre poesía culta y popular.
En el caso de Carlos Muñoz, el “Diantre”, la oralidad es evidente, pues la métrica de la décima, la cueca, el brindis, el contrapunto, están hechas para el oído, son el relato ingenioso del hecho policial, político, social, que atrae la conversación callejera, y en ese sentido se trata de un poeta urbano, aunque las formas que usa tenga un origen o un arraigo campesino. ¿Y en qué sentido podría afirmar que Chiri Moyano es un poeta oral? Creo que la relación está en la manera de componer sus poemas que se basa en una voz, una palabra, una frase, que van tomando peso en los pensamientos, van formando cuerpo en el insomnio, maduran en el silencio, pulidos por la voz interior, es por eso que quedan grabados en su memoria y muchas veces puede decirlos sin tener que recurrir a la escritura, poseen un ritmo claro, que es en verso libre la melopea propia de Quebrada de Alvarado, del interior de la república de Andorra. Curioso, ambos poetas nacen en el corazón campesino de la quinta región, separados por unas pocas cumbres y hoy se reúnen en esta mesa.
El Diantre
Carlos Muñoz, el Diantre, nace en Curacaví en el año 1955. Ha publicado los siguientes libros: Ni güelta que darle (1993), Con pelos y señales (1994), A rienda suelta (1996), Arrastrando el poncho (1998), Duro y parejo (2005), todos ellos en Valparaíso. Además ha realizado compilaciones temáticas de sus décimas en 12 breviarios bajo el sello Ediciones luz propia. También publicó 28 números de El prosudo, ejemplares de literatura de cordel a la manera de la Lira Popular. Hay en él una constante crítica al autoritarismo, desde sus primeros trabajos en tiempos de dictadura, hasta la corrupción y arreglo de bigotes en la actualidad neoliberal. Sus versos tematizan muchas veces lo que la agenda de la prensa pone en la boca de la gente, aunque evidenciando, a la vez, lo que la prensa oculta, pero quien mejor que él para presentarse y profundizar en la llamada poesía popular.
Chiri Moyano
Cristian Moyano Altamirano, Chiri Moyano, nace en Quebrada de Alvarado en el año 1974. Ha publicado los libros: Hace siglos que no iba a la ciudad (1998), Taciturno (1999), Las cosas de magdalena (2002), Las confesiones del caballero andante (2004), El olivar (2011). Su poesía está marcada por la resistencia frente a la pérdida del sentido, el arraigo a la tierra, la dignificación de campesinos, pero también de la cultura callejera, el viaje como aprendizaje, su rechazo total, pero lírico, a la brutalidad de un sistema que proclama la muerte de la semilla, la venta de la tierra, el desprecio por formas de vida que se desenvuelven en el carbón, en el sudor de la faena dura. También ha participado de investigaciones sobre religiosidad popular, recopilado relatos campesinos del cordón La Campana, y últimamente ha documentado oficios perdidos del interior de la región de Valparaíso.
[i] Participaron los poetas Alejandro Lavín, Pablo Araya, Bernardo González, Carlos Muñoz (el Diantre), Chiri Moyano. Presentaron Jaime Pinos, Sergio Muñoz y Felipe Moncada. También participó la investigadora Micaela Navarrete.
[ii] Del latín “manus” mano y “factura” que es hechura.
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