El concepto de ediciones
independientes nace en la década de los noventa, como reacción a fenómenos
mundiales del capitalismo tardío, como lo son la absorción de editoriales
nacionales por grandes consorcios y su transformación en función de los
lineamientos del mercado, estos síntomas ocurren a nivel internacional, los que
ya han sido largamente comentados en algunos encuentros a nivel latinoamericano[i]. Entonces
el concepto nace desde editoriales establecidas, que se resisten a la absorción
por parte del mercado, tratando de mantener los propósitos originales del
libro: ser un agente cultural, transmitir ideas, mostrar y hacer circular la
diversidad cultural de los pueblos, estimular la imaginación, fomentar la
reflexión, entre otros propósitos del ámbito de la cultura.
Por otra parte, quizás
producto de la masificación de las tecnologías, ha ocurrido que grupos de
personas, colectivos de arte, escritores, etc., se han dado cuenta que pueden hacerse
cargo de la producción material de libros y han emprendido un catálogo propio,
muchas veces partiendo desde sus preferencias afectivas o la singularidad
territorial en que se desarrollan. La pregunta que surge entonces con esas
micro-políticas orientadas a la edición de libros es: ¿el hecho de producir
libros a pequeña escala, es suficiente para considerarse una editorial
independiente?
Pensemos por contraste, ¿de
qué puede depender una editorial? En general sucede que ciertas “empresas
culturales”, llámese universidad, institución financiada por el estado, partido
político, fundación privada, deciden comenzar a publicar textos como una manera
de difundir la obra de autores de su interés, o legitimarse como institución
desde de un discurso que le permita la expansión de sus redes sociales e
intelectuales, así como su campo de influencia. En esos casos, es evidente que
el criterio de la editorial estará bajo las restricciones de la institución,
por muy democráticos que se planteen sus fundamentos, siempre tendrán que
coincidir con los propósitos del directorio.
Veamos ahora el caso de otro
grupo excluido en el concepto de editoriales independientes. Me refiero a
aquellas editoriales que optan por seguir todos los procedimientos del mercado
para la difusión y comercialización de sus obras, aunque en este caso sería más
adecuado hablar de productos. El esquema a seguir sería: estar legalizados como
sociedad comercial, tributar a impuestos internos, inscribir las obras en el
registro de propiedad intelectual,
distribuir en librerías, establecer contratos legales con los autores,
publicitar sus producciones, hacer circular comentarios favorables y cuadrar la
caja una vez finalizado el proceso. En este caso la dependencia directa es al
mercado, entendido como un circuito donde se inserta el libro y compite en el lenguaje de las ventas y
la publicidad, de manera que obtenga logros
de posicionamiento o beneficio material. El paradigma de ese tipo de editor es
el hallazgo de un best seller que funcione como mina de diamantes, eso va a determinar
su criterio sobre las publicaciones y el tipo de distribución que se realice,
por eso la piratería será su peor pesadilla una vez logrado el éxito.
¿Qué significaría ser
independiente al mercado? Esa es quizás una pregunta clave, pues muchas micro-editoriales
funcionan con una lógica similar a la descrita, pero a una escala menor, es
decir, crean, o aspiran a crear su propio circuito comercial, o aspiran a
competir en un plano material, reforzando a otra escala la lógica mercantilista
de la industria cultural.
Las herramientas nuevas,
también han abierto la posibilidad de producir a mediana escala libros a
pedido: la antología de un centro cultural, la historia de una institución, el
libro final de un proyecto con financiamiento estatal, la autoedición de un
escritor aficionado, una colección de relatos de un taller literario, etc. En
ese caso no interesa la cualidad de la publicación: ni su contenido, ni la
forma en que está escrita, ni el destino que tenga, pues el supuesto editor ha
asumido el rol de fabricante de libros, una especie de mercenario de la
producción, cuyo norte es el lucro, algunas veces justificado en sostener la
edición de textos que realmente den cuenta de creación original o de un
relevante aporte cultural: la utilización del lenguaje de las buenas
intenciones, comprado en el mercado de lo políticamente correcto.
Ser independientes sería
entonces -entre otras cosas- practicar conductas ajenas al mercado en cada una
de las etapas de la edición del libro, estas se podrían dividir tentativamente
en: criterio editorial, diseño editorial, producción, distribución, difusión,
crítica. Sobretodo volver al sentido original del libro, ser un portador de
ideas y como retribución esperar la interacción de esas ideas con el medio, suponiendo
que existe una capacidad de reflexión, síntesis y respuesta. Y en caso que no
exista, colaborar en la creación de mecanismos y soportes para que suceda.
Por otra parte
está el rol territorial que pueda tener una editorial, como garante de la
diversidad. Así es como muchas editoriales alejadas del centro político y económico,
han optado por escalas de producción artesanal, pasando por el lado de los
marcos legales del libro, para publicar autores que de otra manera serían
marginados de una posible circulación, un “silenciamiento de voces”, que
claramente atenta contra ese ecosistema de ideas llamado diversidad. Poéticas
que no interesan a un discurso centralista: historias locales, narrativas que
dan cuenta de sensibilidades ajenas al ruido del neoliberalismo, cosmovisiones
alejadas de la industria cultural, en fin, ideas que no pasan por el filtro de
la cultura masiva y que finalmente son las que reflejan el estado de salud de
una sociedad. Parece que el ruido ha sabido imponer su política de indiferencia
y los ideales neoliberales han penetrado hasta estratos profundos del
pensamiento y no solamente en los “consumidores”, sino también en los propios
actores culturales. Me ha tocado observar, por ejemplo, en encuentros de medios
independientes o ferias editoriales, un clima de falta de interés hacia lo
ajeno, de hablar mientras el otro habla, una especie de institucionalización de
la sordera y la indiferencia, como si la amputación de la curiosidad se
confundiera con un mal entendido escepticismo, y validara mediante ese gesto,
una supuesta calidad de lo propio. En ello se puede apreciar como han hecho
bien las cosas quienes quieren ver al mundo de la cultura fragmentado,
batiéndose a duelo por los pocos recursos que otorga el estado, fabricando autores para el mercado, o
intentando liderazgos a imagen y semejanza del mundo empresarial. No me refiero
aquí a que las editoriales que optan por una lógica empresarial no debieran
existir, pero si al menos, creo que no debieran utilizar un supuesto discurso
de independencia para ocupar sitios “alternativos”, ya que banaliza los
esfuerzos y facilita la absorción por parte del mercado, vía moda, de las
actitudes naturales de resistencia que nacen en una sociedad.
Acciones concretas
Vs el rol del estado
En ese panorama la idea de
autogestión toma fuerza, contra lo que Lucy Oporto llama la mezquindad organizada, es contra
ese silenciamiento de voces, que puede parecer tan inocente como un olvido, que
es necesario reaccionar ante la lógica de industria cultural, observar sus
aspavientos con lejanía, crear instancias de diálogo, compartir experiencias,
difundir conclusiones, fortalecer la autogestión y las redes de colaboración.
Como se trata de un fenómeno mundial, se han hecho ya varios encuentros
internacionales para analizar y comparar micro-políticas editoriales, Gijón
(España, 2000), o EDITA (Encuentro Internacional de Editores Independientes)
que ya lleva 22 versiones. Así es como en octubre de este año vamos a tener la
posibilidad de conocer el estado de las ediciones independientes en Argentina,
Perú, Bolivia, Venezuela y Chile, en un Encuentro
Latinoamericano de Editoriales Independientes a realizarse en Valparaíso y
organizado por la poeta y gestora cultural Gladys González. Es de
esperar que sea una oportunidad de compartir y debatir en profundidad las
micro-políticas de cada editorial, con el propósito de crear lazos y
estrategias comunes en función de democratizar cada vez más el libro. Si bien
se trata de un proyecto financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes (CNCA), es necesario decir que se debe a la habilidad de la gestión, y no
a un interés nacido desde el estado, como se expondrá más adelante.
De lo que ocurre en Santiago,
debieran citarse eventos como la Furia
del Libro y la Feria
Anarquista del Libro, como importantes referentes, que de sobrevivir y multiplicarse,
acercan a las personas a ideas que no pasan por el control y filtro del
mercado.
¿Cómo actúa el estado ante
esta nueva realidad de las editoriales independientes?,
como es lógico, y más aún para un
gobierno de derecha, el estado actúa como administrador de fondos, y desde esa
perspectiva su principal preocupación es que esos fondos circulen por sus
venas, es decir, promueven la formación de empresas culturales que a su vez
tributen a Impuestos Internos, de manera que el dinero “invertido” en cultura
regrese a sus bolsillos. Es significativo, por ejemplo, de las políticas
actuales del Gobierno de Chile, que en una cláusula para las Becas de Creación
Literaria (2011), soliciten la carta de una editorial legalmente constituida,
firmando un acuerdo de edición para la obra (aún no determinada). Es curioso entonces,
como el estado delega a las editoriales constituidas, el criterio que debiera
pertenecer a la crítica especializada o a los evaluadores de los fondos,
aislando de paso a las editoriales sin existencia legal, que son las que
manifiestan las verdaderas inquietudes territoriales, como expresión natural de
la diversidad. En las bases para ediciones de libros del CNCA, las invitaciones
a la Feria del Libro de Guadalajara y los Fondos de Medios Regionales, también
se solicita la constitución legal de los participantes, su inicio de
actividades en el SII, como si el fantasma de la evasión de los impuestos fuera
la única preocupación del estado, motivando el concepto de industria, para que
nada quede sin la supervisión económica, que a su vez conlleva un filtro de
contenidos. En resumen, en vez de reconocer las micro-editoriales como una
realidad y fomentarlas, ya que dan cuenta de contextos que enriquecen el
espectro cultural con manifestaciones de identidades locales, el estado
condiciona su ayuda a que las micro-editoriales se transformen en organismos
contribuyentes, aún cuando el lucro no sea el propósito de esas organizaciones.
Para
finalizar, me gustaría reforzar la idea de que la voluntad editorial, llevada a
cabo mediante la autogestión y la organización territorial, es un fuerte
impulso vital, que aprovechando inteligentemente las vinculaciones con
instituciones o entre las mismas editoriales independientes, pueden
democratizar cada vez más el acceso al libro, con todo lo que ello conlleva
finalmente: vivir en una sociedad más habitable, en que los temas de discusión
y conversación no vengan impuestos desde los medios masivos, sino desde el
corazón mismo del pueblo, aunque esa palabra cause conflicto, el conflicto
siempre será mejor que la sordera o la curiosidad amputada.
[i] A medida que
las industrias culturales adquieren una gran importancia económica, se genera
una tensión inevitable entre los objetivos esencialmente culturales y la lógica
del mercado, entre los intereses comerciales y el deseo de un contenido que
refleje diversidad. Fragmento del informe de la UNESCO Nuestra
Diversidad Creativa, citado por Pablo Harari en el Primer Encuentro
Latinoamericano de editoriales independientes, Guijón, España, 2000.
Me parece que esa sordera institucionalizada nosotros la hemos vivido en carne propia. Hemos estado en ferias de editoriales independientes, realizado una feria del libro con Arcis donde fueron invitadas las editoriales independientes, tenemos una revista que ya va en su 21 edición, tres libros sacados por una editorial independiente, una segunda edición de uno de ellos por ediciones universitarias y sacaremos otro libro con gráfica y poesía de morelia y valparaíso y sentimos que apenas nos conocemos. Porque las mismas editoriales independientes poco creen en el trabajo de nuestro centro, no nos visitan cuando los encuentros son abiertos, no mandan poemas para ser publicados en nuestra revista. No se acercan los editores y dicen, hagamos un trabajo en conjunto. Y cuando lo hacen como en la caso de nosotros, reciben la crítica del mismo gremio. Nuestro centro tuvo que buscar una imprenta y convertirse en editorial porque hay una mezquindad reinante en ese mismo medio. Una falta de proyección terrible. Nosotros nuevamente los invitamos a nuestros encuentros.
ResponderEliminarHola, no entiendo muy bien a quien está dirigido el comentario, o cuales son las actividades o invitaciones, quizás en esa falta de claridad pueda estar la poca fluidez de la comunicación que lamentas.
ResponderEliminarNo creo que por hecho de no poder o querer asistir a una invitación se pueda suponer una mezquindad en el otro, lo que conlleva una carga negativa que no ayuda a construir ningún diálogo. Hemos realizado varios trabajos en conjunto con otros colectivos, producto de afinidades temáticas (no siempre ocurre) y de un diálogo, pero si manejas las "relaciones exteriores" en un tono agresivo, difícilmente vas a generar entusiasmo o interacción. Como editores no podemos obligar a nadie a que les interesen nuestros trabajos, sino es por la vía de la "seducción", es como si un escritor se enojara por que no leen sus cuentos o sus poemas. En fin, me parece que antes de reclamar una atención hay que construir un diálogo sano. Saludos.
Yo creo que los Casa Azul siempre andan llorando por lo que hacen, por lo que no hacen, porque hacen y nos lo toman en cuenta, porque no quieren hacer y tienen que hacer de todos modos, en fin, puras lágrimas y al final en todos estos años ni un destelllo de verdadera calidad en algun librito, en alguna pintura, en algo que vaya más alla de andar llorando con carteles de sos, rescatando a la cultura del demonio. Los encuentro uno de los colectivos más ridículos y llorones de todo el Litoral. Cristian Pesso.
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ResponderEliminarYo creo que es peor vivir con miedo y en una cobardía silenciosa, para acomodarse en el medio cultural porteño y no tener problemas con los amiguitos ¿Alguno de ustedes estuvo denunciado el acaparamiento de Carvajal en Viña, o tampoco lo sabían? ¿hablaron de la corrupción de Moro? Mira como se van traicionando los discursos de antineoliberalismo y las declaraciones de espíritu crítico. No podrían ir con un cartel a ninguna parte, porque tienen miedo de perder amistades. Si quisiéramos que se nos tomara en cuenta, no hubiéramos hecho todo lo que hicimos y les estaríamos haciendo el juego a todo el mundo "cultural" porteño, nuestros actos nos respaldan, no somos mero discurso. Si vas a comentar libros o pinturas, hazlo de manera profesional y con argumentos, siempre y cuando tengas la expertiz. Los encuentro uno de los grupos más cobardes y acomodaticios de todo el litoral
ResponderEliminarDiego, no se cual es tu idea de cobardía o valentía, pero hacer el ridículo con cartelitos para denunciar la ocupación de espacios que en el fondo se mueren por ocupar, habla más bien de una gestión torpe y una agresividad infantil. Tampoco comprendo esa idea de mundo cultural porteño, pero te aseguro que es una fantasía, una imagen mental que ustedes construyen y contra la cual luchan como si se tratara de molinos de viento. No entiendo porque les preocupa tanto lo que hacemos o dejamos de hacer, como si no tuvieran una motivación propia que no pasara por observar lo que hacen los demás. Esa desesperación por ser conocidos, la podrías enfocar en mejorar tu escritura, en leer nuevos referentes. No tenemos porqué darles explicaciones de lo que hacemos o dejamos de hacer, como si de pronto se hubieran autoerigido como jueces de su propio tribunal imaginario. Cuando dejen de publicar sus propios poemas y sus propios cuadros, hablemos, siempre va a haber una corrupció por denunciar y si ustedes necesitan de la podredumbre para darle sentido a su existencia es cosa de ustedes, dejen de molestar y concéntrese en mejorar su trabajo, ya bastante paciencia hemos tenido y hasta el momento no entiendo cual es el aporte tremendo que suponen en sus actos. Lo de tu comentario de libros o pinturas, no lo comprendo en absoluto, no sé en realidad con quien estás hablando ni a qué te refieres, si quieres comentar acá se respetuoso, pues no nos hacemos cargo de los comentarios anónimos que aparecen. ojala se disipen sus fantasmas mentales, pero a muchos años luz de nosotros. Suerte.
EliminarYo cacho que tampoco las pancartas hacen escribir mejor a los giles. Si al final escriben y no los pescan, no podís pensar que es una conspiración del universo. Yo he cachado que hasta cuando los invitan a wewiar, igual andan meando el asao.
ResponderEliminarLa Mojojojo, xora del puerto.