Solo el pueblo es humano
José Comblín
BGK acaba de publicar “Catacumbas” a través de Ediciones Inubicalistas de Valparaíso, una notable editorial alternativa dirigida acertadamente por Felipe Moncada y Rodrigo Arroyo. La edición de esta obra es bella y cuidada, y los textos también. El presente trabajo es una suerte de antología y compilación esencial de la extensa producción del autor. En este libro asoma el sentido social y comprometido del poeta con su mundo; algo muy destacable teniendo en cuenta el autismo político de muchos jóvenes talentos que, por estos días, pululan en torno a cantinas y cafetines desconociendo y olvidando nuestra historia reciente, de la cuál poco se habla -en una franca actitud de autocensura- para no generarse conflictos con el poder establecido. Es importante mencionar, entonces, que muchos versos y poemas de “Catacumbas” fueron escritos y publicados en los aciagos días del oscurantismo político más insensato que ha caído sobre nuestras vidas, desafiando a los verdugos del momento; versos y poemas que volvemos a reencontrar enriquecidos con la mirada testimonial del ahora presente.
Pero, sólo reparar en este aspecto histórico, vivencial, de la obra de BGK sería una burda inexactitud. Lo importante, a mi juicio, junto con testimoniar el tiempo y su circunstancia, está en esa mirada profunda y cálida del poeta a los devaneos minimalistas de la cotidianidad; el ojo lírico puesto en la sencillez de la existencia. Aquí no se alaba a seudo princesas ni aprendices de reyes ansiosos del poder o del oro; la construcción de la belleza en esta propuesta pasa por apreciar esos detalles de las vidas más simples y auténticas, devenidas ya en una retrospectiva íntima de ese Chile que va en extinción; esa patria de la niñez y de la provincia donde uno chacharea con el almacenero, el carnicero y puede entablar una conversación en cualquiera plaza, mercadito o parque sin temor ni desconfianza del pariente o del vecino.
Por cierto que la tan proclamada “modernidad” que nos ha plagado de edificios, rascacielos, supermercados, malls y automóviles inusuales no es el tema que predomina en la obra de BGK. No obstante debo advertir que, pese a los naturales detractores que todo poeta de fuste genera, tampoco versa esta obra en la ingenuidad decimonónica en que algunos intelectuales han quedado cautivos, ya sea en las telarañas del “costumbrismo criollista” o en la herencia neo colonial de los albores de la república. No; pese al reconocimiento que nuestro poeta reverencia hacia sus ancestros y mayores, hacia la esencia vernácula y el acervo cultural de una región enraizada en la ruralidad o el mundo pueblerino (no por nada es sobrino nieto de Jorge González Bastías, “el poeta de las tierras pobres”), recrea su universo y su lenguaje con aportes del contexto y la contingencia, y con un léxico decantado construye su propio estilo, su propia escritura, su propia voz de manera distintiva e inconfundible.
La poesía en “Catacumbas” denota oficio, sapiencia, y logra rozar la contemporaneidad de la palabra; aquí el hablante escruta, otea y escrudiña el tiempo, todo el tiempo, y sus cargas humanas. Se dirá que este poeta se integra a la galería de los poetas láricos, movimiento cultivado en Chile por Jorge Teillier, Efraín Barquero, Rolando Cárdenas, Omar Lara y otros. Pero, ¿cómo escribir abstrayéndose de la recta provincia? ¿De qué manera se puede escapar al influjo de nuestros caseríos, al torrente desaforado de la intangibilidad lugareña que corre por nuestras venas como la vida misma? Sólo el que vive libre y soberano puede saberlo; no como ocurre con algunos vates, sobre todo los más jóvenes, que se auto inventan emociones artificiales para esconder su precariedad cultural, oscuros personajes que proclaman vanguardias que ya sólo son postales archiconocidas de épocas pasadas. BGK al establecer su estilo, su propuesta, su poética no imita ni revive a Teillier, ni a Barquero, ni a González Bastías en sus versos o en su poesía. Él sólo comulga con sus hermanos mayores en los motivos neo rurales y en el temple de ánimo cuando es puro, nostálgico, festivo o entrañablemente humano, verdadero. Nada más. Y aún así, todavía se da maña para establecer puentes con el tiempo presente en una oratoria que mezcla lo arcaico y lo apocalíptico, desentrañando la confusa realidad -entrecruzada y mestiza- donde una torpe globalización economicista quisiera barrer con los paradigmas del humanismo y la decencia para lucrar sin cargos de conciencia.
Debo finalizar, y seré claro. Lo que encontramos en “Catacumbas” es la obra condensada de -tal vez- nuestro mayor poeta maulino en la actualidad, cuya voz es memoria, presente y proyección de una sorprendente poesía que nos augura una enorme reserva estética, humana y social para los nuevos tiempos que se nos vienen encima.
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