ENCUENTRO UNA MANERA DE SER
PUEBLO*
Hablaré en calles vacías
Comentaré cosas a la noche
Siguiendo la ruta demarcadas por profetas
y visionarios.
Jaime Medina Cárdenas**
por
Cristian Cayupan***
1. INTRODUCCIÓN
Cuando los poetas del siglo pasado figuraban en su alcurnia capital,
irrumpe una voz melodramática en el escenario poético, una voz latente, de la
denominada generación del 50’, como una arista paralela a las voces citadas con
anterioridad, que se plantean desde la periferia, desde el mundo de provinciano
instaurando una lengua más cercana a los seres y las cosas, desplazando al discurso
anterior.
En 1965, fecha clave para entender esta nueva directriz, se emite un
manifiesto publicado por el boletín de la Universidad de Chile titulado “Los
poetas de los Lares” firmado por Jorge Teillier quien exhibe y examina sus
teorías y su fórmula de concebir el mundo. Sin duda que fue una propuesta
atractiva para muchos poetas de provincia quienes se adhirieron a este
proyecto, pero ácida para la crítica tradicional chilena.
La sociedad se adapta a sus poetas, éstos adoptan estilos propios de y asumen
su escritura como una forma de estar entre mortales. La poesía no deja de ser
un puñado de palabras sub-versivas apiladas en acertijos, para descifrar el
destino de los hombres en la tierra, son las lagunas del tiempo no fechado, los
vestigios del eslabón recuperado.
El poeta es humano, tanto como el que no quiere serlo; disiento una vez
más al plantear que las palabras tienen sentido extra al ser usadas en poesía,
en el campo de la hermenéutica, así por ejemplo, un poema nunca es interpretado
o descifrado de la misma manera por diferentes personas, hay variados factores
que inciden para su comprensión.
En poesía no hay nada escrito hasta que se escriba el último verso, solo
hay algunas aproximaciones a este mundo onírico, a este lenguaje irregular. De
esta manera empeño mi ánimo por hacer un acercamiento a la poesía de Bernardo
González Koppmann de su texto “Catacumbas” editado por Inubicalistas, una
antología que reúne su poemática desde sus primeros pasos hasta su última
entrega literaria.
Para abordar su obra debo dejar en claro que la dividiré en tres fases
esenciales para su comprensión. En un primer estadio examinaré desde su
historia temprana, desde “Sin conciencia ninguna” (1981), hasta “Barrio cívico”
(1988), que representa la génesis de su trayectoria, por el difícil periodo que
vivió la sociedad chilena, en su fase intermedia de “Nuevamente los pájaros
acuden a rescatar mi soledad” (1990) a “Dedales de oro” (2001); y en su último
tramo de “Aprendiz de pájaros” (2002) a “La cabaña del Monje” (2011).
En la poesía de Bernardo la idea fuerza es la sencillez, la simpleza de
las cosas inanimadas como sus personajes, existe el ánimo de otorgarle sentido
a los objetos desechados para ser utilizados en el discurso. Su poesía es
libre, sin sospechas de métrica ni compromisos de cánones preestablecidos. El
poeta plantea el reciclaje lingüístico y apuesta por un vocablo guarnecido en
la simpleza para proyectar imágenes, Bernardo no se ha conciliado con los
cuatro elementos de la vida ya que no se ha desapegado de ellos, así emerge una
propuesta que a simple vista comulga sin disimulo con los principios Teillerianos.
Hay en él una mirada humana que reencanta a los hombres, es el recurso
más importante de su canto ya que no cae en un agotamiento de figuras convencionales
ni en el desgaste de tópicos provincianos incorporando el mundo rural y urbano
en una misma plataforma dialéctica. Se halla configurada una filosofía de la
existencia, una ontología como en todo gran poeta, una manera de jerarquizar y
transmitir valores sensoriales, espirituales y éticos que dan sentido y
organizan la vida. (Jaime Valdivieso, 1997).
2. POESÍA TEMPRANA EN BERNARDO GONZÁLEZ
Este primer apartado comprende los libros “Sin conciencia ninguna”
(1981) “Poemas simples” (1984), “Poemas de la contemplación” (1985), “Poemas
transparentes” (1987) y “Barrio cívico” (1988). En este periodo se refleja
profundamente, en Bernardo, una socio-poética con caracteres
contestataria respecto a la situación política que se vivía, esta inclinación
no es simulada ni furtiva, hay que tener en consideración el riesgo que se
corría en la dictadura para hacer poesía de este calibre.
Disiento, nuevamente, en plantear que el poeta es un peligro a los ojos
del régimen de entonces, ¿qué sentido tiene escribir en tiempos donde se
quemaban los libros? Quizá, escribir la historia particular, la intrahistoria.
Veamos a continuación el lenguaje articulado de Bernardo, una señal
clara es el poema que inaugura la antología, “El Hombre nuevo” (SCN, 1981: 11),
título sugerente, desafiante y amenazador para la realidad que se vivió en esos
años:
Detrás de las cortinas
los asesinos miran mi cadáver
Yo los miro desde el cielo
(…)
En la iglesia se pusieron lentes
oscuros
acariciaron la cabeza de mi hija
saludaron a mi madre
y se fueron
El poeta se desdobla y asume una imagen fúnebre respecto de su hablante,
la génesis del texto deja ver un quiebre en la sociedad fisurada; evidentemente
los asesinos se pusieron en primera fila, uniformados con lente oscuros, dos
instituciones presentes en el texto: la cruz y la carabina. El epígrafe
suministra de corolario sentenciando: Sólo el pueblo es humano de José
Comblin, rotulado pertinente a la estructura poética y al poema en particular.
Por la contingencia, este poema pudo haber costado la vida, la literatura en
tiempos de autoritarismo es motivo de censura, secuestro y desaparición
forzada. Así, estos elementos discursivos se van repitiendo a lo largo de este
primer tramo, como se evidencia en “Neltume”, (PS, 1984: 15):
Entre hierbas, árboles, llovizna
ráfagas regresan del abismo
…
Los pájaros cobijarán heridas
y sangre ausente será flor y semilla
(…)
Allí quedó sembrado un tiempo
- una historia, un rumbo, una caricia -
No sólo hace referencia a un lugar determinado, sino más bien a un grupo
de exiliados que toman la decisión de entrar clandestinamente, con fusil en
manos, para hostigar al nacionalismo militarista instaurado en el país, misión
llamada Operación Retorno. Aquí el eco-lenguaje tiende a confundirse
suspicazmente con la militancia íntima.
“Temporeras de Lontué” (PS, 1984: 17) presenta la estructura y orden del
soneto, catorce versos, con sus dos cuartetos y tercetos pertinentes, pero con
ausencia de rimas y los endecasílabos, como dijo Neruda: sonetos de madera. El poema deja evidenciar la precariedad en la
que están expuestos los/as obreros/as agrícolas en la temporada de cosecha, y
así, “trotan insoladas estas pobres muchachas”
De igual manera “La animita” (PS, 1984: 18) es un poema dedicado a un
dirigente campesino militante del Partido Comunista de Chile, detenido-desaparecido
por agentes del Estado, ésta modalidad de operar sistemática y organizada era
propia del gobierno militar. La manera desafiante de Bernardo es el disgusto de
muchos, su poesía no deja de ser una protesta, una denuncia pero a la vez parte
de la memoria.
Así el poema “Víctor” (BC, 1988: 32) no es el más extenso ni el
más citado por su contenido, sino más bien por el título y la bajada que es una
cruz (+) y el año 1973 automáticamente nos hacemos una construcción de Víctor
símbolo de la canción popular acribillado a balazos días posteriores al golpe
de Estado en Chile. Mientras que en “La Moneda” (BC, 1988: 32) se lee un texto
sátiro, directo y estremecedor a la institucionalidad, es una poesía situada
mas no sitiada:
El cardenal en La Moneda
conversa con el dictador
el nuncio en La Moneda
conversa con el dictador
el papa en La Moneda
conversa con el dictador
pero el dictador no sabe
que a La Moneda
si no entra el pueblo
no entra Dios
Escéptico de dos instituciones colosales del mundo occidental,
perseguidoras y avasalladoras, es un golpe directo y acertado en la médula
oficial, es sin duda la revancha esperada de muchos ha descifrado que: “el
dictador no sabe / que a La Moneda / si no entre el pueblo / no entra Dios”. Es
en este contexto donde el lenguaje cobra sentido explícitamente, quedando
suprimida de manera sutil y parcial la emocionalidad ficcional como herramienta
propia del esquema poético. Así la voz de un antagónico acérrimo del régimen
fascista, dice “En tiempos de dictadura” (BC, 1988: 31) que los poetas no
callan ni se salvan con plebiscitos porque los “hombres se aman por decreto
ley”.
3. RASTROJOS DEL UNIVERSO LÁRICO
Disiento una vez más, en afirmar que me complace hablar de la poesía de
Bernardo González Koppmann, este maulino escéptico de voz inconfundible en la
reyerta literaria. Este submundo, porque al fin y al cabo la poesía nos ha
servido para problematizar la realidad: compleja e individualista. Pero también
da la ocasión de fisuras y rencillas entre el ego de los poetas.
En el mundo occidentalizado, han existido diversas pugnas entre su
piedra angular: el campo de la racionalidad del método cartesiano y la
hechicería o paganismo cultural, concepciones contrapuestas que han lidiado a
muerte con el mundo natural.
Para tener una referencia de este mundo lárico al que apostaba su
ideólogo, es necesario situarnos en parte de la experiencia y argumentos
teóricos que exhibió en su trabajo metamorfosis. En un texto presentando por el
Boletín de la Universidad de Chile, Santiago, explicaba “que ‘los poetas de
los lares’ vuelven a integrarse al paisaje, a hacer la descripción del ambiente
que los rodea. Se empiezan a recuperar los sentidos, que se iban perdiendo en
estos últimos años, ahogados por la hojarasca de una poesía no nacida
espontáneamente” N° 56 (1965).
Como otra pista fundamental de este proyecto, y en palabras del Doctor
Niall Binns quien nos dice que la poesía lárica pretende ser, desde sus comienzos,
un acto de resistencia contra la irrupción y ‘contaminación’ alienante de los
artefactos y las secuelas de la modernización. (La tragedia de los lares,
2001). Este propósito se percibe principalmente en la aldea provinciana
retirado del centro urbano de la capital, foco del mundo acelerado y convulso,
símbolo del progreso material.
A modo de narraciones, en un tono casi textual, pero reforzado con
metáforas tenues, el poeta va tejiendo el lenguaje en su bitácora como los
etnógrafos, cual rama de la antropología. El método es la observación del mundo
natural y tangible; la técnica es el dialogo, como si los poetas no fueran
sujetos sociales, buscan en la palabra reorganizar el mundo propio y del
colectivo humano. “Su búsqueda del reencuentro con una ‘edad de oro’, que no se
debe confundir sólo con la infancia, sino con la del paraíso perdido que alguna
vez estuvo en sobre la tierra” (J. Teillier, 1965).
El autor de Catacumbas comulga con este arquetipo literario, muchas
veces desdeñado y otras, celebrado. Hay una composición lineal que se
generaliza a lo largo del texto y cobra importancia este injerto lárico. En
conversaciones con Bernardo, previo a este documento, me afirma su admiración e
inclinación por esta arista de la poesía chilena. Visualizo por otro lado, una
profunda homogeneidad con su coetáneo Jaime Medina Cárdenas, su producción
literaria también comienza en los 80’. Medina dice: “Un día apareciste /
entre la niebla y la garúa de la tarde. / Venías sembrando ilusiones /
proclamando versos clandestinos / propalando visiones de antaño” es el
mensaje y lenguaje propio del larismo reivindicativo.
Porque en “La ermita” (PS, 1984: 15) el discurso de fondo no es
denunciar la plantación del monocultivo exótico ni dar a conocer esta realidad
que se vive en muchas zonas apartadas de los focos urbanos, sino más bien, es
una referencia para armar un ambiente campesino donde la madre del hablante
lírico es una modesta profesora rural, aunque hay que aclarar que no es
necesariamente profesora la que trabaja en esa escuelita, ya que no lo dice de
forma explícita. Puede que esa madre sea profesora, manipuladora o bien
auxiliar del establecimiento, pero trabajadora en fin.
Aunque el poema es un dialogo unidireccional donde el hablante asume un
rol de entrevistador directo, la entrevistada - la madre - es una imagen
referencial que asume un mutismo del cual se da por entendido que la respuesta
es afirmativa ya que se percibe un tono imperativo. “Los niños, madre, estos
pobres niños / son los pequeños que a manzana huelen?” el fruto bíblico
suministra otra pista de la ruralidad aunque el fruto prohibido no expande olor
ni deja olor en las personas a diferencia del humo, o el pan amasado, el poema
se torna bucólico y tiene una inclinación de arraigo.
Veamos como “Canción del mendigo” (PS, 1984: 16) la criatura hablante es
un observador de las cosas simples o personajes que están por fuera de la vida
convencional, del mundo caótico, convulso:
El ciego a las puertas de un banco
tiende sus pupilas en la mano
para no quedar abandonado
Los transeúntes leen El Mercurio
o pasan murmurando algo
Luego canta parado en la vereda
una canción de hace bastantes años
mientras descansan los ojos en las
luces
de las monedas recogidas en el tarro
Se percibe una voz que intenta despojarse de la primera persona para
transmutar en un ciego en las puertas de un banco, sucursal donde el dinero es
volátil y/o magnético, a diferencia de las monedas que perviven estoicamente en
su tarro como contraposición al mundo tecnologizado que impone sus bienes de
capitales. Solo el sujeto hablante sabe que entona “una canción de hace
bastante años” es la necesidad del hablante que busca inconscientemente esa
edad de oro aprisionada en un pasado idílico que se experimentó en la infancia
y que alguna vez se perdió. El Mercurio es el diario oficial en el poema no se
trata de hacerle propaganda para el marketing, sino ambientar con elementos
pertinente al mundo de las transacciones, créditos y préstamos, aun así, el hablante
no adopta un lenguaje técnico, en “Canción del mendigo” el autor quiere
provocar una confusión al tratar de averiguar quien es el que le mendiga a la
sociedad, el banco o el
ciego.
Porque Bernardo quiere brindar “por la luz que da forma a las cosas”
y lo manifiesta en “La animita” (PS, 1984: 18) un poema que va de la nostalgia
más profunda del hablante a las esperanza frustrada de un nuevo amanecer al “cantar
por las aldeas / que duermen siestas detrás de los barbechos / A ver, a ver si
encontramos la utopía”, esa doble utopía, por un lado, la del proyecto
político del socialismo y, por otro, la pérdida de ese pasado ideal que
postulaba Teillier. Aunque lo más pronto y seguro del texto es que “Mañana
en cualquier piedra leerán mi epitafio / las estrellas, los grillos, las penas
y los sueños”. La resignación del hablante es la espera de muchos, ya que
el poema está dedicado a un dirigente DD.DD.
El poeta lárico siente la responsabilidad de recuperar el espacio y el
tiempo perdido, cuyo recuerdo sigue latente y supuestamente intacto en el
inconsciente y en huellas físicas del pasado, conservadas en el mundo como
señal. (Niall
Binns, 48).
De esta forma, “Funeral en Curepto” (PS, 1984: 19) es una elegía que
describe el comportamiento de la comunidad local en momentos fúnebres, esta
aldea que persiste con sus ceremonias intactas sin mayor intervención de la
comunidad global o, al menos con lo heredado de otros tiempos manteniendo sus
rituales fúnebres. Entonces “En este pueblo que surge de la niebla / cuando
alguien muere se nota de muy lejos” es esa manera peculiar de transmitirse
los acontecimiento y mantenerse informados respecto a los fallecimientos. Otro
matiz del mismo poema: “me sobrecoge ver la muchedumbre / camino a la colina
tras la urna, sin nada / que decir, tan resignados, creyendo que / así tenía
que ser” residuos de la santa sepultura a la usanza cristiana, transmitidas
del viejo mundo.
“Cuando la tierra florece el pueblo respira la libertad, los poetas
cantan, muestran el camino” Margarita Aguirre, (LITERATURA CHILENA, creación y
crítica, 1982). La necesidad de conservar las cosas en el mundo lárico es una
tendencia fundamental y queda en manifiesto en “Pelusita” (PS, 1984: 20)
Bernardo dice: “Mi muchacha es sencilla / como una hoja desprendida que cae
sobre mis pasos / y yo, feliz, la tomo y la guardo en un cuaderno” más bien
en el cuaderno de la memoria, donde están grabados -como un tesoro- en el baúl
del tiempo. Pero la muchacha sigue siendo sencilla, eso deja ver el tipo de
poeta que vemos en Bernardo, su calidad humana en el universo de objetivo y
subjetivo.
En sus poemas hay un fuerte arraigo “de tradición urbana, existencial,
cristiana y social (…) Todo ello sin dejar de lado una oralidad vernácula
pueblerina, que reconquista lo hablado y lo popular, (TRILCE, N°33, 2012: 12).
Apuesto a decir también y agregar a la cita, que además se construye este
lenguaje con una génesis y planteamiento rural, que va abriendo camino a los
neologismos como “Los bacanes” (PC, 1985: 23) al cuestionarse su forma de ser: “Los
bacanes / cómo amaran a la mujer? / Cómo podrán hebra a hebra / desenredar una
cabellera / cómo se verán en las pupilas de la amada?” La construcción de
esta escritura a través del cuestionamiento deja ver la incertidumbre del
hablante al pronunciarse: “cuando alguien los sorprende / barajando
recuerdos / se miran al espejo para huir del amor”.
La subversión del larismo frente al mundo funcional, el afán de la
búsqueda por restaurar un mundo idealizado, universo que pervive en el
imaginario del hablante y el poeta, tiende a cristalizarse ante la patente
convencional. En efecto, el lenguaje lárico se ve reducido en la realidad y
desvanecido parcialmente en la ficción, como se puede examinar en “Barrio
cívico” (BC, 1988: 31):
Una paloma se desnuda
en medio de la plaza
ante la mirada atónita
de los funcionarios
que temerosos de caer abatidos
por el encanto de la poesía
solo atinan a ocultarse
detrás del punto fijo
El poema cobra sentido al expresar terminologías propias de la esfera
estructural, al ir armando explícitamente la situación poética con una lógica y
lenguaje que se aleja del mundo deseado o ideal. Si bien, la paloma “símbolo de
la paz” busca parsimonia en el punto cero de toda ciudad y los “funcionarios”
sujetos mimados por el incentivo, buscan refugio en el “punto fijo” es porque
en el lenguaje del hablante se ha impregnado inconscientemente el dialecto del
mundo mayoritario así el lenguaje alternativo pasa a convertirse en un adorno
sigiloso.
La mutación del lenguaje, la contextualización y la flexibilidad son
elementos discursivas que Bernardo implementa “la poesía en la medida en que el
texto se actualiza, llega a su consumación (…) El texto es material para la
consumación (o consunción) de la poesía. La poesía no es eterna: dura en tanto
concentra, reúne un máximo de intensidad. (Federico Schopf, 2010: 43). El poema
“Corbata” (BC, 1988: 32):
He tenido la suerte de hacerme el tonto
como funcionario público
de no ser así estaría en el exilio
escribiendo epigramas
a una fotografía
El lenguaje se readecua a la situación socio política que se vivió en el
país. El destierro, para el sujeto hablante, quizá, es el desfase del tiempo,
de la edad de oro experimentada supuestamente, en la infancia. Aunque el exilio
también se asocia al desarraigo, asunto explícito del larismo. “Corbata” se
trata expresamente del exilio político, término consumado ya que en nuestros
tiempos no de uso habitual, pero estuvo latente en el lenguaje cotidiano de la
generación del poeta.
CONCLUSIONES
Es pertinente señalar que el poeta debe construir su mundo imaginario a
partir de su experiencia y realidad que se le presenta. Este esquema de romper
con supra imágenes para incursionar en un mundo poético, es propio de poetas
más humanos que empiezan a emerger con la denominada “generación de
1950”.
Si bien Bernardo se ha alineado con este puñado de poetas provincianos,
ha dejado en claro que su propósito es aportar a la construcción de la memoria
colectiva y rescatar la identidad de la aldea provinciana.
La propuesta lárica es -por lo general- una protesta contra el mundo
moderno que roba despiadadamente los aspectos de la vida comunitaria, armoniosa
e idílica. No hay que confundir este reproche solo con la dictadura militar, ya
que el autor lanza sus dardos directamente a este conglomerado, sería muy
precario considerarlo solo en esa faceta. Bernardo no quiere confundir al
lector, sino más bien dejarle en claro su postura cívica política y poética.
Por otro lado, el larismo propone en su arquetipo como teoría la pérdida del
lugar común o el paraíso la desaparición de ‘la edad de oro’ o el desarraigo,
que son conceptos que nos pueden crear alteración al mezclarlo con el ya citado
periodo militar.
Otra observación es que la sencillez escritural, utilizando elementos
próximos y cotidianos como herramientas lingüísticas para plantearse el mundo.
Así lo deja de manifiesto es su nutrido repertorio poético, al compartirlo con
nosotros.
Fuentes consultadas
Libros:
-Binns, Niall; (2001), La poesía de
Jorge Teillier: la tragedia de los lares; Ediciones LAR.
-Medina, Jaime (2012), Hojas al viento;
Comarca Ediciones.
-Schopf, Federico; (2010), El desorden
de las imágenes; Editorial Universitaria.
Artículos:
-Teillier, Jorge, (1965), Los poetas de
los lares; Boletín de la Universidad de Chile.
Revistas:
-Aguirre, Margarita; (1982), LITERATURA
CHILENA, creación y crítica, Revista literaria.
-Nómez, Naín; (2012), Escribir con la
vida, escribir con la sangre…; Trilce N° 33. Pg 12.
-Valdivieso, Jaime, (1997), La otra
realidad de Teillier; Trilce, N° 1.
Datos
*Verso de Bernardo González
**Poeta lárico originario de Valdivia
***Poeta y bohemio del territorio
Lafkenche
No hay comentarios:
Publicar un comentario