jueves, 16 de agosto de 2018

ESPEJISMOS, CUENTOS DE RAÚL ALCAÍNO

Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2018, 98 páginas 
Por Felipe Moncada


El tema que atraviesa todos los relatos de este libro es la guerra, el medio para hacerlo: relatos “clásicos” (en el sentido estructural del cuento) sobre conflictos bélicos en lugares y tiempos diversos. Cito acá un fragmento de la contraportada del libro: “Una tribu que se protege a través de los sueños y la brujería del progreso, un interrogatorio sobre un incendio en un territorio en conflicto, un prisionero gringo en una guerrilla latinoamericana, dos soldados argentinos en una playa de las Islas Malvinas, los sobrevivientes de una tropa del Ejercito de Chile en la Guerra del Pacífico, desorientados por el desierto, un soldado israelita oyendo de un palestino en silla de ruedas un antiguo relato árabe, una española que disfrazada de hombre se integra a la empresa de la “conquista de América”. Estos son algunos de los personajes y temas que recorren estos 7 cuentos.”
Es allí donde se sitúa Raúl Alcaíno[1] y desde donde despliega sus recursos narrativos.
Alguien podría preguntar, con justa curiosidad o candidez: ¿no es algo anacrónico escribir sobre la guerra?, a lo que un segundo “alguien” podría responder con otra pregunta: ¿no hay algo acaso más contemporáneo que hablar de la guerra? Busquemos noticias en la Red, invierno del 2018: Trump habla de una guerra económica a ciertos países orientales. Los políticos hablan de una guerra a la pobreza o una guerra a la delincuencia. El Estado se complace en difundir por los medios masivos su “Escuadrón Jungla” de Carabineros de Chile (institución con escandalosos casos de corrupción económica y procedimental), como si se empeñaran en hacer su propio Vietnam comunicacional, mientras protegen el interés de los capitales privados que secan el suelo hasta la erosión. Fin de la búsqueda.
A propósito de ello, de la omnipresente guerra, quiero comentar  microscópicamente dos libros recientes. Uno es el libro En guerra con Chile de Víctor Munita Fritis (Ediciones Cinosargo, Arica 2013) que se centra en la Guerra del Pacífico y haciendo uso de la fotografía, el documento de época, la traducción, el fotomontaje, nos narra una guerra otra, desde la perspectivas del indígena, de la mujer, del esclavo chino, y desde ahí se fuga a sus construcciones poéticas. Profesor de historia, Víctor Munita sabe buscar en los registros no considerados por la historia oficial, pero no se queda en eso, sino que de ahí parte para construir un artefacto metaliterario que llega rápido al lector–observador y logra graficar esa guerra otra donde los héroes son una convención, y donde la violencia se naturaliza y se mantiene en el tiempo, a través de una “impunidad acumulada”, hasta la dictadura y hasta la actualidad.
El otro texto es la plaquette A mi casa no llega el cartero (Ediciones Inubicalistas, 2017) de la poeta cubana radicada en Chile, Damaris Calderón. En ese trabajo los poemas hacen alusión a distintos conflictos contemporáneos, que nos es posible conocer gracias (o desgracia) a la Web y los medios alternativos de información. Allí están las masacres en África, la franja de Gaza, la ciudad de Aleppo hecha pedazos, o las matanzas en Estambul, Bagdad, Budapest, Damasco, o el desierto de Sonora como una “máquina de matar”. Noticias que golpean en su salvajismo mediático, en su latencia de miedo nuclear, bactereológico, químico y absurdo, y que son la punta del iceberg noticioso de interminables odios internos, de motivos que nadie va a terminar de conocer ni analizar, pero que nos recuerdan que la guerra es una especie de estado permanente de la humanidad, o como Damaris Calderón la denomina: “un experimento de ciencia de un estudiante de secundaria de otro universo”. Sirva lo anterior, la alusión a esos dos textos recientes, para poner relieve la actualidad del tema. No sería exagerado —aunque sí efectista— afirmar que en este mismo momento una bomba cae en algún lugar, una bala acaba con una vida humana.
Vuelvo a Espejismos. Raúl Alcaíno se sitúa entonces en esa especie de actualidad eterna y despliega sus recursos narrativos para situarse en distintos contextos: en Medio Oriente, en la Selva Amazónica, en el desierto de Atacama, en un trabajo de documentación que pasa felizmente desapercibido en los relatos. Desde allí, crea atmósferas alejadas de nuestro cotidiano, con sobriedad y exactitud de las descripciones, diálogos breves y precisos y la ubicuidad de los narradores que no caen en parcialidades obvias, que no moralizan sino despliegan acciones internas y externas, en resumen: narran sin que el narrador sea un protagonista o un opinólogo. Tampoco aborda la guerra desde lo estratégico militar, o desde las condiciones geopolíticas, o desde lo ideológico, sino desde la perspectiva de hombres y mujeres que son los peones en estos tableros de sangre, la parte humana que deja su sus ilusiones, sus miedos, su impotencia, en distintas condiciones de conflicto.
Para cerrar esta pequeña alusión al inagotable tema de la guerra, cito al historiador José Bengoa, en su Historia del Pueblo Mapuche, un fragmento en que a partir de Levi Straus, dice lo siguiente:
“No se pude estudiar la guerra sin estudiar el comercio” o en general, en sistemas de intercambio. Hay quienes señalan con mayor énfasis el origen de las guerras en la relación escasa de productos y bienes. Pierre Clastres plantea una crítica muy dura a estas interpretaciones y postula la guerra como una relación ritualizada entre diversos agrupamientos humanos.
Y bien, sea cual sea la causa, de la que nadie hallará la punta de la madeja, en estos cuentos lo que interesa es el resultado de esas causas en la imaginación agotada de los combatientes, en la ilusión de la victoria o la derrota, aquello apenas perceptible que puede unir un viejo relato que podría haber estado en Las Mil y Una Noches, con la voz pausada de un palestino en silla de ruedas a punto de escuchar una detonación. Es ese caos histórico, todas las causas se expresan finalmente en el sujeto tenso al borde de su existencia, en su asfixiante cotidiano de armas. Sí, el tema es universal, si es que ello aún se puede afirmar de algo, lo demás es el arte de contar, quizás una de las pocas cosas más antiguas que la guerra, y por lo cual es posible construir la memoria o estimular la imaginación de quienes no estuvieron presentes en el horror.



[1] Nacido en Talca, 1983. Estudió Literatura en la Universidad de Chile y Magister en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Santiago. Actualmente es docente en instituciones de educación superior. Fue miembro del Taller de Narrativa Universidad de Talca. Espejismos es su primer volumen de cuentos. Su cuento “Después de la victoria” obtuvo un premio Roberto Bolaño en el año 2009 y el cuento “Falkland” obtuvo el primer lugar en el Premio Stella Corvalán 2011, ambos cuentos están incluidos en el libro Espejismos.


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