Reseña anónima
Claudio Maldonado, autor del conjunto de cuentos Santo
Sudaca (2008), nos entrega su segunda obra, su primera novela, que en plan
pesadillesco nos narra los extraños días de un profesor de colegio, Lizardo,
quien producto de un estúpido accidente laboral, cae en un profundo coma y pasa
a un grotesco mundo paralelo, el cual pareciera regirse bajo el explícito verso
de Dante, a la entrada de las puertas del infierno: “Lasciate ogni speranza,
voi ch’entrate”. El infierno de Lizardo es retratado como un cruel doblez o
reverso sucio del mundo escolar, sin dar concesiones a metáforas o alegorías
rebuscadas; en vez de hacer clases a un alumnado de liceo público, los
estudiantes son ahora un curso compuesto de pollos, los cuales tienen la
sacrosanta misión de morir bien para ser pasados al matadero y servir de
alimentación a un regimiento aledaño a la escuela. Es acá donde se deja relevar
el principal encanto del libro: no vemos a un profesor humano en un mundo de Disney
o de Miyazaki con pollos antropomórficos con ganas de aprender y superarse,
sino que asistimos a la hilarante y patética situación de un profesor que debe
lidiar ante un grupo de pollos que sólo cacarean, y a los cuales se les debe
adoctrinar para conseguir mejor sabor del ala y del trutro. En el fondo, se les
debe educar para que mueran y sirvan a la patria con sus tiernas carnes.
La novela se agrupa en 26 partes, de las cuales en su mayoría
están divididas en incisos episódicos, destacando por sobre el conjunto los
intervalos descriptivos, que nos permiten conocer más de cerca aquel fantasmal
mundo, y en segundo lugar los cuentos intercalados. Más flojos quedan los
diálogos, aislados del corpus en su mayoría, siendo algo vacíos y desprovistos
de cualquier épica: el autor apela a la coloquial y humorístico, logrando pocas
veces un entramado certero que nos sumerja de cabeza en el libro.
El conjunto de personajes errantes que completan el cuadro
son los profesores y directores mediocres y ridículos del establecimiento (no
se diferencian tanto del mundo real), militares homoeróticos que practican
curiosos rituales para ahuecar el pecho, bandadas de jotes que planean como
cuervos buscando la carroña, un pedazo de mierda psicótica llamada Lucio
Calquín, la providencial aparición de la virgen, o Samir Taladriz –por
mencionar a los más llamativos-, el sostenedor del establecimiento escolar que
es un obeso desaliñado y semi analfabeto (como una evidente crítica al sistema
escolar neoliberal), quien hace jugar al ludo o a los dados a los profesores,
apostando los sueldos de éstos como si ocurriera en una lotería de barrio.
Y barrial, es precisamente gran parte de la apuesta de
Maldonado. Mientras el profesor agoniza en el mundo real, se reproducen
diálogos entre pobladoras y colegiales allegados del profesor, escenas de
mujeres que rezan a la virgen, anécdotas de profesores que involucran a alumnos
de baja extracción social en condiciones humillantes. Si bien la novela no
posee la profunda poética desgarbada de novelas relacionadas con la enseñanza
(pienso en las Tribulaciones del joven Törless de Robert Musil,
o Educar a los topos, de Fadanelli), sí hace gala del extrañamiento más
cercano a la escritura de Juan Emar (quien mixturó magistralmente el criollismo
con el surrealismo, treinta años antes del realismo mágico), o el desnudamiento
de la pobreza y la miseria (en clave estilo Nicómedes Guzmán o Luis Rivano),
mezclado con un estilo llamativo y caricaturesco tipo cartoon, como alguno de
los mejores episodios de Regular Show o Adventure Time.
Piel de Gallina en una primera novela de Claudio
Maldonado, que siendo irregular en su acabado, propone una forma auténtica,
original y mordaz de poner en el tapete la mísera condición, ya no del profesor
de liceo, sino que del hombre en su selva mutante y psicodélica, en su propio
infierno personal.
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