Presentación de "Todo
Cocido a leña", de Cristian Moyano
por Claudio Maldonado
Ediciones Inubicalistas, 2014.
¿Qué
le puede importar esto, al poeta zopilote de provincia, que ha desgastado sus
manos en la Capital, sobando lomos para figurar a toda costa en alguna línea
del dueño del único diario que existe? En ese anonimato oculto tras otro
anonimato, es quizás donde nace la grandeza de este libro, en el gesto que hace
que la poesía sea una observación condenada al fuego y al olvido, pero que en
algún momento existió para un par de lectores.
Felipe Moncada hace un tiempo ponderó, el hecho de que Chirimoyano, como
le dicen sus amigos, hiciera el lanzamiento de una de sus publicaciones en la
escuela básica donde estudió, en la escuela de Quebrada de Alvarado, cuánto tenemos
que aprender de aquello, lograr la suerte de darse cuenta a tiempo que tipo de
escritor quiere ser uno en este mundo. Sigo con la lectura de estos versos.
El
poemario da cuenta de un presente rural
en plena transformación, observaciones sobre el habitar en el campo, lo bueno y
lo malo, una suerte de fotografía del momento que siempre busca alejarse de la
intención lárica. No necesita hacer una apología del campo agreste para
reflejarnos su sentimiento de pérdida. Vives en el campo pero igual los gatos de mierda se mean y se
cagan dentro de las casas. Recuperar el espacio lárico DEJAR CONSTANCIA DE UN
MUNDO PERDIDO. Pero no desde la apocalipsis ni desde la exigencia de ser valorado por vivir en la
aldea, el hablante lírico si bien está consciente del momento histórico en que
vive, recibe al citadino y lo saluda con dignidad, con las botas puestas, pues
el tiempo es mejor aprovecharlo en disfrutar del paraíso que tiene sol, tierra,
animales que cuidar, casas por construir, caminos que pajarear. La meta es
cuidar la maravilla, la custodia de las cosas concretas que nos dan lo primario
para vivir. Lo señala el crítico Niall Binns de mejor forma: “Mientras la
solidez de las cosas, va siendo
reemplazada por la evanescencia de las comodidades, los poetas deben ocupar el
lugar de los lares de los romanos, esos dioses cotidianos que custodiaban el
hogar” La custodia en Rilke es evidente. Teillier, por el contrario, tiene que
llenar el hogar natal de significados valiosos que merezcan ser custodiados, el
poeta Cristian Moyano pone todas las cartas en la mesa, un anonimato que
comparte el día a día con el arriero, el artesano y la abuela que mata las
tristezas con el marubio. Alejado de lo que se entiende por literario, pero más
cercano que nunca al ideal que muchas veces miramos, pero no nos atrevemos a
tocar. El crear sólo para intentar abrazar una forma de felicidad.
Celebro
nuevamente la coherencia de la Editorial Inubicalistas, que nos permite
encontrar poéticas de estas dimensiones, libros como el Pez de Piedra del Poeta
Lavín, las Sátiras de Víctor Hugo Saldivar, las Catacumbas de Bernardo González
Koppmann, quizás la poesía no sea un sueño tan difícil de compartir, a pesar de
la urgencia o indiferencia de los zopilotes de los diarios luneros, que al no
encontrar algo exótico y servil a sus teorías, graznan despavoridos por los
campos del cemento intelectual.
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