Cristian Moyano
La identidad de un pueblo, es el mayor legado que se le puede heredar a las futuras generaciones, esto se puede lograr manteniendo viva la cultura, los valores, el patrimonio, las creencias y costumbres. Son estos los elementos a cultivar por quienes sienten el compromiso de inmortalizar dicha identidad. Como autor del presente libro, los he adquirido a través de diferentes motivaciones, siendo la más importante y trascendental el hecho de haber nacido en Quebrada de Alvarado como representante de la cuarta generación de una familia quebradina.
El arraigo que siento hacia mi pueblo, es la inspiración y motivación para revivir parte de la historia de Quebrada de Alvarado y sus alrededores, escudriñando y desempolvando retazos de estas.
Durante los últimos años he investigado sobre la mayoría de los aspectos que le dan vida a la identidad de este lugar, como sus creencias religiosas, su antigua arquitectura, sus fiestas criollas y árboles genealógicos.
Sin embargo, otro aspecto importante a investigar, es la actividad económica y las diferentes formas de subsistencia de las familias del lugar; para lo cual es necesario preguntarse: ¿cuáles han sido las principales fuentes laborales para los habitantes de la zona? Y la respuesta es una sola: los oficios temporeros han sido y siguen siendo la principal fuente de subsistencia para gente de estos sectores rurales y que, manteniéndose vigentes, siguen dándole vida a la idiosincrasia campesina de estos tiempos.
Si bien, unos de mis objetivos de investigación era profundizar en las formas de la economía del sector, esto no tomó forma hasta una particular conversación con la profesora Helia Rabuco, donde escuché por primera vez sobre el oficio temporero de la venta de nieve a las heladerías y carnicerías de la ciudad de Limache y Valparaíso. A continuación se citará un fragmento de esta historia: “Me contó mi tía Rosa Tapia, que en la década del ’20 almacenaban y vendían la nieve para hacer helados y mantener las carnes congeladas. Decía que subían al cerro Punta Imán para hacer unos hoyos que se llenaban de nieve en invierno. Al llegar la primavera subían en tropas de mulas a buscar la nieve para llevarla hasta la estación de ferrocarriles de Limache, de ahí en tren a Valparaíso directo a las fabricas de helados y carnicerías”.
Me pareció un trabajo impresionante, el cual es imposible dimensionar en estos tiempos. Trataba de imaginar cómo eran esos hoyos, el proceso de preparación de la nieve y lo más difícil de imaginar era el traslado de la nieve desde el cerro Punta Imán a las ciudades y lugares de venta. Con todas estas dudas, inicié una pequeña investigación para aclararlas y comencé a entrevistar a personas que habían escuchado sobre este oficio. Paralelo a esto empecé a recorrer los cerros donde supuestamente se encontraban estos pozos neveros (La Campana, Punta Imán y El Roble), y efectivamente descubrí la existencia de algunos.
De esta historia fueron derivando otras, como la cosecha del digueñe, el cual se extraía en los mismos cerros donde se almacenaba la nieve. Paulatinamente se fueron incorporando nuevos trabajos y oficios, como la extracción de la miel de palma, las siembras de los hortelanos en la comunidad de La Vega; la temporada del ternerero, en el cerro Silleta, sector Las Vegas; la venta de flores silvestres, trabajos desconocidos, hasta esos momentos para mí, los cuales fui incorporando a labores ya conocidas, por el hecho de vivir en la zona. En ese sentido incorporé la cosecha de yerbas medicinales y la fabricación de carbón, trabajos en que se ha desempeñado mi tío César Altamirano desde que tengo uso de razón, así como el cultivo del tabaco que era común en la década del ’80 en casi todo el valle del Aconcagua. También aprendí sobre el uso del adobe, participando en varias mingas de construcciones de casas con barro, adobe y piedra, en la provincia de Córdoba, Argentina, valle de Calamuchita. Y así fui realizando entrevistas a personas que habían trabajado directamente y a otros que sabían sobre estos por narraciones orales de sus antepasados. En total se realizaron 36 entrevistas, las que se reúnen en el presente libro.
A medida que se iba desarrollando la investigación, surgió la idea de presentar el libro en dos capítulos principales: Oficios extintos y Oficios que se han mantenido en el tiempo. Con el objetivo de diferenciar estas dos realidades, y hacer un análisis del “por qué” no se pudieron mantener en el tiempo.
Los oficios presentados en esta investigación etnográfica (extintos y los que se han mantenido en el tiempo) son en su gran mayoría desarrollados en el curso medio del río Aconcagua, Cordillera de la Costa, en la zona central de Chile, cuyas condiciones climáticas imperantes permiten una alta variedad de flora y fauna, permitiendo el desarrollo de numerosos trabajos temporeros, como: recolección de yerbas medicinales, cosecha de cocos, caza de conejos, por mencionar algunos que se han mantenido en el tiempo. Y entre los extintos se destacan la extracción de la miel de palma, la recolección del digüeñe y la venta de flores silvestres. Sin embargo, hay oficios que se desarrollaron exclusivamente en el curso superior del río Aconcagua, como el cultivo del cáñamo. El desarrollo de estos trabajos se basa en explotación de recursos naturales o materia prima que proporcionan principalmente los cerros de las zonas mencionadas anteriormente.
La mayoría de estos oficios son desarrollados desde antes de la colonización del país. Ya Alonso de Ovalle en su libro Histórica relación del Reyno de Chile, de 1646, menciona la palma chilena como: “…su altura, hermosura, abundancia y la de su regalado fruto le hace lugar entre los demás estima. Críanse estas palmas de ordinario en los montes y quebradas tan espesos, que mirándolas de lejos parecen almácigos puesto a mano”, demostrando acá la abundancia de palmas existentes en la zona central. En el mismo libro se comenta que el coco ya en esos tiempos tenía una importancia económica para los lugareños, y él lo menciona de la siguiente manera “…el racimo todo amarillo, que muy de ver, queda colgando hasta que sazonándose la fruta se viene al suelo, de donde la coge quien quiera, y hacen grandes cargazón para llevarlo al Perú”.
También, Juan Ignacio Molina, en 1788, habla de la importancia comercial del coco, el cual era exportado al Perú con el propósito de hacer dulce, sin embargo revela el proceso de la extracción de la miel de palma: “Quando se le corta a esta palma el acéfalo o el cogollo que tiene un comer muy sabroso arroja una gran copia de licor, que mediante su decocción, se convierte en una miel más delicada y gustosa, que la que dan las cañas de azúcar”.
Charles Darwin, en su paso por la ciudad de Quillota en el año 1834, reflexiona sobre aspectos relacionados con los oficios de los ternereros y hortelanos, expresando lo siguiente: “Cada propietario tiene en el valle cierta parte de colina donde sus ganados, medios salvajes, proveen a su subsistencia, por grande que sea su número. Una vez al año se hace lo que llama un gran rodeo, esto es: hacen bajar todos los animales al valle, los cuentan, los marcan y separan algunos para engordarlos en prados artificiales. En estos valles se cultiva mucho trigo y maíz, aunque el principal alimento de los campesinos es una especie de haba”.
En el libro “Valle de Putaendo”, de 1961, se hace mención a diferentes oficios que en la actua-lidad se hayan extintos, como: la trilla, la fabricación de fibra de cáñamo y el cultivo de tabaco, explicando detalladamente las actividades principales de cada uno. Cito un fragmento en que se refieren a la trilla: “…los frutos tempraneros que son consumidos en los festejos de la trilla del trigo. La trilla en Putaendo se hace habitualmente al estilo tradicional chileno, con yeguas, que corriendo en el círculo de la era, pisan las espigas separando el grano de la paja. Después el trigo se “avienta”, “traspalo” y “harnea”, quedando listo para ser almacenado”. Con respecto al proceso del cáñamo el libro menciona “Numerosos agricultores de Putaendo debieron hacer un rápido inventario de su conocimiento agronómico para descubrir lo que podría servirles en el cultivo del cáñamo que se consideraba como un cultivo para especialistas. Algunos de esos campesinos especialistas vinieron desde las áreas clásicas de San Felipe o Santa María a colaborar en las siembras putaendinas”. Y finalmente se hace una referencia al tabaquero y su problemática social y técnica que involucraba todo el proceso en sí, explicándolo de la siguiente manera: “A diferencia del cáñamo, el tabaco no plantea al campesino tener que aprender sus técnicas básicas; el problema del campesino reside en tener que decidirse por resistir o aceptar la presión para que abandone ciertas técnicas tradicionales. La adopción de estas nuevas prácticas agronómicas no tienen, es cierto, una base de absoluta obligatoriedad. La exigencia que sí son ineludibles tienen relación con la preparación de la hoja; apartarse de ella significaría el rechazo de la cosecha por los compradores”.
Más recientemente, diversos autores han hecho mención a los trabajos temporeros. Un ejemplo de ellos es el libro Caleu tierra amada, donde se mencionan los pozos neveros en el cerro El Roble, haciendo una descripción detallada de los procesos que conlleva finalmente la venta de la nieve en la ciudad de Valparaíso, Los Andes y San Felipe, con propósitos de refrigeración y fabricación de helado de la época (oficio ejercido hasta la aparición de las fábricas de hielo, en los años ‘30). En este mismo libro se cita el oficio de la cosecha del digueñe, mencionando a los señores Rojas y Astorga de la localidad de Caleu, que son los primeros cosechadores y comerciantes de este hongo silvestre, que crece en el árbol nativo llamado roble (Nothofagus macrocarpa).
HIPÓTESIS DE TRABAJO
El objetivo principal de esta investigación, es indagar en la paulatina desaparición de oficios y labores, especialmente de aquellos relacionados con el mundo rural de la zona central, haciendo hincapié en aquellos de carácter temporal típicos de la zona. Entre las causas de desaparición las hay de carácter natural y sociocultural.
Entre las naturales, puedo destacar dos aspectos primordiales que han afectado las costumbres y trabajos del campo:
1. Extinción de las especies vegetales, materia prima de la producción: El agotamiento de las especies nativas se debe a varios factores: (i) Sobreexplotación de las especies nativas y la nula regulación de la explotación de estas. (ii) La disminución del espacio natural de crecimiento de estas especies, producto de la construcción de casas, carreteras y de la privatización de grandes extensiones de terrenos.
2. Disminución de las especies vegetales por factores climáticos: Estas especies si bien no son tan demandantes en el aspecto hídrico, no significan que puedan soportar grandes épocas de sequía, lo que ha sido determinante en esta zona, debido a las bajas precipitaciones de la última década. Esto ha provocado un impacto importante en el desarrollo normal de los diferentes recursos vegetales, especialmente de secano (regados por lluvias), por lo tanto, para los trabajadores deja de ser conveniente dedicarse a oficios dependientes del buen desarrollo natural de la flora silvestre. A modo de ejemplo se pueden citar los siguientes trabajos extintos por este motivo: las trillas, las viñas no industriales, las cosechas de flores silvestres, de coligües, de digüeñes, entre otros.
Entre los acontecimientos sociales que han provocado la pérdida de interés por trabajar en el campo, podríamos mencionar cuatro aspectos primordiales:
1. Migración a la ciudad: Los campesinos están emigrando a la ciudad en busca de “mejores oportunidades”, debido a la escasez de fuentes de trabajo. Si bien esto es una realidad, no es menos cierto que las personas han perdido el interés por la idiosincrasia del campo, debido a la nula experiencia que significa el vivir en el mundo rural y las pocas oportunidades que supuestamente ofrece. Al emigrar casi todos los jóvenes, queda el campo sin nuevas generaciones para mantener las tradiciones y las costumbres, perdiéndose la esperanza de los ancianos, que perdure esta cultura campesina.
2. Venta de tierras: Las personas venden sus tierras heredadas, por necesidad, pero también por el escaso apego que se tienen a estas tierras cultivadas de generación en generación. Con esto se produce un aumento de la población afuerina, la cual no posee conocimientos para trabajar la tierra, sino que la transforma en “parcelas de agrado”, limitando aún más el terreno apto para las actividades campesinas.
3. Aumento de la regularización: En los últimos 10 años ha aumentado la fiscalización en esta zona, debido a la escasa conciencia de las personas para preservar los recursos naturales. Esto implica que los temporeros están restringidos por estas normas ambientales, lo que hace perder el interés por dedicarse a estos oficios.
4. Pérdida de los canales de información: Es en este punto dónde la investigación toma gran importancia, ya que la valorización de estos trabajos temporeros es poca, debido a que han ido muriendo los campesinos que se dedicaron a estos oficios, quienes no tuvieron el cuidado de traspasar sus conocimientos a las nuevas generaciones, desapareciendo con ello los canales de información. Si bien aún quedan personas que pueden testimoniar sobre estos oficios extintos, estas ya cuentan con una edad avanzada.
La presente investigación aspira a poner en valor estos oficios campesinos, que permiten una vida comunitaria y autónoma, a partir de los valiosos testimonios de las personas entrevistadas.
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