Sobre
“SILVESTRE” DE FELIPE MONCADA (EDICIONES INUBICALISTAS, 2015)
Por Claudio
Maldonado.
Se dice
también (ahora) que estamos en presencia de su séptimo libro y que esta modesta
presentación, si algo quiere poner en evidencia, es la idea de que una poética
difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera en
que es leída. Es decir: cuando ya no queden los pájaros, cuando lo árboles
nativos sean totalmente cortados y la nieve de las montañas absorbida por unas
sondas conectadas a China, la lectura de Silvestre ya será otra forma de leer
un tiempo en que un hombre nos invitó a pasear por una naturaleza que aún estaba
en pie. Es el artificio de lo simple, lo que hace de este libro un canto sin
moralejas ni lecciones dictadas del Olimpo. Percibo en el hablante la señal de
una tragedia sin solución, batalla perdida, pero que todas formas debe
librarse: “Y si no fuera por la deuda/ por el peso a peso/ de la gotera en la cocina/
por la ambición nuestra/ de cada semana/ con siete lunes de piedras:/ me
bañaría en el Sol/ animal de puro lenguaje/ perdería la vista en los cóndores”.
Retrocedamos al 2003, al origen de estos versos, hacia una nueva forma de
leerlos y que figura en el primer poemario del autor: IRREAL (Ediciones el
Brazo de Cervantes), cuando nos señala en su poema Lares: “El ruido del
estanque del baño/ del refrigerador/ el ruido de los recuerdos/ del futuro
derrumbándose/ son mi silencio en provincia”. A estas alturas del campeonato,
hablar de la interpretación del contexto de producción, para entender un texto
literario, es casi una tierna tontería, los contextos se multiplican y
enloquecen la semiótica. Quizás la mejor forma de leer más allá del texto es
ver como se localiza, desde donde se posiciona, para decir lo que desde tiempos
inmemoriales se ha dicho, escrito o pensado: En el poema En el Fuego es el
provinciano que vuelve derrotado a la casa materna: “Cuando las palabras
deberían traer consuelo/ pero sólo traen imágenes”. En Descabezado grande, el
hablante se vuelve a situar desde un espacio remoto para la masa: “Caminar en
la ceniza parodia la escritura/ la dificultad de avanzar en blanco”. Espacios
apartados donde el hablante quiere situar su pensamiento, su viaje al sur, las
conversaciones sobre la memoria con Filomena Manquepi. “La escritura correcta
es no escribir/ es mirar por la ventana”, nos señala el Moncada del 2003. Y
sobre esa lectura establece lo que hoy presentamos, sin los gimoteos
metaliterarios de tanto nopodernimiento, con un intento constante por
querer armonizar los elementos a los que
canta. En Silvestre el ser humano no exagera en mostrar el verde del paisaje,
no barroquea en busca de convencernos de que los árboles prevalecerán ante las
ciudades, el curso de los ríos es un símil de la sangre que corre por el
interior del tipo que levanta una carpa en el Enladrillado, el sudor que gotea
sobre el trumao del que sube una cuesta puede estar al mismo son de un pájaro
carpintero que construye su refugio en el follaje. Y quizás esta constatación,
este impulso por buscar la simetría con los elementos, es lo que me lleva a ver
mi derrota humana y a soñar con el viaje Silvestre, ese que más allá del texto,
uno de los más bellos que he leído estos últimos años, nos regala la promesa de
más de alguna lectura posible en el futuro, que es ahora, porque la invitación
al sueño es ahora, viajar con una mochila cargada de silvestres hacia un
espacio lejano, donde simplemente se pueda respirar.
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