Felipe Moncada Mijic
Santiago, viernes 23 de agosto de 2013
Los
estudiosos de las sátiras, quienes saben distinguir entre parodia, ironía y
caricatura, observan que ellas abundan en épocas de corrupción, baste ver su
apogeo latino en la decadencia del Imperio Romano o su abundancia en los
actuales reinados del dinero, como si la narración humorística fuera un alivio
para la brutal exhibición de los privilegios de clase, o como si a través de la
burla, se realizara al menos una metáfora de justicia, a la manera de un Pedro
Urdemales, quien consciente de seguir descalzo hasta el fin de sus días, al menos
festina del avaro y del poderoso y así trasciende en la memoria de los que no
tienen lugar.