Por Carlos Henrickson
Jorge
Teillier, al caracterizar una línea lárica
en la poesía chilena, plantea la raíz última de la vuelta al lar en el yo pulverizado y perdido de la ciudad,
citando a Gottfried Benn: una conciencia desalojada que sueña con volver a ser el antepasado de sus antepasados, una masa
de musgo en un tibio pantano. Basta esto para darnos cuenta que el trayecto
de estos poetas sería harto más arduo y significativo que una emigración física
desde la provincia a la ciudad, se sugiere que el desarraigo es más hondo y
fatal, y que bien probablemente no tenga que ver siquiera con la naturaleza,
sino con la memoria, y hasta con algo aun más sustancial de la experiencia del
mundo. La memoria de un quiebre catastrófico que escinde profundamente la
posibilidad humana parece acompañar la obra de Teillier como un índice hacia
hitos de una historia arcana -que puede envolver el desarrollo de la
civilización entera junto a sus formas de registro aurático- o bien algo más
cercano, no contado o silenciado por la cultura desaurante y blanqueada de la
fundación nacional: la violencia extrema de un poblador invasor sobre el
territorio, sus habitantes y su vida natural.