Por Juan Yolin
Hace cinco años escuché el nombre de Eduardo Cobos.
Recuerdo, que por alguna razón, relaciono con la dulzura y solidez de un
patacón, con el tono maracucho de su enunciado: ¡Epa, Yolingo, tenés que leer
los cuentos del Lalo! Cuando se está acostumbrado a viajar con la literatura es
usual que este tipo de recomendaciones llegue en la forma de los poemas del
tío, el epistolario de la abuela o las canciones del sobrino. Pero esa primera
lectura me remitió a Beruti, cuento que abre el periplo de este libro y
que tras cinco años me sigue pareciendo brutal.