Discursos para desorientar a la Aldea Global
por Patricio Serey
La primera vez que escuché la palabra “Sátiro” fue por boca de la que pensaba era la mujer más fea del mundo; doña Clotilde -la bruja del 71-. Aunque pequeño, siempre me llamó la atención la inflexión, atribuida a los celos, con que enrostraba la palabrita al escuálido don Ramón, cada vez que éste miraba lascivamente a la nueva y exuberante vecina del barrio.
De ahí que por algún tiempo asocié esta rara palabra al perfil del entrañable personaje de la “vecindad del chavo”, atribuyéndole su carácter de paria, enamoradizo, sinvergüenza y ocioso -pero de raro atractivo-, al otro, al Sátiro.
Pero no mucho tiempo pasó para que algún film de precarios efectos especiales, álbum, o libro de estampitas ilustradas, me revelara su verdadero origen;