Por Rodrigo Arroyo
Con la conciencia de un pájaro herido
que dulcemente muriendo no perdona
Pier Paolo Pasolini
que dulcemente muriendo no perdona
Pier Paolo Pasolini
La silueta del pensamiento reside en la
escritura que se oculta en las palabras exhibidas, compleja instancia
que no podemos sino atisbar como pérdida. Sería una ingenuidad, o más
bien una torpeza dejar de tomar en cuenta la creciente profundidad que
el lenguaje presenta al adentrarnos en su tejido expuesto, incluso en
su tejido oculto, latente, vivo en las sombras, o del otro lado del
espejo. Es así, que más allá del lenguaje, la poesía se sostiene como
una sensible forma del pensamiento y la crítica; esto es también: la
distancia y la disidencia. Y es en esta descripción que El poema de las tierras pobres de Jorge González Bastías tiene cabida, pero también nos sitúa y nos convoca.
Entregándonos el punto de partida para establecer una
reflexión a lo que ha sido el territorio, el entorno, el paisaje, o la
forma narrativa que el capitalismo ha establecido sobre el espacio,
operando a través de él sobre nosotros. El progreso celebra victorias pírricas sobre la Naturaleza,
señaló Karl Kraus, indicando que el problema es el problema de la
tierra; y cómo ha sido la violencia burguesa con su arribismo y deseo
de perpetuarse como oligarquía la que ha estructurado una historia de
desplazamientos, modificando siempre, si no cooptando también, la
noción de margen. Situación curiosamente idéntica podemos apreciar en lo
que torpemente denominamos como escena o tradición literaria, poética.
No es posible entonces no comprender esta reedición como una
reposición, o un intento al menos, del siempre interrumpido o
inexistente diálogo sobre la historia nacional, lo que no es otra cosa
sino también hablar de una historia del progreso, de la pobreza, del
materialismo, de la violencia y la tristeza, más aún, de la melancolía,
que después resonara, Azotándonos contra la miseria de la riqueza expresándose en el lenguaje emocionante del hormigón-armado, como señaló un Pablo de Rokha desgarrado en Fuego Negro. En
otras palabras, de lo que hablamos es del origen de una posible
disidencia. Resulta curioso ver cómo el diálogo inconcluso, la palabra
omitida, persiste en su deseo y no deja de volver, pareciera que su
porvenir es el retorno, su enunciación.
Ahora bien, más allá que toda categorización
nunca contenga lo que aborda, lo que pretende designar, la condición
mundonovista que desde el prólogo se le asigna al autor, y que
podríamos vincular extensivamente al criollismo, ilustra en parte el
contexto histórico y de producción escritural en que González Bastías
se sitúa, fuera de todo centro de producción. Veamos: al momento de
aparecer editado este libro, en su primera edición, tenían lugar las
vanguardias artísticas europeas. Más fino aún, el mismo año André
Breton publicaba el manifiesto surrealista. Y las grandes capitales ya
habían alcanzado su industrialización, y se recuperaban de una guerra.
Acá, y como señala el prólogo se iniciaba la construcción del tren que
reemplazaría a las embarcaciones y se canalizaba el río, se abandonaba
al río, a la orilla, generándose la problemática entre progreso versus
naturaleza. Ahora bien, hagamos el mismo ejercicio a partir de esta
reedición: hoy en día toda la irreverencia y transgresión que detentaban
las primeras vanguardias, el surrealismo por ejemplo y su deseo de
convertir o transformar al mundo, fue cooptado y normalizado, encauzado
si se quiere, como el río. Mientras, el progreso muestra su cara más
brutal, su distancia ya no con la naturaleza, sino con la naturaleza
humana. Esta miseria no es de aquí, dice González Bastías, y
aquello no deja de resonarnos al pensar en Aysén, en Huasco, en los
niños de la greda que padecen los residuos de la fundición Ventanas. En
los cisnes muertos que la CMPC carga consigo, cadáveres flotando como
signos de interrogación desechos. La única pregunta que se nos ocurre
es el tan simple por qué, o tratar de dar con el origen de la vulgar y
violenta costumbre de ofrecer lo que no se posee, la ostentación. Poner
en palabras aquello que las palabras no pueden designar, la debacle del
comienzo de un poema. Visto así, al hablar del Poema de las tierras pobres no
hablamos de una condición mundonovista, sino de una condición humana.
Un atisbo de lo que allí estaba germinando. Así, podemos comprender a
partir de estos poemas que el tupido velo nunca fue tupido, la
suposición y cobardía, la cabeza gacha y la ilusión ciega del progreso
le otorgaron dicha condición, en otras palabras, lo que se oculta de un
modo u otro sale a la luz mediante analogías, descuidos, o a través de
una insistencia subterránea que busca con afán los intersticios que
permitan su aparición; aunque sea nada más en una página, o en un
susurro entrecortado.
Este libro no supone, o más bien no propone
un abandono, no se permite tal ingenuidad; porque sabemos que no hay
salida, sino más bien una vida retirada, sin los aspavientos ni las
ilusas esperanzas de aprender a vivir de o desde la literatura, como lo
intentaran ingenuamente Bouvard y Pecuchet, menos aún la intención de
inscribirnos en ella, no. El retiro exhibe su disidencia en la opción e
intereses propios de una vida opuesta a un modelo especulativo.
No reposa / El hombre de las tierras pobres señala González Bastías, ante lo cual no podemos dejar de preguntarnos ¿Qué es aquello que la pérdida cobija a través de la palabra? Quizá dicha respuesta resida en la memoria de aquello que no está, en esa casa abandonada que González Bastías nos describe desolada, como un errante rumor de sollozos. Y es que un territorio dañado no le queda sino apostar su posible pervivencia a la palabra, pues toda interrupción en la historia, genera como réplica otra en la arqueología. Qué memoria ha de resultar, ha de pervivir a la ruina y la destrucción, cuando, por otro lado, la interrupción ha sido la constante. Como señalara Bastías, Qué tragedia, qué crimen / qué miseria de siglos. Lo que ronda en los poemas es una pregunta que tiene que ver con cómo dar cuenta en forma vívida de la pobreza sin caer en las imágenes arquetípicas que de ella nos han poblado, no hacerla afiche ni pancarta. Pensar en la pobreza, en la belleza radical de saberse más allá del lenguaje atado a la escritura, como señaló en su diario de muerte Enrique Lihn, La vida necesita muy poco del lenguaje.
No reposa / El hombre de las tierras pobres señala González Bastías, ante lo cual no podemos dejar de preguntarnos ¿Qué es aquello que la pérdida cobija a través de la palabra? Quizá dicha respuesta resida en la memoria de aquello que no está, en esa casa abandonada que González Bastías nos describe desolada, como un errante rumor de sollozos. Y es que un territorio dañado no le queda sino apostar su posible pervivencia a la palabra, pues toda interrupción en la historia, genera como réplica otra en la arqueología. Qué memoria ha de resultar, ha de pervivir a la ruina y la destrucción, cuando, por otro lado, la interrupción ha sido la constante. Como señalara Bastías, Qué tragedia, qué crimen / qué miseria de siglos. Lo que ronda en los poemas es una pregunta que tiene que ver con cómo dar cuenta en forma vívida de la pobreza sin caer en las imágenes arquetípicas que de ella nos han poblado, no hacerla afiche ni pancarta. Pensar en la pobreza, en la belleza radical de saberse más allá del lenguaje atado a la escritura, como señaló en su diario de muerte Enrique Lihn, La vida necesita muy poco del lenguaje.
Finalmente no podría concluir sin una
especie de recuerdo y homenaje al río, a Jorge González Bastías, a
través de una breve cita, de la película “Roma” de Adolfo Aristaraín,
en la que un padre le enseña el uso de los ríos a su hijo, le pregunta:
¿Sabes para qué sirven los Ríos? Si uno está triste, te vas al
río, al lado de la corriente y piensas en todo lo que te hace mal. Lo
dices en voz alta, lo tienes que decir como si tiraras todo al río y
vas a ver como el agua se lo lleva todo.
Valparaíso-Curicó, otoño del 2013
Ediciones Inubicalistas,
ResponderEliminarUrgentemente necesitamos ponernos en contacto con ustedes para recibir opiniones y consejos para un proyecto editorial que queremos materializar un grupo de jóvenes santiaguinos, una colección de poesía y ensayo bajo el nombre de ELEUSIS. En la primera colección hemos venido trabajando con la reedición de MI ATLÁNTIDA (1965) del poeta porteño Carlos Casassus. Estamos en buen puerto, pero ahora estamos meditando nuestra <>, puesto que, tenemos muy delineados el criterio editorial o curatorial y, por tanto, ideológico de los libros que deseamos publicar.
Esperando su pronta respuesta.
Atte.
Gonzalo Geraldo Peláez
escrituraytemblor@gmail.com
Estimado, escríbenos a edicionesinubicalistas@gmail.com, ahí podemos intercambiar opiniones e ideas. Saludos desde Valparaíso.
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