sábado, 12 de abril de 2014

Piel de gallina: un show psicodélico e infernal

Reseña anónima


Claudio Maldonado, autor del conjunto de cuentos Santo Sudaca (2008), nos entrega su segunda obra, su primera novela, que en plan pesadillesco nos narra los extraños días de un profesor de colegio, Lizardo, quien producto de un estúpido accidente laboral, cae en un profundo coma y pasa a un grotesco mundo paralelo, el cual pareciera regirse bajo el explícito verso de Dante, a la entrada de las puertas del infierno: “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”. El infierno de Lizardo es retratado como un cruel doblez o reverso sucio del mundo escolar, sin dar concesiones a metáforas o alegorías rebuscadas; en vez de hacer clases a un alumnado de liceo público, los estudiantes son ahora un curso compuesto de pollos, los cuales tienen la sacrosanta misión de morir bien para ser pasados al matadero y servir de alimentación a un regimiento aledaño a la escuela. Es acá donde se deja relevar el principal encanto del libro: no vemos a un profesor humano en un mundo de Disney o de Miyazaki con pollos antropomórficos con ganas de aprender y superarse, sino que asistimos a la hilarante y patética situación de un profesor que debe lidiar ante un grupo de pollos que sólo cacarean, y a los cuales se les debe adoctrinar para conseguir mejor sabor del ala y del trutro. En el fondo, se les debe educar para que mueran y sirvan a la patria con sus tiernas carnes.
La novela se agrupa en 26 partes, de las cuales en su mayoría están divididas en incisos episódicos, destacando por sobre el conjunto los intervalos descriptivos, que nos permiten conocer más de cerca aquel fantasmal mundo, y en segundo lugar los cuentos intercalados. Más flojos quedan los diálogos, aislados del corpus en su mayoría, siendo algo vacíos y desprovistos de cualquier épica: el autor apela a la coloquial y humorístico, logrando pocas veces un entramado certero que nos sumerja de cabeza en el libro.
El conjunto de personajes errantes que completan el cuadro son los profesores y directores mediocres y ridículos del establecimiento (no se diferencian tanto del mundo real), militares homoeróticos que practican curiosos rituales para ahuecar el pecho, bandadas de jotes que planean como cuervos buscando la carroña, un pedazo de mierda psicótica llamada Lucio Calquín, la providencial aparición de la virgen, o Samir Taladriz –por mencionar a los más llamativos-, el sostenedor del establecimiento escolar que es un obeso desaliñado y semi analfabeto (como una evidente crítica al sistema escolar neoliberal), quien hace jugar al ludo o a los dados a los profesores, apostando los sueldos de éstos como si ocurriera en una lotería de barrio.
Y barrial, es precisamente gran parte de la apuesta de Maldonado. Mientras el profesor agoniza en el mundo real, se reproducen diálogos entre pobladoras y colegiales allegados del profesor, escenas de mujeres que rezan a la virgen, anécdotas de profesores que involucran a alumnos de baja extracción social en condiciones humillantes. Si bien la novela no posee la profunda poética desgarbada de novelas relacionadas con la enseñanza (pienso en las Tribulaciones del joven Törless de Robert Musil, o Educar a los topos, de Fadanelli), sí hace gala del extrañamiento más cercano a la escritura de Juan Emar (quien mixturó magistralmente el criollismo con el surrealismo, treinta años antes del realismo mágico), o el desnudamiento de la pobreza y la miseria (en clave estilo Nicómedes Guzmán o Luis Rivano), mezclado con un estilo llamativo y caricaturesco tipo cartoon, como alguno de los mejores episodios de Regular Show o Adventure Time.


Piel de Gallina en una primera novela de Claudio Maldonado, que siendo irregular en su acabado, propone una forma auténtica, original y mordaz de poner en el tapete la mísera condición, ya no del profesor de liceo, sino que del hombre en su selva mutante y psicodélica, en su propio infierno personal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario