por
Felipe Moncada Mijic
Me gustaría presentar este libro[2],
dentro del contexto del trabajo editorial que hemos venido desarrollando como
Ediciones Inubicalistas[3],
desde el año 2009 a la fecha, en la ciudad de Valparaíso. Nuestro catálogo,
compuesto a la actualidad por alrededor de 40 títulos, se concentra
principalmente en autores regionales, que están fuera de aquello que se
entiende un poco torpemente como “canon”, concepto difuso, pero que se hace
notar (si es por inventar “indicadores”) en el número de apariciones de un
autor en los medios, en el sentido de la sociedad
del espectáculo, o al menos, en el interés por publicar a un autor por
parte de las editoriales consolidadas, reproduciendo de esa manera un contenido
ya aceptado. Construcción tan social como teórica, el canon, aunque siempre en
movimiento y útil como orientación, también impide ver lo que hay bajo él, al
considerarse “menor”[4]
o carente de interés.
Pues bien, este situarse frente a la producción
literaria y de investigación, no constituye un dogma autoimpuesto, sino que ha
ido sucediendo en la práctica, porque pensamos que es una manera de colaborar
con la diversificación de los registros escriturales que circulan, con todas
las limitaciones y dificultades que ello conlleva. Entendemos a una editorial, como
una organización que propone contenidos y los difunde, pero no cualquier
contenido, sino de aquellos por los cuales está dispuesta a trabajar, contra la
indiferencia y el ninguneo, esa
institución nacional tan emblemática, que lucha por el estatismo a su manera.
Proponer lecturas, relecturas, poner a salvaguardia un contenido por medio de
la circulación, ya sea por sus cualidades estéticas, éticas, o simplemente por
construir una memoria. Y es por todos los aspectos anteriormente mencionados,
que consideramos que un libro como Inxilio debiera ser leído y reconsiderado
dentro del panorama literario nacional. Hace algún tiempo realizamos un
ejercicio parecido con El poema de las
tierras pobres, de Jorge González Bastías, publicado por primera vez en
1924, generándose un interesante intercambio de textos críticos en torno a su
relectura[1].
Creemos además, que la labor editorial es una manera
posible, aún, de hacer política, a nuestra humilde escala, pues genera vínculos
y contenidos que de una u otra manera terminarán generando diálogo, lo que por
fenómeno natural precede a la acción y sus cambios. Una micropolítica si se
quiere, que apunta a reconstituir redes de lo que en este país fue arrasado por
el interés económico y su institucionalidad, y en eso se trata de un trabajo de
restauración, de saldar la deuda cultural con quienes han intentado oponerse al
orden feudal de este territorio productivo, y que han sido derrotados, pero en
esa derrota han dejado pensamiento y lenguaje, legados que son necesarios recordar
cada vez que se pueda, porque de ahí puede salir algún fundamento que permita
reconstruir las redes sociales (no su sucedáneo virtual), que en nuestro país,
aún son cicatrices.
Ante una ausencia de políticas culturales definidas
con respecto al campo editorial, donde el Estado se limita a licitar proyectos
de la iniciativa individual, bajo la óptica de las industrias culturales y el
concepto del patrimonio, en que hay que esperar que una forma de vida esté
amenazada de extinción para que se haga urgente su conservación, aunque sea
solamente en el plano simbólico de la cultura oficial. Ante ese panorama, es
necesario mencionar la importancia que están teniendo las editoriales,
denominadas por ahora independientes, no solo en la lectura recreativa, sino también
en el rescate de la memoria histórica, el desarrollo del pensamiento, y en
definitiva, en el avance del conocimiento.
Con respecto al libro Inxilio, se podría decir, a grandes rasgos, que es una de aquellas
obras extrañas, que cada cierto tiempo y bajo ciertas circunstancias, da este
territorio, una especie de “estrella negra” en la producción poética chilena, obra
en que nada es lineal, pero tampoco dejado al azar. Una lectura más profunda y
más información, se pueden hallar en los textos escritos por Lucy Oporto[2]
para su presentación y Felipe Montalva[3]
para el periódico Punto Final.
Inxilio podría considerarse como un ejemplo del enrarecimiento que ocurre en
el lenguaje, cuando la imagen conocida del mundo se rompe de la más brutal de
las maneras, ya que la fractura social se hace lenguaje, no por aventura
vanguardista, sino más bien por el esfuerzo expresivo que depara “narrar” la
barbarie de la razón, en los actos de los vencedores. Por su experiencia de prisión
política, se puede situar esta obra cerca de Dawson de Aristóteles España o Cartas
de prisionero de Floridor Pérez, o la poesía que Miguel Hernández y Marcos
Ana, entre otros, escribieran desde las prisiones o manicomios franquistas,
aunque la densidad del lenguaje sea particularmente alta, pues actúa según reza
el epígrafe del libro, tomado de Rimbaud: La
literatura será realista, pero deberá renovar / por el lenguaje la expresión de
la realidad.
Es de esperar que la obra sea
leída y que circule, como lo ha hecho hasta ahora casi en secreto, bajo el
enorme zumbido de los caínes sempiternos.
Valparaíso,
septiembre 2015, Vilches Alto, enero 2016
[1] Hernán Carvajal nació en Santiago de Chile, a comienzos de la década de 1930. Durante parte de su infancia, vivió en Valparaíso. Se formó en la Escuela Normal “Abelardo Núñez”, Santiago. Trabajó como profesor normalista básico en distintas zonas de Chile, sobre todo rurales. Ingresó al Partido Comunista de Chile hacia 1954, y fue corresponsal de El Siglo, bajo el seudónimo de Arcadio Meza. A comienzos de la década de 1960, retornó a Valparaíso, donde debió enfrentar el golpe de Estado de 1973. Tras su experiencia como prisionero político en Pisagua, nuevamente retornó a Valparaíso. Hacia 1980, se trasladó a la zona rural de Puchuncaví. Vivió en Los Tebos, donde dio forma a Inxilio, que apareció en 1993, bajo el seudónimo de Juan de Quintil, en una autoedición de 100 ejemplares (Texto de Lucy Oporto).
[2] Fragmento de este texto fue leído en la presentación del libro, en el CENTEX del CNCA de
Valparaíso, el 14 de septiembre de 2015.
[3] En la actualidad, en esta editorial participan Patricio Serey, Felipe Moncada y Rodrigo Arroyo. Los contenidos se pueden revisar en www.edicionesinubicalistas.cl y www.edicionesinubiclistas.blogspot.cl.
[5] Ver www.edicionesinubicalistas.cl
[6] http://edicionesinubicalistas.cl/wp-content/uploads/2015/07/Oporto-Inxilio.pdf
[7] http://www.edicionesinubicalistas.blogspot.cl/2015/11/inxilio-en-revista-punto-final.html
Juan Manuel Roca: “El inxilio quizá tenga unos rasgos de enajenación y de expolio peor que el de quienes tienen que exiliarse. Es la pérdida del país dentro del país mismo, tener que habitar en la periferia como un único territorio posible, sentirse ciudadano de ninguna parte, exiliado de sí mismo, pertenecer a un no-lugar”.
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