domingo, 16 de octubre de 2016

Silvestre, de Felipe Moncada

Por Jaime Medina Cárdenas

Y si después de tanta palabra, no sobrevive la palabra 
César Vallejo 


He querido comenzar esta presentación del libro Silvestre (Ediciones Inubicalistas, 2015), de Felipe Moncada Mijic, citando estas palabras de Vallejo, pues es una clave para entender el poemario, la palabra como elemento creador, es la que va construyendo realidades, en este caso Felipe nos conecta con un mundo poético de lo simple, pero a la vez de osada belleza lárica, de verdad me sorprendió este texto en este verano y por estar aquí en La Frontera, donde sus escritos maulinos y porteños no se dejan seducir por el vocabulario cotidiano de la gran urbe.

Es un libro acunado con el lenguaje de la memoria, que evoca la parentela, la fraternidad y la búsqueda del sentido en las raíces mismas del ser, acaso para removernos y recordarnos que donde se yergue la pileta de metal en la selva de cemento, primero fluía el trumao y la vertiente siempre fresca.

Es imposible comprender el sentido de los versos o la prosa, sin la figura del mítico Alejandro Lavín, ceramista y poeta muerto hace pocos años en Talca, oriundo de Nueva Imperial. El autor hace un viaje en este libro para ir en busca del amigo alfarero, que también le dota de mitos y luces para volver a la cotidianidad de la urbe.

Ya en el inicio del poema “Urgente” nos alerta de la llave que nos conducirá por este tránsito poético: Correo del Monje anuncia la fiesta de los avellanos. Es un estar alerta para imbuirnos en un mundo casi arcadiano, donde la palabra nos entrega un universo nuevo en cada gesto, recodo del camino, señal, o en los personajes y lugares campechanos; cobran vida la piedra, la huella, con tan solo el soplo de las palabras.

El lar está presente con cada acción o gesto o palabra con que el autor dota de espíritu al terruño y sus moradores:


Aquellos solitarios, / ánimas de los senderos, / quiera el bosque llevarlos a su fronda, / beban el rocío de los canelos, / sea su canto el de las vertientes, / tengan la paz de los remansos, ahora / que un colibrí gira en el aire / y busca / el vino azul de las chilcas. (Los que no volvieron).

En este mundo los muertos o ánimas cobran sentido al empaparse del espíritu lárico del campo o la aldea, se eternizan como custodios de los parajes donde habitan con los vivos, cuyo viaje en tránsito es también una búsqueda de transcendencia.

El bosque y las huellas rurales, proporcionan un ente superior donde se recrea el cansancio del día a día para abandonarse al renacer de la esencia humana del ser que rehúye del tener y se encuentra a sí mismo con sus raíces y se memoria.


Aquí llegan los hijos perdidos / a buscar la sombra de un origen, / los expulsados por las eriazos, / los prófugos de una solitaria ley / hecha de mitos, / a beber del milenario / antes que tizna el rayo a los elegidos / y los vientos / hagan crujir la corteza del gigante (Sillahur)

El “viaje a la casa del alfarero” tiene una connotación profunda y teológica, que no sé si Felipe lo plasmó en forma consciente o con espíritu poético, y digo esto por lo que representa. Cito aquí al profeta Jeremías diciendo: Palabra de Dios que vino a Jeremías diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero y allí te haré oír mis palabras. La casa del alfarero como lugar donde nace otra utopía, lugar donde con la palabra, lo trascendente se hace inmanente (o sea, humano). La palabra se encarna, es el lugar donde se recibe una nueva revelación; entonces no es extraño decir que la búsqueda del poeta en ese espacio, es para darle sentido a su expresión poética y artística, que tiene mucho de profeta. Moncada describe este espacio, sabe que allí, en ese mítico lugar hay algo que recibir, que comunicar en envase de poema:


La cosa es que este Monje / sabe más por viejo que por Tao, / más por conocer la textura de las piedras / que por traducir a Sutano o Mengano. / Y si no le importa dónde termina la corteza / y donde comienza la cabaña / es porque toma agua de hoja de lingue, / ya que la tasa es para el ojo y el tacto, / para imaginar montes de caolín / cada vez que llena una jarra / o se bebe alrededor de la parrilla / bajo la fonda de los avellanos silvestres. (Ceramista).

Entonces, no es simple el viaje poético para subir a la cumbre, donde no solo espera “el Monje”, es allí donde también están latentes las vivencias de los Manquepi, que le dan sentido a una búsqueda necesaria para, en líneas de versos, volver a lo simple, volver a Ser Humano. Subir a la cumbre, evoca tomar contacto con lo trascendente. Cada poeta debe encontrar su cumbre, para ayudar a humanizar al ser, tras una nueva estética y ética, donde nace la esperanza que hace mutar el rudimento de lo cotidiano.

Y la bajada de la cumbre es simple. Con ojos visionarios va describiendo y valorando la simpleza de la vida y el entorno, va venciendo la enajenación de la urbe con el contacto cercano de lo natural, al punto de llamar a cada páramo, cada árbol, cada yerba, por su nombre (me imagino la alegría de don Juvencio Valle y no es panteísmo, es hermandad con el entorno simplemente, pues eso hace singular la armonía y el respeto con el todo y con uno).

Ahora Felipe puede hacer su camino solo, puede dejar partir al alfarero, pues luego de esa caminata nace un forjador de la palabra, un nuevo obrero de las letras que irá horadando al poema; ahora todos en paz pues se quedan las palabras, la pandilla reunida en torno al taller o el tambor a leña, con una mesa siempre abierta:


No te detengas. / Andrés reúne las astillas, / Anekke descorcha el vino, / Bernardo / hace recuerdos de la nieve, / tu gato / regresa a ronronear / trayéndonos un conejo muerto. (Tambor de fuego).

Les invito a volver a beber del pozo, porque esta poesía es eso, el regreso al pozo para recrear la vida.

Temuco, febrero 2016.











Jaime Medina Cárdenas, Valdivia [1962]. Ha publicado: La poesía es un Arte que no pierde vigencia, [1985] editado por el Centro de Alumnos de la Facultad Teológica Evangélica de Chile. Participó en la antología poética Por la senda de Juvencio, [2010] editado por el Círculo de Escritores Juvencio Valle de Nueva Imperial; De huellas en la lluvia, [2010] Comarca Ediciones; Hojas al viento, [2012] Comarca Ediciones; Alimentando sueños, [2013] Comarca Ediciones; De otoño en las nubes, [2015] Comarca Ediciones; y La aldea ancestral (Antología); [2016], Comarca Ediciones.

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