EL LUGAR DEL LECTOR, Y EL ACONTECIMIENTO OTRO
Sobre "Vuelo" de Rodrigo Arroyo, por Ricardo Espinaza
Sobre "Vuelo" de Rodrigo Arroyo, por Ricardo Espinaza
Heridas más profundas que a mí/ te causó el silencio,/ mayores estrellas/ te urden en la red de sus miradas/ más blanca ceniza/ yace en la palabra que tú creíste
Paul Celan
Paul Celan
Escribir para leer, disparar para morir,/ Imaginar una metáfora para volver
Rodrigo Arroyo
Rodrigo Arroyo
Para comenzar a referirme al libro que hoy presentamos, debo manifestar de inmediato que no es mi objetivo realizar un comentario exhaustivo respecto de lo que el libro nos dice, ni tampoco pretendo realizar una crítica ni valorativa ni determinista de sus contenidos; sí, una manifestación de mi amistad por Rodrigo, por lo que leo en sus palabras y también en sus silencios.
Entonces me es grato señalar, en este escrito de lectura, algunos rasgos que son de mi interés y de mi afecto. Rasgos que aparecen en la escritura de Rodrigo Arroyo y que también forman parte de mis preocupaciones y ocupaciones recientes. Precisamente una de mis últimas ocupaciones intelectuales radica en mi situación de lector o bien, en mi acontecimiento de lector. En mis “actividades perversas” (Barthes) y en mis “percepciones confusas” (Piglia). De hecho he estado dedicando todos mis últimos escritos a los amigos que leen y a los que no.
Hacia la segunda mitad de la década del 70’, específicamente en el año de 1976, Roland Barthes se preguntaba por el necesario significado de la lectura y su acontecimiento, pues afirmaba que existía una desproporción enorme entre el conocimiento que se tiene de la escritura y el conocimiento, o mejor, desconocimiento, que se tiene de la lectura (Barthes, 2002:161). Más aún, él manifestaba que la codificación de la escritura ha sido objeto, desde la antigüedad en adelante, de la “ciencia de la retórica”, pero en el ámbito de la lectura no ha existido ni ciencia ni arte equivalente. No ha existido nada que pueda llamársele como la “retórica de la lectura”, y aquello es la mayor incidencia sobre la concepción de la literatura, pues a ésta, salvo escasas excepciones, se la ha concebido preferentemente como un arte de autor y no como un arte de lector. En definitiva, Barthes se lamentaba por la ausencia de un conjunto de ideas que considerara realmente al lector no sólo como el sujeto del acto de lectura, es decir un sujeto con identidad y autonomía respecto del acto de leer, sino incluso que considerara al lector como el propio sujeto de la literatura y que, por consiguiente, se pudiese entablar un diálogo entre lector y autor en un mismo nivel textual (2002:161-162). Porque precisamente el texto literario es aquel que incluye al otro lector, aquel que integra al sujeto de la lectura en la elaboración de sí. Y tal inclusión es la que probablemente permite no sólo el placer de la lectura sino también el deseo de una nueva escritura, el comienzo de una aventura escritural que vivifique a la literatura.
Por ello, me dedico a escribir mis lecturas, por ello intento aproximarme a la conjunción de ficción y crítica, tratando de realizar una lectura viva . Por ello, preguntar por la lectura y preguntar específicamente, por el lector, a modo de ¿Qué es un lector? resulta ser, esta vez a juicio de Ricardo Piglia, la pregunta por la literatura pues constituye su condición de existencia. Pero además, Piglia señala que la respuesta a tal pregunta siempre se encontrará en otro escrito, en un relato “…singular y siempre distinto” (Piglia, 2005:25). Así, la respuesta del lector será entonces, la escritura de un nuevo texto por leer. De modo que, uno de los rasgos relevantes de la lectura se halla precisamente en rastrear los modos por los que se representa la figura del lector en los diversos textos literarios o si se prefiere, las representaciones imaginarias del arte de leer en la ficción (Piglia, 2005:22-24) las representaciones que (me) hago yo mismo en los poema de Vuelo para luego constatarlas en este u otro escrito.
Ahora bien, una de las figuraciones más sugerentes que he encontrado en la literatura hispanoamericana, respecto del lector, y que, por lo mismo, me permite pensar y escribir sobre ello, es la que asoma en la escritura del poeta español Antonio Gamoneda, quien en varios de sus textos apela al lector llamándolo “amigo”. En efecto, Gamoneda nunca habla de “lector” sino que alude directamente al otro destinatario de sus textos poéticos con la palabra “amigo”. De modo que el poeta se refiere a todos los posibles destinatarios del texto poético (eventuales lectores) con las palabras de la fraternidad y los incluye en sus poemas en cuanto tales. Es decir que incluye al otro externo del texto, ajeno a la escritura, como si se tratase de un amigo, nombrándolo amigo, haciéndolo su amigo. En una apelación bautismal de fraternidad y afecto. Un acontecimiento de amistad.
Por consiguiente, la escritura poética, al menos para mí, es figuración del lector en amistad. Es inclusión del otro por la palabra de la creación y la lectura. Es un ejemplo del compartir del mundo por la comunión de la poesía. Compartir incluso un diálogo (im)posible en un mismo nivel textual (Barthes) y en donde se desvanece el uno y el otro. Por ello el poeta dice que “quizás debemos alejarnos de una metáfora que nos divida” (Arroyo, 2009:25) . Pues entiendo con Blanchot que la amistad y la literatura son precisamente aquello. Son la relación sin dependencia y sin episodio, marcada no sólo por la unión que anula todas las diferencias sino por una distancia infinita, una separación fundamental (escritor-lector), esa separación que a partir de la cual lo que separa se convierte en relación (poema), pues lejos de impedir toda comunicación provoca una relación mutua en la diferencia y en el silencio de la palabra (Blanchot, 2007:266). “Una suma de ausencias” (Arroyo, 2009:28) cambiando el significado de la distancia (cfr. Arroyo, 2009:65). Es entonces, a partir de la distancia que existe la comunión, es en la distancia, la diferencia, la separación, la escisión en donde “las almas se enlazan y confunden una con otra por modo tan íntimo, que se borra y no hay medio de reconocer la trama que las une” (Montaigne); “dentro y fuera de las palabras que nos unen” (Arroyo, 2009:19).
Ahora bien, creo que en la escritura de Rodrigo Arroyo, también ocurre un afecto y una amistad que no se limita a una relación con el lector sino que adquiere valor temático y es por esta “temática de la amistad” que su escritura se une y afecta de “inciertas comunicaciones” (Arroyo, 2009:17) con la memoria, el dolor, la muerte y el silencio. Como quien “se pierde con el hambre de los golpes y el recuerdo / de sus amigos muertos, mirando la frontera” (Arroyo, 2009:22). O bien, porque “fuera del cerco yacen los amigos de un viejo boxeador / que murieron como tantos otros” (Arroyo, 2009:64).
Más aún el sujeto de esta escritura, sujeto volátil y libre, deviene memoria fracturada y ondas doloríficas, delicuescencia y desaparición, no por razones teóricas sino por sus entrañables afectos dejados (escritos) “sobre la cubierta fría de los muertos” (Arroyo, 2009:11). Tal y como nos lo señala el poeta en alguna oportunidad. O bien, nos manifiesta que “cielo sobre cielo se acumula un pasado de víctimas” (Arroyo, 2009:16).
Por ello, el sujeto de esta escritura se transfigura para incorporar lo otro en sí mismo y desaparecer en el acontecimiento. “Una fuga de voz que busca una guarida” (Arroyo, 2009:41). Pues, como señala un amigo, lector de Derrida, es necesario pensar al sujeto o al yo como uno de los lugares que ocupa el otro y más aún, como el lugar de un acontecimiento. Del acontecimiento del otro en donde se disipa el determinismo de la identidad . “Lo que resiste y debe resistir al imperialismo del discurso determinista, no lo llamaré ni sujeto, ni yo, ni conciencia, ni siquiera inconsciencia, pero lo convertiré en uno de los lugares del otro, de lo incalculable, del acontecimiento (Derrida, 2003:61). “Te recordaré cuando la escritura que no se escribe, / nos haga recuperar nuestra pluralidad; / cuando habitemos el yo que no sólo sabe de sí” (Arroyo, 2009:25). Aquello, no obstante, sin llegar a constituirse en una nueva identidad, sin llegar a constituirse en una nueva determinación: “qué podemos esperar nosotros que perdimos la pluralidad” (Arroyo, 2009:58).
Me hago cargo entonces, de las palabras de Paul Celan que puse de epígrafe para este texto a sabiendas de lo buen lector de Celan que es Rodrigo Arroyo para ofrendarlas a su escritura y quizás, nada más que esos versos son suficientes para presentar su poesía.
Concepción, junio de 2009.
Notas al pie
1.- ARROYO, Rodrigo (2009) Vuelo Valparaíso: Ed. Inubicalistas. (páginas s/n).
2.- Tiefere Wunden als mir / schlug dir das Schweigen, / grössere Sterne / spinnen dich ein in das ihrer Blicke, / weissere Asche / liegt auf dem Wort, dem du glaubtest. En Paul Celan (2003) Poemas póstumos Madrid: Trotta. Pág. 31.
3.- Lo cierto es que este texto de presentación, no es más que un primer acercamiento a su obra. Acercamiento breve debido a la situación de enunciación que nos enmarca, pero espero tener tiempo y vida para profundizarlo en un análisis extenso y comunicarlo con precisión enunciativa. Aunque, muy probablemente, con imprecisión crítica. Dejo estas palabras como testimonio de mi compromiso.
4.- Los Siguientes cuatro párrafos corresponden, salvo pequeñas alteraciones, a la primera parte de mi artículo critico titulado: “La amistad del lector, políticas de la poesía”. Artículo inédito, pero pronto a publicarse.
5.- Véase: Barthes, Roland (2002) “Respuestas sobre la lectura” En: Variaciones sobre la escritura Barcelona: Paidós. Texto publicado originalmente en francés bajo el título de “Réponses” En: L. Decaunes [1976] Clefs pour la lecture Paris: Seghers. Para los efectos de cita, sigo la edición de 2002.
6.- En un texto anterior (1972), titulado, “Por una teoría de la lectura” Roland Barthes señalaba que el fenómeno de la lectura, en tanto producción, puede ser de dos tipos: lecturas muertas, que son aquellas que están sujetas a estereotipos, determinismos, repeticiones mentales y consignas; y lecturas vivas, que son aquellas que producen un texto interior, semejante a una escritura virtual del lector. ”Ahora bien, esa lectura viva, durante la cual el sujeto cree emocionalmente en lo que lee al tiempo que conoce su irrealidad, es una lectura escindida; implica siempre, en mi opinión, la escisión del sujeto de la que hablaba Freud; está fundada en una lógica muy distinta de la del Cogito; y si recordamos que para Freud la escisión del yo se liga fatalmente a las diferentes formas de la perversión, tendremos que aceptar que la lectura viva es una actividad perversa, y que la lectura es siempre inmoral” (Barthes, 2002:85). Publicado originalmente en francés bajo el título de “Pour une théorie de la lecture” [1972] En: Lecture et pédagogie Orleáns: CRDP.
7.- Debido a que el libro de Rodrigo Arroyo tiene sus páginas sin numerar, su numeración corresponde a una orientación arbitraria determinada por mí para efectos de cita.
8.- El amigo citado es Edson Faúndez, poeta y crítico literario. Doctor en literatura, docente e investigador del Departamento de Español de la Universidad de Concepción. Autor del texto crítico “Persuasión de los días y En la masmédula de Oliverio Girondo: el sujeto como acontecimiento de lo otro”. En: Triviños, Gilberto y Dieter Oelker Crítica y creatividad (acercamiento a la literatura chilena y latinoamericana). Concepción: Editorial Universidad de Concepción. La posterior cita de Jacques Derrida, se encuentra en dicho texto.
Referencias bibliográficas:
ARROYO, Rodrigo (2009) Vuelo Valparaíso: Ed. Inubicalistas.
BARTHES, Roland (2002) Variaciones sobre la escritura Barcelona: Paidós.
BLANCHOT, Maurice (1992) El espacio literario Barcelona: Paidós.
BLANCHOT, Maurice (2007) La amistad Madrid: Trotta.
CELAN, Paul (2003) Poemas póstumos Madrid: Trotta.
DERRIDA, J. y E. Roudinescu (2003) Y Mañana qué Buenos Aires: FCE.
FAÚNDEZ, Edson (2007) “Persuasión de los días y En la masmédula de Oliverio Girondo: el sujeto como acontecimiento de lo otro”. En: Gilberto Triviños y Dieter Oelker Crítica y creatividad (acercamiento a la literatura chilena y latinoamericana). Concepción: Editorial Universidad de Concepción.
MONTAIGNE, Michel de (1960) Ensayos Buenos Aires: Jackson.
PIGLIA, Ricardo (2005) El último lector Buenos Aires: Anagrama.
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