martes, 6 de septiembre de 2011

Metapoética en la recta provincia

A partir de Autolectura y Precavidamente Hablando
por Felipe Moncada Mijic, Valparaíso, septiembre 2011

Sigue y sigue creciendo el estante de libros metapoéticos. A partir de dos títulos publicados recientemente, me gustaría retroceder en la tradición de escribir sobre el proceso de escribir, de la poesía para poetas, de la extensión del arte poética a la totalidad del libro, del lenguaje en el quirófano.


Autolectura[i] (2009) de Nelson Torres Muñoz (Castro, 1957) y Precavidamente Hablando[ii] (2011) de Patricio Serey (San Felipe, 1974), son dos libros que desarrollan el conflicto del poeta pensando la escritura, con todo lo que esto implica, entre ello: la simulación de un hablante lírico y el examen de su validez. Cada uno de los autores lo hace desde su particular territorialidad: Chiloé, en el caso de Torres, El valle de Aconcagua, en el de Serey.

Nelson Torres, se inscribe en la tradición chilota del grupo AUMEN, fundado en la segunda mitad de los `70 en Castro. Allí se relaciona con Carlos Trujillo, Renato Cárdenas, Sergio Mansilla, Mario Contreras, Rosabetty Muñoz, Aristóteles España, entre otros. El mismo Nelson Torres, me comentaba recientemente, que uno de los fundamentos de la formación en AUMEN era evitar los lugares comunes de la escritura en la Isla de Chiloé, el tratamiento de temas tradicionales si se quiere, pero desde un esfuerzo expresivo por no reincidir en los mismos registros, lo que quizás sin quererlo, generó una tradición de experimentación lingüística, en que la censura de la época tuvo un rol de incentivo involuntario, pues escribir en códigos fue una solución para hablar de aquello que no se puede, ya sea por bando militar o por decreto. Con respecto a lo último, cito al profesor valdiviano Iván Carrasco en un ensayo sobre Trujillo:

La reacción de los escritores opuestos al régimen ante estas amenazas de descanonización y persecución fue la de generar estrategias de resistencia política mediante sus textos, es decir, de comunicación marginal, de escritura irónica, oblicua, plural o engañosamente codificada, incluso autocensurada, para poder intervenir en la contingencia política con menores riesgos de ser perseguidos, encarcelados o exiliados.

Así, la curiosa producción de aquellos años en el conectado sur de Chile, tiene entre algunos textos importantes los Sonetos de Lope sin pega, en los que Carlos Trujillo dispara contra la dictadura desde la tradición quevediana, o textos como El papel del papel en la poesía, en que el valdiviano Jorge Torres, revisa desde el soporte material a la intencionalidad del poeta.

Desde el archipiélago, el libro Autolectura de Nelson Torres Muñoz, dialoga con los poetas de sus afectos (Jorge Teillier, Rolándo Cárdenas, Aristóteles España, Floridor Pérez, Juan Pablo Riveros, entre otros) y también se da tiempo para declarar en varios textos su poética, dice Torres Muñoz:

A veces la seguridad es absoluta: vine a cantar
en la ducha       en la calle      contra la pared
en sordina
                                de memoria
                                               para mí.

Y el canto con metáforas y pájaros de alto vuelo
fue dado solo a los demás.
(Pobres cantos)

Nelson Torres defiende así, su opción por la poesía de tono menor, del registro cotidiano, de diálogo, distanciándose de la épica, el iluminismo y la experimentación lingüística por sí misma, en respuesta quizás, a la saturación de las voces proféticas, totalitarias, o de pretendida vanguardia. Voces que con su sombra ácida, no dejan crecer alrededor, sino pequeños pinitos lánguidos en el silencio de un bosque criado para la tala. Voces que apuestan al desborde, al exceso, como esa belleza azarosa que se desprende, descascarándose del neo-barroquismo, ya sea de barro sudaca, europeamente culterano, o puesta en escena de discursos de género, de marginalidad, de oportunismo político que busca en los grupos movilizados un posible consumidor. Transcribo algunos versos de Autolectura, en que Torres Muñoz declara su gusto por una voz legible, ya sea en primera persona, desde el retrato, la ficción sobre el formato (el jaikú), o la sinceración del hablante, aceptando que se pretende sorprender a un auditorio, encarnado en el lector:

Rehuyo palindromas y acertijos.
Nada con las alegorías ni lo hermético.

Yo no sé volar, solo cuando el viento
levanta la falda de una agraciada muchacha, levito.
(Hábitat)

A éste jamás se le hubiera pasado por la mente
hacer piruetas y contorsiones de bufón,
era de los que se apuntalaba: pucho y lápiz pasta
frente al Torre y así, como un diestro enlacador,
como un ensamblador de muebles, sacaba
de la noche más terrible sus poemas.
(El gran gurú)

Haría de tu fuego un jaikú
escrito en un grano de arroz: toda tu lujuria
comprimida en esa pequeñez
como un  devastador hoyo negro.
(Condensidad)

Uno busca conmover al auditorio, es cierto,
y, ante la víctima de tanto ejercicio retórico,
todos echarán humo y fuego.
(Poema vengativo)

Desde este último texto me gustaría conectar su escritura con la de Patricio Serey, en la retórica mutante del discurso, como señalara Gladys González en su presentación del libro en Valparaíso. Y es que Precavidamente Hablando, comienza con el tono de quien se presenta, a la manera de los charlatanes, los tahúres, o los vendedores ambulantes, declarando algunos principios y presentándose, poniendo de paso al poeta como un fingidor o un trabajador del martirio, recordando a veces el tono antipoético, aunque más bien, a la locura de Erasmo de Rótterdam, cuando se presenta como una especie de peor es nada, o como estrategia del desgraciado para soportar una vida llena de traiciones y miserias:

Los que le trabajamos al martirio
aunque gratuita, formalmente
nos mantenemos a una discreta distancia 
de la palabra muerte y de la palabra amor.
(Los que le trabajamos al martirio)

Es ahí donde Serey plantea su desconfianza del estilo como huella digital, de dolor narrativo, de la idea de lector, incluso de sí mismo como hablante, una especie de imposibilidad de ser honesto en la escritura, o bien, exponer en el poema la lucha para lograrlo, algo así como un principio de incertidumbre, una indeterminación que sería inherente al sujeto lírico, más allá de su mala o buena voluntad. Cito algunos párrafos del libro en ese sentido:

            Quien habla mucho del dolor
                no hace más que abusar de esta palabra
                valerse del adjetivo doler para eludir
                al hada del encanto final
y seguir pateando la perra.
(De profesión ahogado)

El ojo no traspasa la materia.
El hablante sólo habla de la sinuosidad de la carne
de la muchacha que el ojo fija en su retina
o lo árido del paisaje después de la última catástrofe
y pasa de largo el hambre y la desesperación
a menos que el hambre y la desesperación
se pongan en valor turístico…
(El ojo y su hablante)

Hoy por hoy, me conforma escupir contra el viento
a sabiendas del resultado, catastrófico siempre.
No se pierde toda esperanza, pues perderla fue tenerla
así que nada se derrocha con escupir a la contra
me digo, y todo lo contrario
por consiguiente, uno va ejercitando
esa molesta espinita encajada a lo bestia.
(A lo bestia)

No será mejor vivir en silencio
que hacer cátedra al respecto
aunque no es lo mismo
confunde la similitud de la faena.
(Influencias)

Este último poema tiene el siguiente epígrafe: todos los epígrafes. Un Aleph donde se pueden condensar todas las citas, una especie de agujero negro en que la escritura presente es la suma y superposición de todas las lecturas anteriores, asumiendo de paso, que si no hay experiencia de por medio, la literatura es un conglomerado, un material de construcción barato, fabricado con el aserrín de todas las literaturas precedentes.

Artes poéticas, crítica ausente, cultura en suplementos

En el poema Tal vez, ahí de repente, a lo bestia, Serey hace su arte poética, aquel género-manifiesto, clase obligada de todos los talleres literarios que se precian de tales, en que se repasan los Huidobros, Nerudas, de Rokhas, Teillieres, Lihnes y Liras, donde quizás estos dos últimos, tienen mucha complicidad de que la meta-poética haya ido asumiendo una importancia radical, expandiéndose de Linh a los autores de los `70, y aumentando violentamente la velocidad desde Lira, cuando parodia la arte poética huidobrana, de Parra y de Linh, como en su Ars poétique, deux:

Porque escribo estoy así Por
qué escribí por que escribí es
Toy vivo, la poesía
Terminó con-
Migo
                                Huero V a c u o
gastado e in-útil ejer
Cisio: “el adjetivo mata, Matta…!”

Desde la parodia desatada se cae por la angostura vertiginosa del embudo, hasta el panorama actual, donde de pronto nos enfrentamos a un tema infinito, que nos desborda, en que muchos libros publicados hacen mención a la escritura de la escritura, a la crisis de la representación, ampliándose el lenguaje hacia la arquitectura, las artes visuales, el cómic, el video, la instalación, la performance, el recorte de prensa, el collage. Por mencionar algunos: Vírgenes del sol inn cabaret[iii] (1986) de Alexis Figueroa, Adornos en el espacio vacío[iv] (2002) de Gustavo Barrera; Chilean poetry[v] (2008) de Rodrigo Arroyo; Almanaque[vi] (2010) de Jaime Pinos; Guía para perderse en la ciudad[vii] (2010) de Víctor López; Recolector de pixeles[viii] (2010) de Christian Aedo; Ciencia aplicada[ix] (2010) de Alfonso Grez; Naturaleza muerta[x] (2011) de Guido Arroyo. Quizás todos ellos con La nueva novela[xi] (1977) de J. L. Martínez como faro, punto de fuga, o con el posterior Claroscuro[xii] (2002) de Gonzalo Millán, como referente de la écfrasis, pues si ya lo había hecho puntualmente Linh con Hooper, en Millán la intencionalidad encierra la totalidad del libro, al abordar al Caravaggio y a Zurbarán.

En este sentido de dialogo con otras disciplinas de la representación, pero relacionado con la multimodalidad de la prensa, es que el valdiviano Jorge Torres en su libro Textos encontrados y otros pretextos[xiii] (1991), recoge recortes de noticias, textos jurídicos de la dictadura, avisos comerciales. Libro muy poco difundido, pero vital dentro de esta preocupación meta-lingüística de la poesía chilena, dentro de lo que Iván Carrasco llama la poesía postvanguardista chilena. Es curioso como Jorge Torres utiliza retazos del discurso de la dictadura, asumiendo que su sola exposición deja en evidencia la crisis de un hablante autoritario, por caer en situaciones kitsh, por no tener contraparte retórica, por negar la posibilidad de una dialéctica. Por ello es que los recortes descontextualizados, nos suenan a ciertos horrores de Las Mil y Una Noches, a sentencia de muerte talibana, código de Hamurabi o legislación ambiental vigente. Y es que parece imposible parodiar lo que en sí, ya es una parodia de la información. Cito un fragmento de Oscar Barrientos sobre el libro de Jorge Torres:

En sentido estricto, el proyecto está marcado por una corrosiva desconfianza con el lenguaje y delata la imposiblidad de producir la textualidad, sin ser traspasado por los códigos de la represión. De ahí, que el libro esté construido con noticias insólitas, avisos, artículos jurídicos, reglamentos, fragmentos de entrevistas, etc. Recuperando con ello la tradición de las técnicas vanguardistas del collage y el reade made.

En otras palabras: el uso de técnicas de vanguardia para evitar el sapeo político, no por la ilusión neoliberal de llevar la antorcha mediática, de llevarla, de ser hito, referente, cifra de ranking. Tomar elementos de la arcaica ruptura como disfraz para evitar el apaleo.

Párrafo aparte merecería el caudaloso Libro de Atanasio Beley[xiv] (2004) de Nh Miquea-Cañas, pues todo él es un gran hipertexto que representa la historia de Chile, la simulación de un Chile como espectáculo teatral, con funciones en los tablados del Teatro Imperio, resumiendo de paso, los registros escriturales de los ´80 y agregando elementos como la descontextualización de textos críticos, la confusión temporal como elemento del meta-relato, la desarticulación del lenguaje, del discurso, la parodia de la información, del estilo, entre otras yerbas apocalíptico pos-académicas. Es un libro que eso nebulosamente personificado y llamado la crítica, ha curiosamente dejado pasar de largo. Aparte del extenso análisis que hace Greta Montero, la crítica de los medios parece ciega a este tipo de textos, endeudada con las listas de las editoriales auspiciadoras de suplementos, dedicada a desplumar novelillas de tres personajes, a mistificar lo que parece choro. ¿Se tratará de una escritura que no se presta para el circo comercial de los diarios nacionales, las revistillas culturales, los papers obligatorios de los académicos?, o simplemente la crítica actúa como un gato gordo, regalón, que ya no se anima a pillar los porfiados roedores que sabe más rápidos. Cito un fragmento en que Miquea-Cañas que a su vez interpela a Huidobro y Lira:

Que el be-r-sa /siii/ sea mar océano i çileno como un arte poética
como un semáforo en las esquinas para ti que eres una persona
normal y no uno desos extraviados que confunden los colores
o sufren de claustrofobia hasta el soneto sin siquiera sospechar
la popularidad de que gozan en estos tiempos las declaraciones
de perdón o de principios o ciertos artefactos cuya detonación
es una puesta de sol según las últimas disposiciones legales vigentes (…)
(Muestra de una incitación a un poema)

Preguntémosle al semiótico de la montaña

En el contexto de la crisis de la representación aparece la idea de autorreferencialidad, con paradoja del signo incluida. Aunque esta idea pueda tener su origen en las ciencias duras (en el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica y el concepto de auto-semejanza de la geometría fractal), está relacionada con el crecimiento y complejidad de la cultura, con la pérdida del referente directo, con la tematización de representaciones, lo que se expande a todas las áreas de la cultura como señala Winfried Nöth:

En la moda el único referencial del último grito de las novedades del día es la moda de la víspera. En la producción de los bienes de la vida cotidiana, la funcionalidad y utilidad de los objetos se pierde en los gadgeds superfluos de la hiper-civilización del fin de este milenio. En los media, los mensajes se vuelven cada vez más autorreferenciales. La prensa nos trae reportajes de reportajes. Los filmes se vuelven meta-filmes. Hasta la publicidad comienza a desistir de la referencia a los productos. La propaganda de Malboro solo perpetúa la propia mitología…

Una Babel de géneros yuxtapuestos e intertextos que se influyen mutuamente hasta el colapso de la Torre. Artes poéticas que hacen referencias y fusiones de otras artes poéticas. Manifiestos emulando procesos de formación de vanguardias, inherentes a períodos de cambios de canon, de paradigma. Artes poéticas que desborda su espacio primitivo e invaden el libro en su totalidad. Pero volvamos al poema de Serey (fragmento):

No pienso en mí cuando escribo
de corto o largo aliento
más bien ahogado.
Tampoco pienso en el gusano
ni en mi vecina tetona que se asoma
cada vez que llego pasado una hora decente.
Tampoco pienso en poetas, o escritores
en alguna obra concreta
soy más bien un tipo ecléctico
me acomodo
tomo lo que me conviene
(que puede ser todo lo anterior)
no crean que adolezco de opinión
la tengo
pero la mayor de las veces me la guardo
no sé quien soy en realidad
pero tampoco sé quienes son ustedes
cuando hablo de ustedes
no se me viene ningún rostro a la mente
mi mente está generalmente ocupada
en ideas que dan vuelta
como un montón de calzoncillos en una lavadora
(…)
En el fondo, no sé por qué de qué
alguien respondió a esta pregunta con un
«porque sí»
o por que es la única manera de estar vivo
buena respuesta para desatar tronaduras
o salir del paso
(Tal vez, ahí de repente, a lo bestia)

La aceptación de la escritura como un devenir natural, la cita al Porque Escribí de Linh y la sospecha de su respuesta, pero utilizando sus mecanismos de autorreflexión en el texto, dejando constancia que las respuestas siguen siendo insatisfactorias, pero que en el desarrollo de la duda, en el merodeo, el discurso asume mayor credibilidad que en supuestas certezas. En relación con aquello me gustaría citar un fragmento de Jorge Polanco, quién en su libro Las palabras callan[xv] (2005), hace una dura interrogación sobre la imposibilidad del lenguaje ante el dolor y la barbarie, no desde la ironía y la retórica, como lo hace Serey, sino desde una extrema densidad de significación que linda con los aforismos y las sentencias Wittgensteinianas, pero desde las imágenes y su reprochada esterilidad ante los horrores humanos y la injusticias, exponiendo la crisis del lenguaje poético reduciéndolo a su esencialidad. Cito un fragmento de su poética del cuasi-inédito Sala de espera[xvi] (2011):

En poesía es mucho lo que se puede decir y tan escasas las certezas. Me cuesta creer  en los poetas que piensan saber cabalmente  lo que es la poesía. Dudo incluso de su franqueza: me parece que un poeta sincero reconoce la incertidumbre ante la creación. Aquellos que pretenden describir, usualmente prescriben la escritura correcta. Pero nada es más tajante que la incertidumbre.
(Poética)

Tiempos de incertidumbre, de escritura metapoética. Adiós a los iluminados de la literatura, a lo correcto, al criterio del director de taller literario, designado y podrido en su eternidad institucional, chao no más, profetas y profetones.

Variaciones del tema del poema

En el contexto de este artículo, no podría dejarse de mencionar a Germán Carrasco, quien juega lúdicamente con el tema de las influencias y las corrientes literarias, incorporando la información en un tono conversacional de gran fluidez, cito un fragmento del poema que utiliza Zurita para abrir su antología Cantares[xvii] (2004), en que hace una micro-historia de la metapoética chilensis, da palos a un supuesto larismo de plaza provinciana, y navega con total comodidad por las variaciones temáticas, incluyéndose de paso, junto a su generación:

De un momento a otro a varios nos dio por escribir
acerca del problema de escribir,
la culpa de escribir, la escritura misma
o el placer de las huellas digitales al barajar un libro.
(…)
El canto debe hacer surf
en el oleaje de la mente.

El poema camina por una cuerda floja
en un circo que no cumple con las mínimas
medidas de seguridad.
(Un panorama)

La personificación del poema, su caracterización como personaje, su cosificación, su caminar macabro por la cuerda floja, por el contorno de una nube, su aire de cronopio. La definición del poema, ¿qué es?, ¿se encuentra o se inventa? Trasladémonos a Carahue, donde Ricardo Herrera, en su contundente Sendas perdidas y encontradas (2007), continúa el diálogo:

Habían algunos que no podían creer lo que escuchaban:
cualquier borracho menos éste es el poema, dijeron
esto es una historia y no un poema
pero hace tiempo que la poesía dejó de hablar y preocuparse de la historia
hay que escribir escuchando un partido de fútbol en una radio a.m.
hay que escribir arrojando trigo a los gansos y las gallinas que picotean una mitad de sandía en el patio
hay que escribir aullando con una vena abierta y un vaso de vino en la otra mano
hay que escribir vestido de boxeador haciendo sombra en el club México
-la sombra es el poema-
(Poema)

Durante todo el primer capítulo de ese libro se insiste, entre imágenes de gran belleza rural o de una bohemia que recuerda los elementos del cine negro, los temas meta-poéticos; la función, descripción, paternidad, uso, desuso, erupción, incineración, defunción, brote, vuelo, aflicción, saturación, registro, del poema. Volviendo una y otra vez sobre el tema, como un pianista trasnochado que pretende hallar todas las variaciones del blues, termina por convencerse que el poema no radica tan solo en el estilo, sino que hay una humanidad que lo sostiene:

Para mí los poemas son un amigo
que se arregla la bufanda y dice que no piensa matarse todavía
(…)
Un amigo uniendo dos sábanas para colgarse es el principio del poema y todos
sus libros desparramados por el piso somos sus amigos

Que no pasa por la sola experimentación lingüística, sino que se relaciona con fenómenos humanos. Quizás en aquello coincidan todos los autores citados, cada uno desde su particular territorio-lenguaje.

También quiero mencionar a dos veteranos del taller Santa Rosa 57: Juan Pablo Pereira y Ernesto González Barnet, quienes a través de Blacbuc[xviii] (2010) y Arte Tábano[xix] (2010), respectivamente, desarrollan su poética de desencanto y desconfianza al lirismo, practicando el sano escepticismo, asignándole una actitud de derrota a la escritura como mecanismo, aunque intentándolo reiterativa y paradojalmente, retomando -a veces- el sentido de heroicidad espartana o la prudencia judicial, extraña mezcla de espíritu latino, en la que avanzan, reincidiendo sistemáticamente en la duda del oficio, como oficio. Cito un fragmento de González Barnet y de Pereira, respectivamente:

Escribo como si estuviera muerto.
Peor: como si recordara a un muerto.
¿Hay una razón? Sí, hay una razón:
La poesía no se incrustó en la vida.
(S/T, de Arte Tábano)

Si escribir raya en algo al que escribe
morirse escribiendo debiera dejar los rastros descosidos
de un desastre menor, como el trabajo arruinado
pero vuelto a comenzar de un niño tardando
su estreno al ridículo.
(S/T, de Blacbuc)

El diálogo podría seguir, quedan autores y libros que agregar a esta suma: Gonzalo Millán (Virus, 1987), Elvira Hernández (Santiago Waria[xx], 1992), Germán Carrasco (Calas[xxi] (2003); Ruda[xxii], 2010), Sergio Sarmiento (Mutante[xxiii], 2003), Héctor Figueroa (Intemperancia[xxiv], 2007), Julieta Marchant (Urdimbre[xxv], 2009), Valentina Osses (Nimbo[xxvi], 2009) donde se disecciona el discurso como mercancía y seguramente muchos más. Siempre que se aborda una compilación, queda la sensación de incompletitud. Entre todos se encargan de convencer, que el desparpajo, la gracia, la imaginación, la honestidad brutal, el diálogo, la diatriba, la parodia, son algunos de los duendes que caminan bajo la sombra del árbol metapoético.

Claro que hay otras visiones sobre la autorreferencialidad en poesía, no todo va a ser un interminable estar al día. Discutiendo el tema alguna vez con el amigo y gran poeta que es Bernardo González Koppmann, me decía no entender tanta duda convertida en tema, que es algo que el poeta podría resolver a priori y en silencio y concentrarse en su propia representación del mundo, saltándose en lo posible, representaciones intermedias. Aún así, en algunos poemas se refiere a la escritura o libros, como aquél dedicado al Kalevala, compilación hecha por el finés Elías Lönrrot y que recopila cantos campesinos conservados por los bardos, en la Finlandia del siglo XIX:

leyendas anidan en campanarios vacíos
igual que el canto de las piedras en el fondo del lago
intemperies amparan el silencio de tus ojos
presagios que no cesan de huir de los fogones
(…)
Soledad de los tercos: la íntima hermosura
de ser, de estar, de ir de palabra en palabra
(La hermosura de ser)

Para terminar, antes que este artículo se vuelva infinito, y a la manera de un epitafio doble, me gustaría citar a Nelson Torres y Patricio Serey, respectivamente, quienes en el delirio de pensar la escritura y su propósito, en medio del tremendo ocio que es la poesía, saben ver su inutilidad y belleza, su fragilidad en medio del tiempo y los poderes, y le siguen dando cuerda a los engranajes del idioma desde la recta provincia, tierra de brujos:

No se les ocurra juntar a un cura y un barbero:
pasa lo de Quimantú y nuestras bibliotecas, llenas
de poemas helados y campos de cardos
que se hicieron humo negro, nubes
y ese firmamento no se movió jamás.
(Hogueras, de Autolectura)

Y si la calle fuera el tiempo
y al final de ella «La Rochefocould»
entrara de la mano
con relojeros, juristas
bastardos, astronautas
y hacedores del Santo Oficio
a tomarnos por el cuello
y un vinito o un escocés
fueran la excusa perfecta
para acceder al delirio
y aceptar cuan inútil fue y será
esta caliginosa bella vida.
(Y si la calle fuera el tiempo, de Precavidamente hablando)

Colofón

Y la última reflexión trasnochada, tiene que ver con lo siguiente: si en la poesía de postvanguardia, la voz oblicua tuvo su sentido frente al discurso hegemónico, dictatorial, solo frente al silencio y el terror; el discurso de hoy es frente a la saturación, el ruido, la desinformación mediante toda la información, la fabulación de la misma. Entonces es interesante de que manera la poesía se instala frente a la contingencia, ya no lanzando balas de bengala en clave, ni arengando a quienes no lo necesitan, sino buscando un sentido entre el ruido y mimetismo discursivo.



[i] Ediciones del Gobierno Regional de Los Lagos, Puerto Montt.
[ii] Ediciones Inubicalistas, Valparaíso.
[iii] Ediciones del Temple, Santiago, 2006 (Segunda edición).
[iv] Ediciones El Mercurio-Aguilar S.A., Santiago.
[v] Ediciones Fuga, Valparaíso.
[vi] Lanzallamas Libros, Santiago.
[vii] Ripio Ediciones, Santiago.
[viii] Ripio Ediciones, Santiago.
[ix] Ediciones Ventilador, Santiago.
[x] El Temple Ediciones, Santiago.
[xi] Autoedición, Villa Alemana.
[xii] Ril Editores.
[xiii] Ediciones Páginadura, Valdivia.
[xiv] Ediciones Cosmigonon, Concepción.
[xv] Ediciones Altazor, Viña del Mar.
[xvi] Alquimia Ediciones, Santiago (en prensa).
[xvii] Lom Ediciones, Santiago.
[xviii] Ediciones Alquimia, Santiago.
[xix] Manual Ediciones, Rancagua.
[xx] Ediciones Cuarto Propio, Santiago.
[xxi] J.C. Sáez Editores, Santiago.
[xxii] J.C. Sáez Editores, Santiago.
[xxiii] Ediciones Esperpentia, Santiago.
[xxiv] Ediciones Tácitas, Santiago. Publicado anteriormente como Groggy, Ediciones Esperpentia, 2003.
[xxv] Ediciones Inubicalistas, Valparaíso.
[xxvi] Ediciones Inubicalistas, Valparaíso.

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