La escritura invisible de Cristian Cayupán
Por Rodrigo Arroyo
La llamada
revolución copernicana de Kant, ha consistido en hacer girar
en torno al
sujeto lo que antes giraba en torno al objeto. Es de hecho lo que
el mismo Kant
dice. Pero al mismo tiempo hay que subrayar que a ese
sujeto no se
llega más que a partir del objeto.
Jean-Luc Nancy
En
este sentido, la escritura cercana o visible
de Cayupán, constituye una parcela donde, a modo de metáfora, se despliegan ciertos
elementos, que exceden dicho espacio, buscando tal vez una profundidad donde la
escritura, constituyéndose como un camino a seguir, tensione su condición
territorial y logre abandonar al fin el exterior. Esto se advierte al reparar
en que buena parte de las consideraciones presentes en el libro, cercanas a la
filosofía, parecieran volcarse sobre aquello que no cabe en el lenguaje, o bien rehúye a la escritura. Esto es: aquello que constituye
la experiencia personal del poeta, la de sus ancestros y la de los hijos. He
aquí entonces el fin del vínculo enunciado, pues aquella lengua madre, el
friulano de Pasolini, resulta invisible en Cayupán, al encontrarse cubierta por
la superficie que configura su escritura.
Algo
al margen, un detalle que no podemos ignorar: si en la poesía civil de Pasolini la disidencia es la forma de enfrentar el
mundo, en El hombre y su piedra, es el
amor. Esbozado como el origen de una trama capaz de ofrecer una salida distinta
al retorno del mito unificador, cuya estructura composición y funcionamiento responde
a un mundo que Cayupán no aborda. Ahora bien, la actitud del poeta italiano surge
de la decepción que, precisemos, atraviesa en buena parte Las cenizas de Gramsci. Mientras que el origen del amor en Cayupán
lo hallamos en el lenguaje heredado de sus antepasados, en aquello que no nos deja
ver, o que él mismo desconoce. Lo que el
tiempo busca en uno es la continuidad de las cosas amadas, señala,
enseñando un pensamiento que comparte con uno disidente el rechazo a la idea
del progreso, donde el poema es también la espera del poema. He ahí tal vez la
causa de tantas insistencias a lo largo de este libro. Una casa surge sobre la
historia, es decir, sobre la pérdida. Un sujeto surge desde el lenguaje que hay
en cada experiencia, pareciera repetir en un murmullo interminable, como
palabras ininteligibles que se repiten entre dientes al estar en medio de la
ruinas, o ante una vida derramada, donde, a diferencia de la expresión que
surge desde la curiosidad y fascinación de los niños, un silencio nos vuelve
hacia dentro. Es desde el interior entonces, diría Cayupán, que el hombre
aprecia aquella luz sagrada de su
infancia. Que en cierto modo constituye una evasión, un abandono del camino
donde un mundo exhibe el desencanto de la realidad que surge como consecuencia
del exilio y la distancia. Es también aquella luz una forma de plantear el
lenguaje poético como una alternativa que insiste sobre la pluralidad, idea que
hace posible una comunidad. Es así, al reflexionar sobre la casa, el ser, la
infancia, los antepasados y la tierra, que el libro plantea un concepto de libertad,
más allá de preguntas problemas o temáticas de una poesía mapuche u occidental,
basado en la fe. En una promesa: la de una historia distinta a la que
conocemos, vivimos y podemos percibir.
Hay más
«espacio basura» en construcción en el siglo XXI que lo que ha sobrevivido del
siglo XX,
señala el arquitecto holandés Rem Koolhaas, lo que nos permite, al observar el
acelerado y violento crecimiento urbano basado en la especulación, que la
lectura de El hombre y su piedra, más
allá de hacernos retroceder en el tiempo, nos faculte para volver sobre una
idea que el mercado oculta detrás de toda mercancía, esto es: el concepto de
habitar. Caminamos tanto por la gran
gruta de la vida / buscando esa luz primogénita / que a veces olvidamos donde
empezamos pareciera responder esta escritura al epígrafe de Nancy, pues no
hay objetos sino elementos dentro de ella. Y ellos guardan las respuestas. En
cierto sentido esto se acerca a lo señalado por Patricio Marchant a propósito
de la escritura de Gabriela Mistral, al sugerir la posibilidad que: la naturaleza fuera una preparación para el
surgimiento de la mujer. Tal vez para el surgimiento del hombre y la voz en
Cayupán.
En
el fondo, esta escritura por momentos nos conduce a una pregunta que logra
entrelazar aquello que desciende con la superficie:
¿Qué
lenguaje despierta la distancia?
Valparaíso, otoño del 2016
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