Por Rodolfo de los Reyes
La lírica nacional contemporánea, planeta importantes cambios
en los últimos cincuenta años, donde grandes procesos históricos sociales le
han cambiado la faz a Chile en diversos procesos, que sólo algunos autores
recogen y analizan en forma esmerada y certera. Ediciones Inubicalistas, hace
un gran esfuerzo editorial y nos presenta tres libros (Dos ensayos y uno de
poesía) que a nuestro arbitrario, pero fundado juicio, bien dan cuenta de un
periodo complejo, estudiado y reflexionado, pero muy poco escrito y publicado.
Aquí un breve comentario a estos tres textos, claves para cualquier reflexión
lirico-estética-política.
“Panoptismo,
Silencio y Omisión en la crítica literaria bajo dictadura” de Ricardo Herrera Alarcón:
Un ensayo totalmente esclarecedor de lo que fue la crítica
literaria en un periodo controversial de nuestra historia, donde el sacerdote
Opus Deis, Ignacio Valente (José Miguel Ibáñez Langlois) asumió el rol de
supremo comentarista literario atrincherado desde las páginas del Diario “El
Mercurio”, el principal periódico de Chile, continuando con la labor implacable
y conservadora de Alone,(Hernán Díaz Arrieta), quién pese a sus diferencias políticas ensalzo a Pablo
Neruda en desmedro de otros. Lo mismo Valente, quién en el soterrado y
constreñido ambiente literario levantó a un Raúl Zurita, como la nueva voz
poética nacional en total omisión y silencio de otras voces líricas como:
Enrique Lihn y José Angel Cuevas, éste último no menos controvertido a nuestro
juicio, pero si representativo de una época muy convulsa, oscura y de muchos
misterios y enigmas. Ricardo Herrera Alarcón, que utiliza una palabra
ampliamente analizada bajo la filosofía de Michel Foucault que resemantiza un
término de la arquitectura para la vigilancia y la extrapola al control social,
en Herrera Alarcón, éste término cumple la función de la vigilancia total al
mundo literario, donde las voces poéticas se encontraban bastante contenidas y
los caminos y espacios se difuminaban en una potente cultura under, que
contenía diversos fenómenos escriturales y literarios que se levantaron y aún
se levantan como heraldo e íconos de ese tiempo. Otro elemento es que Herrera,
analiza a los autores citados a partir de una territorialidad y enlace con la
noción de ciudad, sobre todo en Cuevas, donde el espacio-tiempo en la ciudad,
define tres periodos históricos, el de la Unidad Popular, el régimen militar y
la democracia en eterna transición, donde la misma ciudad se presenta como tres
ciudades distintas, igual que el país. Definitivamente es un libro que se hace
necesario leer.
“Martín Cerda:
Fragmentos de un Mapa Escritural” Ismael Gavilán:
Martín Cerda es un ensayista de fuste, a pesar de su no
extensa existencia, alcanzó a publicar algunos libros reveladores, básicamente
en el ensayo y la crítica literaria. Géneros que se han impuesto, con
consabidas dificultades, dado que a los escritores les gusta ser alabados pero
no criticados, decía un autor del cuál no quiero acordarme. Pues bien, para
nuestra satisfacción el ensayo y la crítica literaria, cuentan con lectores,
estudiosos y con la secreta curiosidad de los literatos. El nombre de Martín
Cerda se inscribe en la galería en que aparecen críticos y ensayistas como:
Ricardo Latcham, Luis Oyarzún, entre otros. Lo bueno de este trabajo, que el
crítico y ensayista es motivo de un ensayo, éste que nos presenta Ismael Gavilán, de forma
didáctica, sencilla y sin mayores pretensiones que el de analizar la obra ensayística de esta figura que de
tempranos momentos comprendió la importancia y trascendencia del ensayo, como
un género literario que fortalece el pensamiento, el debate, la apreciación
estética e histórica y que permite el diálogo intercultural de la disciplina
literaria. Por otra parte observamos las matrices y los pensadores inspiradores
de Cerda, los filósofos e intelectuales que le dieron las herramientas y
valorizaciones para sus futuras disquisiciones, en un medio, donde la crítica y
el ensayo literario, no encuentra tantos nichos, pero que por aquellos años,
los periódicos otorgaban con toda facilidad ante una masa lectora crítica e
informada. Lo más destacable de este libro, que su lectura se hace, fácil,
amena, sencilla, sin alambicaciones y pleonasmos exagerados, y eso se agradece.
“ Inxilio: de Juan de quintil”
La poesía política de este libro nos retrata el Chile
escondido, prohibido, que a todos incómoda y que hoy a 26 años de eterna
transición a la democracia, sigue generando polémicas y debates, muchas
reflexiones evitadas con el ignominioso silencio o lo que es peor, por el
consenso y la omisión servil a los responsables históricos de tanto desmán.
Editado inicialmente en 1993, “INXILIO”, (hoy reeditado por Ediciones
Inubicalistas y Agora Ediciones) es la poesía testimonio por excelencia de los
cruentos acontecimientos y consecuencias de 1973, donde la represión es el
infierno que su autor debe sortear entre estadios, buques, y campos de
concentración, haciendo la memoria el ejercicio de indagar y buscar en otras
masacres (Ranquil), el crudo tenor de la muerte, la sangre y la barbarie. Con
un lenguaje que juega con los
neologismos, con la prosa, el verso libre y la poética contemporánea, el verbo
se construye de manera inédita, libre, absurda, irónica y des constructiva,
como una secreta venganza al sistema establecido por tanto abuso, crimen y
tropelía, que pareciera ser el idioma una suerte de escollo u obstáculo, para
dar comprensión a las ideas y sentimientos, ocultos, escondidos en el habla
hermética. Para un curicano, resulta inexcusable no hacer un paralelo con nuestro
escritor y poeta Iván Lorenzini Mass, famoso por construir un lenguaje
retórico, una absurda mezcla poética saturada hasta el delirio de neologismos
inexistentes que transmiten su mensaje indigenista y precolombino. No obstante
el ejercicio resulta bien, sorprendente y evocador en la obra de Juan de
Quintil, con un verbo explosivo, con la majestad de la palabra en su esplendor,
embistiendo firme y segura, contra los tortuosos acontecimientos narrados. No
es una poesía fácil, por de pronto la palabra es inextricable, dura,
impenetrable, pétrea, e inconmovible. Más aún cuando sabemos que existe una
gran comunión con ese proceso personal y doloroso de la prisión, la tortura, el
encierro, la represión y el castigo, junto a una poesía que brota de esa amargura,
con la fuerza de la ira estrellada ante la dura resignación. Por ello el hablante lírico, ejerce el
derecho a encontrarse consigo mismo en una suerte de exilio interior, el “inxilio”
como él llama, que junto a ello podríamos interpretarlo en esa sobrevivencia
colectiva de todos nosotros bajo la bota dictatorial, pero también podemos
interpretar cómo el recogimiento en uno mismo ante tanta atrocidad derramada en
nuestra patria. Toda lectura poética de nuestra historia, resulta incompleta si
no atendemos a este libro.
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