Sobre Color Hormiga, de Chiri Moyano
por Rodrigo Arroyo
Adelmo Farandola lame al interior de la olla
de polenta lo que queda del unto de hace años,
un aroma, una nostalgia del aroma, cuando no otra cosa
Claudio Morandini
Tal vez sea
preciso convenir, más allá de establecer un punto de partida, que un poema es
en cierto modo, acaso también lo es así por momentos el lenguaje, un modo de fijar
o situar nuestras pérdidas. De mostrar aquello que no está, o aquello que deja
de suceder. Y aunque sea por medio de una veladura, de un susurro, el primer
paso del poema es mostrar lo que no está, hablar de lo que no sucede. Digo esto
para evitar confusiones, porque en este libro, en el libro de mi amigo Chiri Moyano, el poema es por
extensión, más allá del lugar donde aparece lo perdido, un lenguaje abierto
hacia lo oscuro.
El papel es corto /vivir es largo escribió
el poeta Paulo Leminski, y no puedo no pensar en ello al momento de tomar este
libro. Porque no estamos en presencia de un archivo, o de una poética que
reflexione sobre aquello que se dedica a observar o estudiar. No hay aquí un
sinfín de experiencias del autor en tono poético, o un montaje de las mismas,
no. Aquí el lenguaje vuelve sobre su fin original, de ahí que se nos presente
simple, desnudo, ajeno a cualquier tipo de proliferación o técnica. Y que se deja
ver como la persona detrás de los poemas, es decir: en estado de abandono; o en
un estado donde lo único posible es volver sobre el recuerdo, sobre el aroma, para
luego, mostrarnos aquello que no está, lo que ha dejado de ocurrir, lo que no es
otra cosa sino el primer paso hacia el poema. O la construcción de las bases
que sostienen todas las posibles operatorias y combinaciones posibles.
Vienes a conversar conmigo / a tomar vino
conmigo / a leer y hablar de poesía conmigo, escribe Chiri, revelando por un
lado, en la nostalgia por volver sobre ese estado armonioso una bella metáfora
que aparece a contrapelo en estos
poemas. Esta es: que la pérdida del amor nos lleva a las preguntas, a cierta
explicación racional de las cosas que antes se explicaban tomando vino, hablando
de poesía. Esta es la metáfora de un tránsito: el paso del mito al logos, el
paso de la poesía a la filosofía, podríamos decir. Así entonces, estos poemas
nos llevan, como la filosofía, sobre las preguntas clásicas, ese puñado de
preguntas que no cesamos de encontrar cuando, como Orfeo, decidimos adentrarnos
en lo profundo. Ahora bien, por otro lado ese conversar, leer y tomar vino nos
habla, sin alardes y estridencias, de una resistencia silenciosa a la expropiación
de sentido que ha sufrido el habla común, tan manoseada luego de la caída de
las vanguardias, o bien, luego de la caída de las utopías, puesto que se
presenta (el habla) de modo natural, sin la necesidad de ser respaldada por un relato
de carácter ideológico. Es la forma de vivir la única ideología posible. Es en
este punto podríamos aventurarnos con un análisis de conjunto, en el sentido
que este libro, junto a la investigación sobre los “Oficios Campesinos del
valle de Aconcagua”, “El olivar” y “Todo cocido a leña” nos presentan una obra
que en cada aparición reafirma su compromiso y carácter, sin necesidades de
discursos o la adopción de un modelo de disidencia o resistencia cultural. Es más,
en tal sentido, Chiri se ha valido del lenguaje para sostener una distancia
crítica con cualquier medio que intente hacerlo parte de sí. Y es que no
podemos obviar que la reflexión en tiempos de una acelerada transferencia de
información acota los espacios de reflexión a los que tendríamos que llegar
desde el lenguaje, a un punto tal, que desaparecen y la reflexión se da sobre
el mismo lenguaje o dispositivo utilizado. Hablo de lugares comunes, como el
hecho de trabajar desde el margen de la industria cultural, o analizar las
condiciones de centro y margen; de identidad y alteridad. Lo que nos lleva a
preguntarnos ¿Desde dónde, cual es el lugar, para hablar de margen sino el discurso?,
procedimiento que no tiene lugar en la escritura de este libro, ni en el de los
anteriormente mencionados. Lo cual nos revela otro detalle no menor, la actitud
de Chiri Moyano reafirma al mismo tiempo su distancia con el lirismo que
desemboca en la figura del poeta, al que, y sin necesidad de palabras, sitúa
como un sujeto perdido en su gesto solipsista, basado en la mera apariencia del
lenguaje.
Encontramos en este libro un conjunto de
señales que, en palabras del autor, se resumen en: Una casa abandonada / con un hombre
abandonado. Y como ocurre con Orfeo, esto plantea el inicio de una búsqueda, al
recuerdo o padecimiento si se quiere, pero más allá de los detalles, implica la
aparición de la dialéctica del adentro y del afuera. Umbral en el que, a
diferencia del poema del poeta individual, el evasivo, la individualidad del
sujeto se expresa en las posibilidades del dolor, que en estos poemas
constituye una amalgama de actividades y prácticas que desbordan el propio
sentido para reflexionar sobre lo esencial: la construcción de un lugar que nos
permita conversar, leer y tomar vino.
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