Reseña
sobre “Limeriques” de José Tomás Labarthe
Por Hugo Villar Urrutia
“Limeriques” (2017) se titula el quinto asalto
literario del poeta curicano José Tomás Labarthe (1984), publicado por
Ediciones Inubicalistas. Es un poemario que utiliza la técnica inglesa del
Limerick, una suerte de paya que debe ajustarse a ciertas reglas y que busca
contar una historia en cinco versos con unas buenas rimas y un remate gracioso
en el último verso, como el siguiente: “Un niño llamado Teo/ Jugando al lindo y
al feo/ Con sus colmillos de vampiro/ Tras un relajante suspiro/ Se le escapó
un peo”.
El
libro posee unas notables ilustraciones, en clave fotomontaje, a cargo de la
artista gráfica Antonia Isaacson, quien ya había colaborado con el vate maulino
en su libro “Un álbum de poesía”. Seguimos revisando la poesía cómica de
Labarthe con los siguientes versos: “Un mocoso llamado Lucho/ Gran lector de
Papelucho/ Tenía el serio problema/ El gravísimo dilema/ Que su nariz parecía
anticucho”. Cabe destacar que el humor ha estado siempre presente en la poesía
chilena, desde la poesía popular, las payas, pasando por el mítico poeta
cureptano Pedro Antonio González quien ya en el siglo XIX sacaba chispas con su
“Oda al peo”, hasta el centenario Nicanor Parra y el desfachatado Mauricio
Redolés. Justamente, Labarthe homenajea al antipoeta con estos versos: “El
poeta a la muerte se encacha/ -‘Apúrate vieja lacha’/ Y la muerte al poeta
contesta:/-‘Poeta de lengua funesta/ Antes pégame su buena cacha’”. Sin duda,
este libro es un gran aporte a la poesía maulina y chilena, siendo innovador,
novedoso e inteligente. Se agradece el uso de un lenguaje coloquial, combinado
con la lógica, el acertijo y la paradoja. Es ameno con el lector, pues incorpora
como tópicos a los niños, lugares comunes y ciertas comidas: “De Chanco el
queso de cabra/ Se come en un abracadabra/ Y de Longaví el mantecoso/ Es el
queso más sabroso/ Saciando una gula macabra”. Por lo tanto, podríamos afirmar
que la misión de la poesía no se limita solo a conmover o a generar belleza,
sino que también a hacernos sonreír –con un humor que no es burlón ni
despectivo– y pensar en esas situaciones simples y cotidianas que nos hacen
sentir bien: “Los duraznos de Comalle/ Que se venden en la calle/ Dejan
boquabiertos/ Inclusive hasta a los muertos/ Con pulento vitualle”. Para
finalizar el comentario sobre este muy buen libro me despido con los siguientes
versos picaros: “Un viejo choro de Lota/ Bailando cueca se alborota/ Al punto
que en una canción/ Se le suelta el cinturón/ Y termina bailando en pelota”.
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