martes, 29 de enero de 2019

OBTURACIONES DE LA MEMORIA


A propósito de Calendario, de Fernando Rivera Lutz
Valparaíso, Ediciones Inubicalistas, 2018


Por Claudio Guerrero


Un calendario revuelto, desordenado, sin límites. Sin marcas de entrada ni de salida. Abierto. En donde el verano puede predecir al invierno y luego volver a su rueda. Un calendario circular, pero que no siempre gira sobre sí mismo ni nunca en el mismo sentido ni en el mismo orden. Un mapa de tiempo con flechas que punzan, que marcan, retocan. Flechas que son fechas en cuyo interior sondean los detalles de la herida, esa rasgadura, ese pinchazo que fija el tiempo marcado. Fechas que interfieren una linealidad secuencial, cronológica. Fechas con marcas o hitos de la memoria en el devenir de una existencia. Pero de una existencia que, como señala Matías Ábalos en una reciente reseña del libro (Grado Cero, diciembre 2018, p. 3), no niega al sujeto, sino que lo retrasa.  

Un ajedrecista ralentizado que mueve piezas, sin la racionalidad de la competencia. Un jugador cuya racionalidad es la de la contemplación activa, perpleja. De mirada detenida, tomada por asombro, centrada en la metonimia del detalle para amplificar el todo. Y viceversa, luego volver al detalle: el todo por la parte.

Escenas que se mantienen como apozadas, como acuarelas que apenas dejan vislumbrar una porción de la realidad, aquello que se atisba mediante el encuadre que permite el acotado marco de una ventana. Pero que una vez traspuesto abre la pupila para abarcar un paisaje completo. Lo que se alcanza a ver es ese ojo del poeta que abre y cierra el obturador, que acerca y aleja su escena, que fija su mirada en un objeto. Lo que se alcanza a ver es su campo de visión, una constelación de experiencias cotidianas. Y dentro de ese vasto campo, el punctum, el detalle. De adentro hacia afuera. Y de afuera hacia adentro.

Así concibe el punctum Roland Barthes en La cámara lúcida (1980, edición en castellano de 2017): Punctum es “pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte, y también casualidad. El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza)” (59). Y así va al punto: “Muy a menudo, el punctum es un ‘detalle’, es decir, un objeto parcial” (79). De ahí su fuerza centrífuga, su fuerza de expansión. Y luego, condensación, el reverso centrípeto. La imagen detenida: “En el estanque de cemento / que almacena agua para riego / nos bañamos en verano. / En invierno / se ahogan las ratas” (9). Un estallido visual que subraya su retórica metonímica. Que exhibe su capacidad de abrir el campo, para luego hacer zoom.

Esa imagen fijada es cada poema. Aquello que despunta o brota. Lo que sale de escena. Eso que resalta. Y punza. Estampas, bocetos, acuarelas, fotografías. Imágenes todas que remiten a escenas de la vida del régimen de lo sensible. Estética de la detención. “Precariedad de la memoria” (25), señala la voz de estos poemas. Visiones, silencios, ecos. La vida que resuena en un quehacer cotidiano, donde lo que relumbra es la síntesis de los sentidos condensados en un puñado de versos, en un puñado de palabras.

Poética minimalista. De la minucia. De la fijación del foco para captar el encuadre claro, nítido, sin dobleces ni borraduras, sin pliegues difusos. Poética de lente limpio, prístino, sin ortopedias visuales, sin profilaxis lingüísticas. En busca de esa “atmósfera ideal / para escribir versos / sin ninguna intención / aparte de matar el tiempo” (41). Voz poética sumida en la templanza de quien espera paciente el mejor momento para apretar el obturador de la memoria, detrás de la cámara.

 Agua Santa, enero de 2019 


Presentación del libro, jueves 24 de enero 2019, librería Concreto Azul, Valparaíso

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