LOS HIJOS SUICIDAS DE GABRIELA MISTRAL
Antología poética de jóvenes del Valle de Elqui. Leonidas Lamm.
Ediciones Inubicalistas. Valparaíso. 135 páginas.
Por Juan Francisco Urzúa.
Las antologías son, por lo general, pobres productos de la pretensión egocéntrica de sus antologadores; compadrazgos y miopía terminar por dinamitar la selección, desviando el fin último de la compilación que es la demostración literaria. Pero algo sí les debemos agradecer: que cuando las hacen bien, y su poder es aglutinante, se convierten en una muestra, al fin, de una idea de canon, de generación.
De esto sabía muy bien el académico de la Universidad de Vidriana Leonidas Lamm, quien sin pretender lograr dar con una generación en proceso de extinción, elquinos suicidas en el paroxismo romántico de no dar con la palabra perfecta.
“Cuando hice ese libro utilicé ingenuamente la armazón poética, no porque yo pensara ser un artista, sino pensando que el inmenso prestigio de ese tipo de
expresión le daría cierta relevancia a mi discurso; pero no pasó nada, me equivoqué y siento que fracasé del todo. Ahora busco nuevos métodos, porque creo sinceramente que en este país y en este mundo, la poesía ya no es la voz de ninguna tribu” (Poética, Pedro Álvarez, p. 96).
Aunque los cuatro poetas antologados renieguen de su oficio hasta declarar su defunción, es en este mismo acto de hastío y sinceridad donde reside el alma misma de la poesía, en la valentía de poder nombrar sin dudar lo que debe ser nombrado con belleza, precisión e imagen; esto no obstante que los poemas no gocen de una gran nutrición formal, y que la experimentación termine dando el cariz más interesante de la propuesta, en especial al interactuar la prosa discursiva con la imagen poética, creando un intergénero que acomoda y acerca.
“Mis poemas están llenos de espanto / deseo que ese espanto perdure cuando yo ya no esté con ustedes / por eso quiero que esas voces aterradas sobrevivan / pues quizás conmuevan a alguien / quizás logren ese alguien se ponga en el pellejo de aquellos que sufren / que gimen / que duelen de lo que les pasó / de lo que hicieron / del infierno en que viven / aunque en realidad ya no creo que algo así sirva para arreglar nada / la poesía no es la solución / no fue mi solución…” (Poética, Alfonso Pinto p.82)
Mérito de Lamm el haber sabido oler la sinceridad en el verso, de haber podido articular el último sonido de una generación elquina desconocida, que estaba muriendo a la sombra de stablishmen que se niega siquiera a considerarlos.
Si en algo debo hacer hincapié, y más en lo referido a la teorización prologal, la antología es de por sí una ficcionalización donde es propio del antologador el dar vida al mundo a compilar, proponiendo la lectura de una serie/collage que reorganiza lo real, o lo que pretende serlo. Ahora, esta dimensión ficcional es tan amplia como todo lo creable, incluso haciendo ilusorio lo que pareciera sólido y concreto; el juego de la ficción da un brillo maravilloso y envolvente, que logrado, llega al punto de hacer desaparecer por completo la realidad, autor y obra incluidos, cambiándonos a una dimensión donde el prisma que ahora ve es el de la belleza.
Los hijos suicidas de Gabriela Mistral es una antología yonkie de esa ficción, que decidió chutearse hasta llegar al punto de que la realidad importase más, dejando que la quimera del ejercicio reine engañando todo lo creíamos como cierto.
El Ciudadano. Primera quincena de marzo 2011 / año 5 / N° 97 p.21
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