lunes, 29 de abril de 2013

GONZÁLEZ BASTÍAS Y SU RÍO



Reedición de "El poema de las tierras pobres"
Presentaciones en Talca, Constitución y Curicó. Abril 2013

Felipe Moncada Mijic

Con la publicación de El poema de las tierras pobres (1924), del maulino Jorge González Bastías (1879-1950), Ediciones Inubicalistas pretende contribuir a la circulación de un texto importante en la literatura chilena, pero caído en el olvido como tantas obras que debido a la indiferencia o el aislamiento territorial, han quedado truncas en su posibilidad de diálogo con otras generaciones.


Se trata de un libro que relata un modo de vida extinto, como lo fue la tradición fluvial que se desarrolló en la cuenca del río Maule hasta principios del siglo XX. Su contexto histórico, creemos, aporta a la construcción de identidad de quienes viven actualmente en la zona, y en general, para quienes llevaron un devenir donde el río es más que paisaje, también medio de sustento, transporte, comercio y motor de vitalidad para los habitantes de sus riberas. Sin embargo González Bastías sitúa esa forma de vida en un momento de crisis: en el advenimiento del “progreso”, promesa de bienestar material que culmina trágicamente con el desastre ecológico de la sobreexplotación y el posterior empobrecimiento de sus comunidades aledañas. La poesía de González Bastías, testimonia así el fracaso de la retórica del progreso.

González Bastías nació en la aldea de Nirivilo, comuna de San Javier, estudió en el Liceo de Hombres de Talca, para viajar más tarde a Santiago a trabajar como periodista. En la capital conoció la bohemia de principios del siglo XX, pero eligió retornar y radicarse en la aldea de Infiernillo (hoy Estación González Bastías) donde se dedicó a la política local, la agricultura y a escribir sobre los oficios de sus habitantes y la naturaleza. Su poesía nos remite a una época de valores humanos, donde los protagonistas son pueblerinos, las estaciones del año, la dualidad siembra-cosecha, vista por un observador que camina a paso lento, silbando por algún sendero de las riberas. Así en su libro El Poema de las Tierras Pobres, publicado en Santiago el año 1924, ya nos narra un Maule amenazado por la sobreexplotación:

Una miseria nueva
 prendió en las hondonadas y en los cerros,
 arrasó los sembrados
 y los rebaños y los huertos.

 El pobre se hizo miserable
 y el miserable, bandolero!

 Hay espanto en los ojos
 de los niños labriegos
 que oyen a media noche
 clamores homicidas en el viento.

Hay espanto en los ojos de las madres
que ya no arrullan con su canto el sueño
del hijo, atormentadas
por la vida sin término.

Hay espanto en los árboles
que ya no sienten el afecto
de aquellas manos buenas que les daban
el agua en cántaros morenos.

Si bien en el libro hay una celebración de la naturaleza, por otra parte hay un lamento profundo por el destino de los campesinos frente a los intereses de la explotación acelerada de los recursos del río. Son muy decidoras las palabras del crítico Roberto Meza Fuentes, publicadas en 1930 en El Mercurio, con respecto a la visión de sus contemporáneos:

¿Por qué este libro no tuvo fortuna entre nuestra crítica? Nunca he podido explicármelo. Encuentro en él, y aquí la idea apenas puede quedar esbozada, la continuación de esa poesía civil que en Pezoa Véliz se llamó “Pancho y Tomás”, en Dublé Urrutia “Las minas”, en Bórquez Solar “Los pobres” o “Los huelguistas”. No propiamente unos “Gritos de combate” de acento tribunicio. (…) Pero sí un gran anhelo, un anhelo del alma, de justicia y de verdad. (…) Atribuyo a “El poema de las tierras pobres”, aparte sus cualidades estéticas, un alto valor social. Es todo un capítulo triste y oscuro de la vida chilena. Jorge González Bastías, poeta a quien no se ha hecho la justicia que se le debe, no se ha inquietado por el problema de su vida literaria y ha seguido el amor de la tierra materna, cantando sus íntimas congojas y pidiendo justicia para los que no podían “ni castigar ni defenderse”.

No reeditamos un libro de esta naturaleza para nimbar su valor (se sabe que la primera edición de un libro clásico, adquiere precios fabulosos en el mercado del lujo cultural), sino porque creemos que tiene una sorprendente actualidad en cuanto denuncia los objetivos del capital económico en desmedro del capital ecológico y cultural de las tradiciones rurales, de sistemas de vida donde el ser humano y la naturaleza se relacionan sin que la transgresión mutua supere los límites de la sobrevivencia.

Creemos que la circulación de referentes como éste, contribuyen a reconstruir los lazos rotos de la identidad. La desaparición de libros como el que nos convoca, podría compararse a que se borraran las fotografías de una familia, olvidándose los rostros queridos; así, la historia local se desvanece cuando la memoria deja de contribuir al relato. Entonces, un libro es una especie de fotografía de época, un registro que nos permite la reconstitución del presente y entender como los procesos sociales actúan en nosotros. Un libro de poesía no va a cambiar el mundo, pero sin duda lo va hacer más humano.

Otro motivo que le da actualidad a esta poesía es su lenguaje llano, natural, pues la influencia castiza si bien está presente, se suaviza con la fluidez del hablar campesino, la métrica imprecisa no se fuerza a calzar en la forma, sino a sonar musicalmente, otorgando múltiples imágenes del río de las nieblas y las verdes lejanías, mientras sucede la tragedia de su habitante acechado por la miseria y la injusticia. Testimonio de época y sólida muestra de estilo, El poema de las tierras pobres no representa sus noventa años de vida, parece que aún se pudiera oír su musicalidad en los silbos que bajan con el Puelche o en el crujir de los grandes álamos.

Bastante se ha hablado del supuesto rol de resistencia cultural que tienen las llamadas editoriales independientes frente a las grandes maquinarias transnacionales. Particularmente, como colectivo editorial, nos gusta la idea de editoriales territoriales, es decir: imaginar una comunidad lo suficientemente preparada para producir identidad y no solamente quedarse recogiendo los restos que dejan las mareas de la industria cultural; una editorial que elabora estrategias en función de producir material impreso bajo los conceptos de autogestión, asociatividad, redes de distribución, crítica, y por que no: fraternidad. La penetración cultural existe y sigue teniendo aires de colonialismo, sus propósitos de dominación imperan más allá del inocente y siempre bienvenido conocimiento de otras culturas, otros ritmos, u otras imágenes. Que esta situación no nos sorprenda en el descampado, sino trabajando en conjunto desde un imaginario propio.

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