El poeta alfarero
Por Cristian Rau
Texto leído en la presentación del libro Poesía Reunida, Curicó, 06 de mayo 2016.
Quedan su
cabaña
su cojo
caballete
y suave aroma
de panales
vacíos
A. Lavín
Cuando Felipe Moncada me pidió que lo acompañara en la presentación del libro
Poesía reunida del poeta Alejandro
Lavín pensé en decirle que no. El motivo para
rechazar esta invitación era que aunque
conocía a Lavín, solamente había leído algunos poemas sueltos por aquí y por
allá. Antes de negarme definitivamente le
pedí a Felipe que me mandara el texto para verlo y responderle con más certeza.
Directamente de la pantalla del computador hice lo que
suelo hacer con los nuevos libros de poesía: leerlos al azar, fijar la vista en
la hoja que sale, al tun tún en buen
chileno. Este sistema poco riguroso suele ser bastante efectivo para comprender
de manera superficial de qué va la obra; reconocer cuáles serán los tópicos que
se repiten en el poemario y qué se busca en la poesía que se agita entre las
hojas (o titila en la pantalla).
Entonces, si para mí hace un par de semanas el trabajo
de Alejandro Lavín me era desconocido y esto de hojear al azar, mirando a la
rápida los poemas, me sirvió para hacerme una idea del valor literario de este
libro, creo que este sistema de lectura saltarina, sumado a algunas
consideraciones posteriores que rescaté con una leída un poco más profunda, puede
ser una buena forma de presentar este libro a potenciales lectores que, tal
como yo, pueden no conocer el trabajo de este autor.
1
LA TIERRA/ LA
GREDA
Esta recopilación de los textos de Alejandro Lavín,
nace como se inician los días en el Maule: con el sonido de los gallos. Al
hacer este barrido de lectura, al mirar el índice y leer en voz alta estos potentes
poemas, nos enfrentamos claramente a una poesía anclada en lo rural; una lírica
que pretende rememorar y honrar la simpleza de la vida de antaño. El amigo
herrero, los cardos, el antiguo cántaro, las orillas de los caminos de tierra,
el huerto, los ríos y la lluvia son algunos de los símbolos de quienes se nutre
y a quien parece estar destinada esta poética.
Alejandro Lavín, antes que poeta, o mejor dicho en
otra versión de su labor artística fue alfarero y escultor. Al conocer este
dato y esta ocupación nos damos cuenta de la importancia que tiene la tierra
para la vida y obra del autor.
En el poema llamado, justamente La fiesta del Alfarero, que titula el segundo libro de Lavín,
publicado en 2010, a casi cincuenta años de su debut literario, diría:
Con frágil
puzolana
fui a la
conquista
de un retablo
cerámico
Esmirriado
con torpes
manos
era el hazmerreír
en la fiesta
del fuego
Mal terminados
mis pálidos
pucos
despaturrados
daban lástima
a entendidos
viajeros
Por angas o por
mangas
(tras fogoso
fandango)
conseguí mis
propósitos
y con arte
diabólico
finalmente
di correcto
tostado
a condenados
cántaros
De a caballo
en rueda de
alfarero
me agarré de
los rubicundos
pezones de la
greda
y en la
ardiente camorra
di por perdido
mi mayúsculo
dedo
autor de mis
dibujos
En buen estado
pero viejo
logré
sin embargo
favores
de acinturadas
vasijas
en harén
subterráneo.
2
ALTA CULTURA
Generalmente solemos relacionar las expresiones culturales
ligadas al campo con obras sencillas, simples, más bien sujetas a la experiencia que al raciocinio o la
inspiración de la musa invisible. En el caso de Alejandro Lavín, como dijimos
antes, hay una poética hecha desde la vida campesina, pero ésta se mueve por
sobre la simple relación vivencial, ya que los poemas de este libro están
escritos y sudan una alta cultura de parte del poeta.
En una entrevista el poeta talquino Bernardo González
le pregunta a Lavín: “¿cómo define su poesía?”, y éste responde: “La defino
como un compendio; como un conjunto de elementos culturales que he ido
acumulando en mi bagaje con el tiempo, donde se maceran el arte clásico y el
arte moderno en un lenguaje personal que pretendo popular”.
Este asunto, la mezcla de alta cultura con el bagaje
de la vida real en el campo, es donde radica una de los grandes atractivos de
la poesía de Lavín, donde resalta una capacidad de pasar, por ejemplo, de un
poema sobre un acampado arriero a un emocionante poema sobre un concierto de
oboes entre los bosques de Vilches Altos y el Descabezado. Los nombres de
Whitman, Gonzalo Rojas, Marais, Monteverdi, Velásquez, Klee, Parménides, se cruzan con palabreos
simples y voces diarias, como cuando habla de un “dios cegatón y achacoso”. Bien lo dice el propio Lavín en su
Autorretrato:
Viejo chercán
retirado del mundo
pernocta
en los pergaminos
del colihue
Oscos líquenes
de barbas gruñonas
lo despiertan temprano
Tiene tic nervioso
y le gusta Monteverdi
por su parecido
a un bosque profundo
4
LA MÚSICA
Bernardo González pregunta: “Hay mucho Monteverdi,
Bach, batutas de pellín, instrumentos varios, fagot, violines… ¿Cómo influye la
música, el silencio, en tu poesía?”, Alejandro Lavín responde: “Hay una
relación recíproca entre el ritmo interior de mi poesía y la música que amo.
Por el ritmo, la armonía, la ensoñación de los fenómenos naturales y, por qué
no decirlo también, por la brevedad, lo fugaz, lo instantáneo de los motivos
que poetizo, que son los mismos tópicos de los movimientos musicales de todos
mis maestros: vientos, corrientes de agua, rumor de hojas...
Es una relación muy sutil, muy profunda, que fui
educando con oído atento desde muy joven”. González retruca: “Una vez me
dijiste que la música era el antídoto de todos tus males. “Así es”, responde el
poeta trayendo el sonido del silencio.
3
EL HUMOR
La poesía de Lavín, como bien dice Felipe Moncada en
el prólogo de este texto, está emparentada a la tradición poética maulina, sobre
todo con dos de los más grandes escritores de esta zona: Pablo de Rokha y Efraín
Barquero. Claro, en estos tres poetas vemos la idealización de lo rural, la
importancia del paisaje de la infancia como escenario contra el cual todo será
comparado; donde el mundo perfecto, es el mundo del pasado. Pero a diferencia
de Barquero y de de Rokha, Lavín agrega un elemento muy útil para poder
acercarse rápidamente a su poesía: el humor.
Lavín, como hemos dicho, pretende mirar sus cerros y
bosques, desde una cosmovisión plagada de artistas, con una formación casi
renacentista, en el sentido que intenta abarcar todas las artes, pero también
intenta hacernos sonreír.
Con la inclusión de frases divertidas o del toque ingenioso,
el poeta sabiamente logra quitarle presión a una poesía, que entre nombres de
pájaros y ríos, y referencias culteranas, podría hacerse demasiado hermética o
obtusa. Al contrario, Lavín, logra hacer una mezcla de elementos, una argamasa,
una greda, muy bien equilibrada en la que el lector se sentirá cómodo y
emocionado.
Leo, finalmente el poema Melodía del Madrugador,
que de alguna manera conjuga todos
estos aspectos que he mencionado y nos demuestra la gran capacidad poética del
autor.
Cerro abajo
el día irrumpe
con trompetas de gallos
Huaso de buen humor
como Picasso huele
y cuadricula el campo
Me mandaré
(se dice)
el milagro
de soberbias sandías
y culones zapallos
Con su recto sombrero
entre español y viñatero sauvignon
se prosterna y anuda
sus viejos calamorros
Con cara de Walt Whitman
se celebra
y canta a sí mismo
Con su polvosa
manta de lana
con olor a reguero
cerro arriba recibe
el perfumado plato
del sol con chicharrones
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