miércoles, 11 de mayo de 2016

LA VOZ DEL SILENCIO, ALEJANDRO LAVÍN

por Samuel Maldonado de la Fuente

Tierra cocida, piedra o palabras,
encabezan un triunvirato cuyas voces  provienen del silencio.
Se me ha ocurrido presentar estos materiales diversos
a fin de extraerles su lenguaje interno; es decir,
develar con sudor su contenido estético. 
Alejandro Lavín

Llegó Alejandro Lavín, como siempre, vital, señorial, místico, sugerente al Centro de Extensión Pedro Olmos de la Universidad de Talca, el 12 de Abril de 2012. Traía bajo el brazo, su último libro: “Pez de Piedra”. La sala estaba en silencio, parecía presagiarse algo, la atención se centró en sus poemas, una nutrida concurrencia tuvo la gran oportunidad, la última, de escuchar la voz del poeta.  El poeta Fallece el 25 de abril de 2012, a los 75 años de edad.


Lavín, el poeta artesano, dejaba entrever la sutileza de sus secretos, de sus modelados, de las arcillas vivientes en su mente, de la cochura con que había modelado las palabras en sus últimos versos, allí moría el secreto del artesano, al atardecer terracota del Maule. Ese día estaba modelando sus último adiós, nadie esperaba tan pronta partida a un oriente de terracota, donde el gran hacedor le estará encargando nuevas figuras para las nubes del atardecer.
EL ALFARERO

El poeta, vino al mundo  en la lejana Nueva Imperial, en 1937 y se radicó en Vilches Altos y capacitándose en cerámica a través del Departamento de Extensión de la Universidad de Talca. Fue miembro de la Primera Sociedad de Escritores de la región.  En 1964 inicia su inquietud literaria, cuando compone su primer cuaderno de poesía “Los Gallos Suburbanos”.

Debemos decir, que El alfarero moldea la arcilla para darle las más variadas formas, sean  increíbles  vasijas, platos, jarras, figuras etc. Un alfarero piensa, ama y sueña su diseño, lo visualiza... lo ama más... se apasiona y finalmente toma la decisión total de realizar su proyecto que ama porque siente que salió de su imaginación. El alfarero prepara el molde, lo hace girar y con sus manos le da la forma que más ama, esto le deja la impresión de ese primer sentimiento.

Alejandro Lavín perteneció a aquellos iluminados, que atraen la mirada de los profanos, es decir, era un iniciado en el campo de la creación. La percepción  de sus facultades artísticas, la sensibilidad amatoria con que concebía las formas, quedaban de manifiesto al cubrir la arcilla con un paño para que no se oxidara, buscaba la pureza de las formas. El mundo amatorio de Lavín, no podía ser otro lugar que el entorno de  Vilches Alto, donde se radicó, allá en las lejanías del silencio, donde los árboles conversan entre sí y comentaban con otros árboles, los nuevos  visitantes de terracota emergían de las sutiles manos del artista del artesano, alfarero.
Cohabitaba con las aves del amanecer, con el fuego impenitente que cocía sus moldes, con las palabras que urdían su entorno, el esmeril, la fragua, las estrellas de fuego (Chispas), la bigornia, la greda, la niebla, el silencio, el monte, las aves. Todo un sentido simbólico en un mundo  lárico.

El poeta dice: “dedico el trabajo al gran río de las nieblas. Tierra de espléndidas alúminas volcánicas y de poetas no menos iridiscentes, sean  mis afanes un homenaje al paterno río Maule y al gran volcán Descabezado”.


POESÍA REUNIDA

“Poesía Reunida” es un conjunto de poemas, pertenecientes a toda su creación anterior, que recopila Felipe Moncada de Ediciones Inubicalistas. El tono simbolista del entorno lárico de algunos poemas, se combina con el hábitat natural, de personajes y sueños, por citar algunos, con lo que circundan sus ojos, la arcilla, las figuras, la naturaleza, las aves, elementos que combina con sus conocimientos literarios. Desde sus inicio, ya sabemos a qué atenernos, porque precisamente, se genera un temple y una sensibilidad, que es lo esencial, el común denominador que atraviesa este libro antológico.
Planteado como un solo cuerpo, sin puntuaciones o divisiones, “Poesía Reunida” está compuesto por poemas ajustados a la sensibilidad del autor, crea un espacio de lectura intenso, en el que predominan poemas sugerentes, reflexivos y naturales. Hay  textos que responden a un ritmo más personal, no dejando de lado, eso sí, el precepto de una suave musicalidad en correspondencia a su contenido.
En resumen, un poemario en que se despliega a buen oído, el oficio y rigor en el gobierno de su arte de alfarero y una sensibilidad que oscila con originalidad y lucidez entre lo cotidiano y doméstico, por un lado y la historia, las referencias personales y su ojo de buen oteador de almas. No dejo de lado su manifiesta preocupación filosófica y de lectura de grandes de la literatura mundial, propio de un creador conocedor.

Es el libro un compendio de oficio vigoroso y sugestivo, donde se encuentran resumidas todas sus creaciones, inclusive algunos inéditos poemas. Quedan impresos en versos rotundos, sintéticos y límpidos, versos en los cuales une experiencia y lecturas a la madurez poética, el mundo nos existió y habitaron sus sueños, entre las enredadera de los días naturales y fecundos.
El ha partido y como afirmó: “¡Es la mejor cochura, todas las piezas están perfectas, ninguna se ha roto¡”. Este es el libro con la genialidad del alfarero que ha trabajado con esmero el hogar donde ha macerado su obra.

Alejandro Lavín poseía su propia aldea, donde la memoria se detiene en el tiempo, llámese Vilches, Romeral, o Los Hualles en Linares; La vocación social la comparte como líneas de pan, de amor, líneas de fe, nostalgia de un artesano que cabalga en sus versos y evocaciones como una cicatriz en el alma. Las cadencias de esta poesía, deambula entre los cerros, las nubes, la luna, los fuegos del atardecer y los personajes de la aldea, que emergen con  magia a través de la palabra.

Su voz retrotrae voces de nostalgia desenfrenada, es el Alto de Vilches que está en silencio, serpenteando al Enladrillado en sus versos, el río que amanece en velo, la vivencias de un pueblo construido en el agua, los cerros con su elegía de brumas, los hombres estampando en el espíritu del atardecer, hay silencio en sus caseríos, es Vilches o la tierra de nunca jamás. El alfarero ha partido, el silencio se ha apoderado de la palabra y del fuego, que crepita sin sonido al final de la tarde.

La intensidad poética radica en la naturaleza de sus personajes, el universalismo rural; el pueblo como una estampa de soledad. Es el arte que rescata el sentimiento y el alma de lo que siempre añoraremos.
Una tarde de otoño, como hoy, por un sendero polvoriento que conduce hasta una colina donde los árboles musitan con las aves, esa imagen de álamo esbelto, con su boina asturiana, con la pálida estampa del Descabezado encanecido, invade el silencio y el olvido en la serranía. Aún se escuchará su voz tronando en el río, en el aire montañés, con su figura que aún pernocta la orilla del fogón, para dar vida a nuevas figuras de greda, que algún día durmieron en sus sueños más remotos. Por cada alfarero que surja, su alma rondará por ahí.
  





CASA DEL SOÑADOR

Frente a mi casa
desprovista de vidrios
algunos desalmados
trazan morisquetas
y hacen escarnio
de mis versos
prendidos a los muros
Paupérrimo
sin embargo puedo
mantener un buen vino
y como Baudelaire
me basta
ver la hora
en los ojos de los gatos
Mis sinceras ventanas
rotas fueron
por curas doctos
que me gritan
indigno pedigüeño
no es tiempo
de alargar la mano
solicitando versos
bajo este frío fiero
y extremo silencio



EL HACEDOR Y SU TERRACOTA

Bermejo potro
hijo de mi cochura
olvida el puteo
de tu pasado romántico
Forjado estás
con oropeles
del río Purapel
Glorioso te saqué
de las fauces
del chino dragón
de mi horno cerámico
No es justo
que te maneje
el tonto Morales
Las piritas
y el fuego te pintan
rebelde y troyano
metedor de pecho
Con tus narices
de terrón pencahuino
olisquea de nuevo
el diente del león
Tu relincho volcánico
le da julepe a los quiques
que se zampan los pollos
Encumbra tu lomo
de mondo cerro cauquenino
Airea tu crin
de cuarzo de Curanipe
Levántate y lúcete
en la parentela
de los ladrillos
más duros de Pilén
Tiñe con tu óxido
estas palmas
de viejo alfarero

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