miércoles, 24 de octubre de 2018

A PARTIR DE MIGRATORIO

MIGRATORIO DE FELIPE MONCADA (EDICIONES INUBICALISTAS 2018) 
Por Claudio Maldonado


No hubo épica en el viaje, Migratorio. Cuando niño un profe te mandó al chuzo y la pala. Otro te invitó a matar el ocio indio y a comprar la parca del futuro. No hubo elogio, ni rumor, cuando quedaste al medio de la tabla, por temor a ser un africano en ruina. Con la rabia junta en el porcino del amparo, con la débil magia de hacerte por ti mismo y cambiar tu tiempo por monedas. 

Y mientras estas palabras se rayaban en los muros de la poesía charlatana, aferrándose al afán de subir el pelaje de tu vuelo, la vida estaba en otro juego, postergando siempre la hecatombe, repitiendo siempre el gesto mal leído de la mesera del Metro Reunión, aspirando el vaho coliforme del Mapocho, masticando el arrollado sin primavera en la cuneta de un chino quebrado por la estafa de un chileno punga en fuga. 
Muere mal el verso de Teillier, la ciudad no fue accidente y los parques sólo mueren de pena, protegidos en las rejas del mandril de turno, que no quiere alegre a los borrachos, que no quiere que se prenda lo caliente. Apretado en una micro, exhalación estabas. Migratorio, rodeado de calcetas, cargadores, lavadoras, microondas, y diplomas que colgaban tus paredes. 
Querías virarte, Migratorio, te dolía la pulsión del viejo nómade, siempre listo y con su bolsa indiferente a los vaivenes de la bolsa. El olor de la fritanga percolada te apretaba, Migratorio, pero cerraste los ojos y viste la provincia y a esos mismos charlatanes de la rima que pintaban en los muros un poema sobre el Maule y su riqueza. No les diste bola, Migratorio. Harto estabas en la micro recordando lo que había: hoteles muertos, adobes aplastando a un ciego musical, obreros vacilando su miseria, huertas abundantes de un Piduco pesticida, la radio AM transportando a Domenico, musiquilla lejana de un viejo dibujando garabatos en la tierra que de golpe le volteó la casa. 
Pero zafaste, Migratorio, y partiste muchas veces. Al final la gente era la misma. La ciudad, un estado mental multiplicado hasta el hastío. Córdoba, el otro lado, las tillas Nike, el papapleto, el panchipollo, el laburo sudaca en la calle comercio. San Luis, Cerro Colorado, Lautaro, Rinconada de Silva, el recuerdo de los charros en Lonquimay, Lumaco, Tirúa y todo el farwest en la gran pista del Wallmapu. En la Frontera, Migratorio, ahí donde se bebe hasta que la cruz del sur se tuerce para el norte. 
No tuvimos épica, Migratorio, y nos reímos junto al cogollo que humea aquí en la playa Torpederas del puerto, mientras lanzamos piedrecitas que nos ríen en las rocas y nos dicen que pintemos las ciudades de un museo imposible.

Leído el 28 de septiembre en el Bar Kafka de Talca

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