Por Daniel Tapia
La producción poética
de Cristian Chiri Moyano pasa desapercibida como la de muchos escritores que
prefieren quedarse en la provincia, no integrarse a los centros de producción
cultural institucionalizada y por la discreción de las editoriales independientes. “Color Hormiga”
constituye su séptimo libro de poemas y viene a fortalecer la coherencia y
seriedad de su propuesta. La poética opta por la simpleza y ausencia de
complicaciones retóricas y está dirigida principalmente a los lectores que pueda
captar en el lugar desde donde escribe. El autor vive en Quebrada Alvarado, un
pueblo ubicado en el cordón de La Campana, al interior de la Quinta Región, un
distrito campesino, detenido en el tiempo, que siempre está amenazado por la
expansión excesiva del cemento. La actitud política de quedarse en el
territorio de pertenencia de Chiri Moyano es la que ha ido dando forma a su
obra, tanto a su escritura personal como a su labor de recopilador de
costumbres y documentos acerca de la historia de su poblado.
“Color Hormiga” se
configura como el libro más oscuro de este autor. Mucho nos dice el título
acerca de cuando las cosas se ponen de ese color inexistente en la paleta
cromática: un negro subterráneo que late en lo profundo de la tierra. El primer
capítulo se titula Vida de calas negras y da cuenta de la sensación de abandono
que experimenta el poeta al ir avanzando en su periplo. En el poema que parte
la serie y que da título al poemario, se aprecia una sabiduría simple y
compleja a la vez, que abre una esperanza pesimista: “La hormiga
negra / baja a las raíces del árbol / a buscar la sangre de la sangre.”. La
sangre que es el agua, un elemento que se hace común en estos poemas,
materializado en el lenguaje como metáforas o como símbolos, y que participa en
presencia y en ausencia. Surgen en la obra aguas estancadas y aguas que fluyen,
mares con tormentas que son la relación con una mujer, ríos que son el poeta
fluyendo, vino y café bebidos; pastizales secos, canelos secos, amores secos,
mate amargo. Amores de aguas podridas se llama el segundo y final segmento del
libro, e ilustra con mejor precisión los aspectos acuáticos a los que me
referí: “Toda la primavera viviendo debajo del agua / no hay problema
sobre la depresión / y bebo toda el agua que puedo / hasta reventar en mil
gotas”, versos que tomo de “Me lanzo río abajo”. La oscuridad es un
aspecto luminoso de la propuesta de Chiri Moyano, ese pesimismo que transmiten
los poemas no es como para cortarse las venas sino que nos sirve para confirmar
que las cosas son como son: que los mendigos abandonaron el sentido, que hay
niños en la calle, que los amigos pueden estar lejos. La luz que describo se
recibe de versos como estos: “Vienes a conversar conmigo / a tomar
vino conmigo / a leer y hablar de poesía conmigo / a dormir conmigo. / Cocino
porotos granados / charquicán / cazuela de vacuno”.
Estamos frente al
mejor libro de este autor, donde se manifiesta su madurez y su concisión, y
donde se consolida su visión de mundo y su poética vital. Hay algunos detalles
de “Color Hormiga” que son responsabilidad de la editorial y que
deberíamos ir superando: dícese de algunas erratas y de la falta de diseño que
se hace tan necesaria para que libros como este tengan un punto más de
aceptación entre los lectores. Sin embargo, siempre es grato celebrar que
aparezcan en el panorama libros como “Color Hormiga”, abiertos para
cualquier lector.
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